Tampoco queda muy bien parado en la declaración de estos dos pájaros de cuidado el arquitecto Carlos Morales, al que meten en el fregado de amañar el Plan General de Arrecife. De él tira también Ubaldo Becerra para que, a sabiendas de que iba a ganar el concurso para la construcción del nuevo Palacio de Congresos de Arrecife (se lo acaba de encargar el Gobierno a finales de diciembre), trabaje la idea de levantar ese edificio en un lugar emblemático como el Islote del Francés, propiedad del inquieto empresario grancanario Jaime Cortezo. Morales no consigue tales propósitos porque la consejera de Turismo, titular de la entidad contratante y muy amiga de Morales, quería hacerlo donde el suelo le costaba cero euros: junto al edificio del Cabildo, mirando al mar, en una pieza cedida por el Ayuntamiento de Arrecife. A Cortezo le venía bien colocar en su suelo el nuevo auditorio, primero por el dinero de la compra-venta del suelo o su correspondiente expropiación; y segundo porque de ese modo cabría meter de soslayo algún que otro uso anexo a esa infraestructura, desde un aparcamiento a un hotel, pasando por un comercial modelo Boca Ratón. Nuevo intento frustrado.