Las lavas de Timanfaya en Lanzarote “encogen” 0,6 centímetros al año porque se siguen enfriando tres siglos después de la erupción
Los campos de lava de Timanfaya, en Lanzarote, “encogen” cada año un promedio de 0,6 centímetros porque todavía se siguen enfriando, aunque hayan pasado ya tres siglos desde la erupción que los formó (1730-1736), lo que sugiere que su espesor puede triplicar el que hasta ahora se pensaba.
Cualquiera que haya visitado el Parque Nacional de Timanfaya o haya visto alguno de sus vídeos promocionales sabe que en su centro de visitantes basta enterrar poco más de un metro un puñado de paja para que esta arda o que, si se vierte agua en tubo que desciende a unos diez metros, la Tierra la devuelve en forma de géiser de vapor.
Todos esos fenómenos se producen en el llamado Islote de Hilario, el punto del parque con mayores anomalías térmicas detectadas, donde se han medido temperaturas de 380 grados a solo seis metros bajo el suelo y de casi el doble, 605 grados, a unos trece metros.
Siete investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido), el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología de Tenerife (IPNA-CSIC) y el Centro de Investigación en Geografía y Dinámicas de la Corteza de Japón, encabezados por Victoria Purcell y Eoin Reddin, publican este mes en la revista Geochemistry, Geophysics, Geosystems un trabajo que muestra lo que está ocurriendo en un área más extensa del parque, de unos 20 kilómetros cuadrados.
La erupción de Timanfaya es una de las más espectaculares de cuantas ha conocido el hombre en tiempos históricos: duró casi seis años (2.055 días), desde el 1 de septiembre de 1730 al 16 de abril de 1736, cubrió de lava 200 kilómetros cuadrados (una cuarta parte de Lanzarote) y emitió entre dos y cinco kilómetros cúbicos de materiales a través de una fisura de unos 15 kilómetros de longitud, que dejó como legado un paisaje salpicado por 30 volcanes.
Sus cifras se aprecian mejor si se comparan, por ejemplo, con la última erupción que ha sufrido Canarias, la de La Palma en 2021, que duró 85 días, cubrió de lava 11,8 kilómetros cuadrados, emitió 0,21 kilómetros cúbicos de materiales y solo formó un cono relevante.
De hecho, en los registros históricos solo hay dos erupciones fisurales mayores que las de Timanfaya en todo el mundo en los últimos 1.100 años, recuerdan los autores de este trabajo, ambas en Islandia, la de Laki en el siglo XVIII y la de Eldgjá en el siglo X.
Este equipo ha revisado tres décadas de mediciones por satélite de la altitud relativa sobre el mar de las lavas de Timanfaya, que relevan que “se hunden” (en realidad, se contraen por enfriamiento) a una tasa de seis milímetros anuales, lo que tiene importantes implicaciones.
La primera, y más evidente, es que pasados tres siglos la lava aún no se ha enfriado del todo, al menos bajo la superficie, con lo que eso implica para el estudio de otras erupciones; y la segunda, y más relevante, sugiere que el espesor máximo de la capa de lava de Timanfaya no es de 60 metros máximo, como se había estimado hasta la fecha, sino de entre el doble y el triple (de 100 a 150 metros).
Como recuerdan los propios autores, la última erupción de Canarias, la de Cumbre Vieja, de mucho menor entidad (aunque de mayores daños, porque arrasó una zona densamente poblada) dejó campos de lava con espesores de hasta 60 metros.
Y hay una tercera conclusión: probablemente, la erupción de Timanfaya emitió muchos más materiales volcánicos que los que hasta ahora habían calculado los geólogos, aunque en ningún caso llegaría a sobrepasar los récords de Islandia.
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