Desde este lunes hay que añadir otro eficaz remedio contra el nacionalismo. Ya decía Unamuno que ese mal se curaba viajando, conclusión única a la que llegó porque todavía no había nacido Nacho González. De otro modo, el genial pensador habría añadido a su aserto otra medicina infalible: abrazarse al que amenaza con ganar las elecciones. A esa certeza ha fiado el dueño del CCN su futuro político y no el de su partido, al que no cabe a estas alturas vaticinarle muchos éxitos futuros, dado el tremendo bandazo. Porque ya nos explicará Nacho algún día cómo se puede pasar de sentarse en agosto con don José Rodríguez Ramírez y brindar juntos por la independencia de Canarias, y menos de dos meses después abrazarse con indisimulada pasión con el enemigo público número uno de los nacionalistas, que es José Manuel Soria y su partido, el PP. La hemeroteca, cabrona como ella sola, recoge aquel fascinante momento en que Nacho y don Pepito celebran haberse encontrado después de tanto tiempo defendiendo juntos que “Canarias sea un Estado federado para luego lograr la independencia económica previa a la política”. Con su vertiente económica muy madurada: “Si se combina inteligentemente (sic) el petróleo y el turismo conseguiríamos fácilmente la independencia económica que se requeriría para plantear la independencia política”, dijo González a un entusiasta Ramírez