El primer sorprendido por la decisión del PP de abandonar el Gobierno de Canarias sigue pareciendo a día de hoy su presidente, Paulino Rivero. Ha pasado toda una jornada sin que los canarios sepamos a ciencia cierta hasta cuándo seguirá gobernando el PP, si Rivero está tratando de recomponer el pacto con Soria o si los conservadores harán una oposición altamente colaboracionista para que no se diga. Todo el mundo esperaba de Rivero un gesto de autoridad institucional consistente en desalojar del Gobierno a quien ha actuado de modo irresponsable, pensando más en las claves electorales de Rajoy que en las necesidades de los canarios. Pero a lo más que hemos llegado es a ver a un presidente decir que va a esperar a que Soria le enseñe los presupuestos de 2011 para ver qué hace. Porque si el PP va a votar a favor de esas cuentas, ¿para qué enfurruñarse con el socio desleal? En el PSOE se frotan las manos porque, de mantenerse estas tesis presidenciales, no tendrán que colocarse en el tremendo trance de abstenerse en unos presupuestos elaborados por el peor de los adversarios.