Continúan las consecuencias, algunas más patéticas que otras, derivadas de la celebración, la semana pasada en Meloneras, del Día Mundial del Turismo. Un acontecimiento extraordinario, sin duda, que revalorizó al máximo la celebración del medio siglo de vida de ese destino llamado Maspalomas Costa Canaria, mal que pese a algunos. Y no vamos a ponernos a señalar. Este fin de semana les acercábamos el infame patinazo del jefe de gabinete de la delegada del Gobierno, Juan Santana, que desplazó al organizador del acto, al mismísimo secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT) para dar cabida en la primera fila a su jefa, Mari Carmen Hernández Bento, y especialmente a la secretaria segunda (y última) del Parlamento de Canarias. Pero ahora que se han apagado los focos y por los despachos circulan las cartas de protesta, nos vamos enterando de otras miserias que no nos dejan precisamente en buen lugar. Por ejemplo, no han sentado muy bien las recientes palabras del presidente del Cabildo grancanario, José Miguel Bravo de Laguna, criticando la falta de promoción de la isla en esos fastos, cuando una de las comidillas fue la fugaz aparición de los consejeros cabildicios para retratarse con los príncipes y acto seguido poner pies en polvorosa cuando alguien empezó a hablar de sostenibilidad energética.