El escándalo no ha hecho más que empezar. El consejero Ruano, privado de su juicio por las continuas felicitaciones del Consejo General del Poder Judicial, creía que jamás nadie iba a poner en entredicho la fiabilidad del sistema Atlante, un despilfarro de millones de euros pagados en contratos fragmentados que no cumple con su cometido eficazmente y que es un verdadero coladero, una ventana abierta al mundo, en expresión certera que no nos cansaremos de publicar. La inesperada reacción de la juez Rosell denunciando lo ocurrido en noviembre a su ordenador profesional no es más que la punta del iceberg de lo que puede ser una sucesión de quejas y de casos inexplicables, cuando no altamente sospechosos. De ahí que Ruano lanzara este lunes una advertencia inaceptable a la juez que en realidad iba dirigida a todo el colectivo: que no me mezcle lo de Soria y su salmón con lo mío del Atlante y los bytes, que se nos va a liar un follón de difícil arreglo. Pues a arreglarlo, admirado consejero, y a ver si su gabinete de prensa nos responde a una solicitud de hace más de un año: “¿Podría informar a este periódico de manera detallada de las cantidades aportadas por la Consejería de Presidencia, Justicia y Seguridad en concepto de subvenciones a las asociaciones de jueces que operan en Canarias?” Gracias por adelantado. Y sin votación secreta.