La operación empezó justo después del 22 de mayo, cuando José Manuel Soria fue consciente de que había quemado todos sus puentes con Paulino Rivero y estaba condenado a chupar banquillo de oposición. Fue tan sincero que hasta se lo dijo a quien había sido hasta octubre de 2010 su socio y compadre: “Voy a prenderle fuego a Canarias”. Paulino Rivero, que lo conoce bien, que sabe de sus prontos y de su soberbia, le creyó, pero nunca pensó que pudiera llegar tan lejos como ya ha llegado. Profundo conocedor de las debilidades del adversario, Soria ha dedicado mucho tiempo estos últimos meses en socavar las diferencias que anidan en determinados sectores de Coalición Canaria y en alimentar las ambiciones y las ansias de revancha de algunos nacionalistas que todavía hoy sueñan con descabalgar a Paulino Rivero del poder y del control de CC. La Palma y El Hierro eran los escenarios más propicios, y si se fijan bien, jamás había visitado Soria con tanta asiduidad esas islas como lo ha hecho desde mayo hasta la fecha. Unas visitas que tenían como objetivo exclusivo minar la moral de la tropa nacionalista y socialista, prometiendo a los primeros un lugar en un paraíso futuro sin Paulino y a los otros el poder local sin los nacionalistas, que en ambas islas llevaban gobernando tres décadas. El mensaje caló y a los resultados basta remitirse: AHI perdió el Cabildo de El Hierro a manos de un pacto PP-PSOE y API ayuntamientos como el de El Paso gracias a un acuerdo idéntico. Faltaba el salto al Parlamento.