La inquietud, rayana en algunos momentos concretos en el pánico, se ha apoderado del entorno de Julio Bonis y Jaime Cortezo, con especial incidencia en este último, que es el que realmente se juega los bigotes y los dineros. El ex consejero siempre ha sido hombre de costumbres informales y despreocupadas, pero el empresario sabe que una condena por estafa puede suponerle muchos quebraderos de cabeza, alguna inhabilitación muy inoportuna y el fin de la chulería esgrimida hasta ahora para con los afectados de Hoya Pozuelo. Mientras los mantiene en la incertidumbre de la demolición por haberles vendido ladrillos corrompidos, anuncia su promoción en la cercana Hoya del Pozo, a razón de 400.000 euros en primera línea, donde se niega a permutarles. A los afectados les cobró un promedio de 300.000, 60.000 en dinero negro, según han declarado ellos mismos sin que nadie les haya obligado a hacerlo. Será porque para ellos era dinero A y para el otro no.