Lo mejor que tiene Albert Oliart, el nuevo presidente de Televisión Española, es su postura firme ante los chantajes sindicales. El martes se constituyó en el Senado para insistir en su línea de mejora de la gestión de la empresa pública dando la espalda a las presiones y a las amenazas de un inminente paro general, previsto para el 3 de marzo. Los sindicatos en la cadena pública exigen el despido del personal directivo traído de fuera de la casa, además del incremento de producción propia de programas, es decir, que se subcontrate menos a productoras externas. A la primera petición les han contestado con el silencio porque parece que nadie quiere promocionarse, y a la segunda, con un “de acuerdo”, que habrá más producción propia, pero cambiando las condiciones del convenio colectivo, que con las históricas y actuales exigencias los costes se disparan hasta límites económicos inalcanzables. Los sindicatos han hecho peineta a tales pretensiones, que una cosa es pedir más producción propia y otra dar trigo: nada de acabar con pluses extravagantes y abusivos; nada de trabajar más organizada y racionalmente por lo mismo. Han dicho que hay que volver a contratar más personal, que para eso el dinerito es de todos los españoles y no se nota nada. Y, con más personal, más liberados sindicales.