Mientras Soria medita tranquilamente si le hace caso a Spínola y dimite (jo, cómo estamos hoy), en Mogán la vida sigue casi igual. Se respira mucho nervio y tensión en las oficinas municipales de Arguineguín, donde reinan las caras largas entre lo funcionarios adictos al régimen. Se imaginaban lo peor, pero nunca pensaron que lo peor fuera tan rematadamnete malo. O sea, lo peor en grado sumo. Curiosamente, no es ésa la misma sensación que se aprecia en la calle, quizás porque o el vecino moganero, de puro coñón, ya tenía asumido que Onalia y Paquirrín eran Bonny and Clyde, o porque sencillamente todavía no han digerido todo lo que están leyendo. No hay indignación sino esa especie de resignación del votante que termina afirmando, tras tomarse el cafelito, aquello de “total, todos son iguales y vienen a por lo mismo”.