Un debate para olvidar, si no fuera porque se puede extraer como conclusión principal que nuestros parlamentarios, en general, no están a la altura de las circunstancias. Que José Miguel Barragán pueda hablar en nombre de un nutrido grupo de diputados, entre los que seguro que hay personas más documentadas, produce desmoralización y tristeza. Y que nuestro presidente acabara su última intervención desde el estrado dirigiéndose a cámara, la que le dijeron que le iba a estar enfocando, al más puro estilo del norteamericano Edward R. Murrow, el periodista del “buenas noches y buena suerte”, confirmó los peores presagios, los mismos que quiso disipar sin éxito el primer día: realmente estábamos en un plató del más cutre reality show que el peor guionista pueda imaginar jamás.