Crecen y crecen las reacciones, y ninguna para tirar voladores, de los profesionales y de los empresarios del turismo y la construcción tras la constatación real de que la empresa pública Gesplan va a zampárselo todo. La presentación urbi et orbi del pasado sábado en Maspalomas de ese ambicioso Plan de Dinamización y Modernización de San Bartolomé de Tirajana se ha convertido definitivamente en la presentación en sociedad de este modelo de empresa chavista que amenaza con romper con el ya de por sí delicado equilibrio en el que se conjugan iniciativa, oferta y demanda públicas y privadas. Para colmo, según los expertos consultados por este periódico, el plan es un grotesco corta y pega en el que se han mezclado proyectos encargados y propiedad del Consorcio para la Rehabilitación Turística del Sur con planes especiales y planes operativos ya redactados por el Cabildo de Gran Canaria. El gerente de la empresa, Rafael Castellano, elevado a mesías redentor por el presidente Rivero, no tuvo el menor recato en proclamar ante los presentes que el suyo y no otro es el modelo a seguir, es decir, una empresa pública convertida en consultoría, ingeniería, estudio de arquitectura, conseguidora y empresa constructora. El talento, la creatividad, tantos años de fecunda Universidad para que todo pase por el mismo y único fonil. Mal asunto.