Lo ocurrido este lunes en Canarias se aleja diametralmente de las exigencias manifestadas por los movimientos ciudadanos agrupados en torno a Democracia Real Ya o el 15-M. Resulta ciertamente desmoralizador que los mismos partidos políticos, o sea, todos, que aseguran haber escuchado el mensaje de los ciudadanos sean los que produzcan espectáculos tan bochornosos como los vividos este lunes en nombre de la estabilidad de las instituciones. Bravo de Laguna, molesto con lo que tuvo que oír en el pleno sobre pactos con tránsfugas o quiebra de la palabra dada, se ha escudado en un supuesto ataque de cuernos del que confesó sólo sabía por la prensa. Juan Domínguez, de cuya peligrosidad democrática venimos advirtiendo desde el mismísimo 22 de mayo, se dedicó a justificar lo injustificable acusando a sus entrañables compañeros de aventura electoral de haberlo querido comprar por los mismos métodos con que le compró el presidente del Cabildo. La segura oposición, ,conocida como tal la que formaban y siguen formando PSOE y Nueva Canarias, acusó a Domínguez de fraude electoral por haberse presentado ante los ciudadanos bajo unas siglas y, cien días después, dar un triple salto mortal con tirabuzón por la muy única y noble motivación de mantener la teta. Carolina Darias, que estuvo dura como un pedernal, se quejó además de que para el nuevo reparto de cargos se haya empleado un reglamento que se aprobó en ese mismo pleno con carácter provisional, a la espera del periodo de alegaciones y de información pública. Los jurídicos ya estudian si el pleno, que coincidió con uno del Parlamento en el que estaba Román Rodríguez, estuvo bien convocado. Las prisas, el ansia viva, la furia incontenible, juega estas malas pasadas a los presuntos ganadores y sus piojos pegados.