Pero Alfredo Briganty no sólo anda molesto con el trato recibido por la Policía y por el juez, sino que ha extendido su malestar al Partido Popular, del que se dio de baja al día siguiente mismo de quedar en libertad y regresar a Madrid, donde vive. No hizo falta, por lo tanto, que se activaran los anuncios de suspensión de militancia lanzados por José Manuel Soria. Briganty no quería saber nada del partido que le llegó a ofrecer ser delegado del Gobierno en Canarias. Tampoco ha contestado ni una sola llamada de las que le ha hecho a su teléfono móvil el que fuera su amigo y protegido Luis Larry Álvarez, que anda metido en un sinvivir desde que se produjo la detención. Bien es cierto que a Briganty le había tocado las narices el vicepresidente tercero del Cabildo con bastante anterioridad, y ya hacía tiempo que había decidido no creerle más.