Manuel Pizarro, número dos del PP por Madrid, justo detrás de Rajoy, parece haber entrado en posición de gafe en la vida política. No hay intervención suya que resista la prueba del nueve de cualquier manual del político de campaña: arisco, tosco en ocasiones, enterado como el de la caja del agua, recio y cortante cuando hay que ser condescendiente y demasiadas veces expuesto a su propio subconsciente de extrema derecha. Estuvo en Gran Canaria este fin de semana y se estrenó ante un nutrido grupo de empresarios, todo Unelco y unos cuantos más. Junto a él, en la presidencia de los dos actos que celebró no estuvo ni uno solo de los candidatos del PP por la provincia de Las Palmas.