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Bienvenidos a Tickle Head

Fotograma de la película 'La gran seducción'.

Gara Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

120 habitantes intentarán conservar su puesto a toda costa

Es la historia de los cien habitantes del pequeño puerto de Tickle Head, Canadá. Otrora sus antepasados vivían en la abundancia gracias a los beneficios generados por la pesca. Pero ahora, la pesca no es suficiente para subsistir y los pescadores comienzan a abandonar el pequeño pueblo uno tras otro por no pasarse la vida yendo a cobrar la ayuda social una vez al mes o viendo cómo todos sus amigos emigran a la ciudad en busca de un futuro mejor. Es entonces cuando Murray (Brendan Gleeson) traza un plan para generar empleo en Tickle Head y devolverle la vida. Se trata de conseguir que una empresa de Ottawa les construya una fábrica que genere empleos a través de la industria petrolera. No va a ser fácil, hay muchos requisitos para que un pueblo sea apto para tener su propia fábrica, entre ellos, contar con un médico de familia residente que esté dispuesto a irse a vivir a esa esquina del mundo. Comienza aquí una gran seducción para hacerle ver al Doctor Lewis (Taylor Kitsch) la belleza de vivir en este pueblo. Pero esta seducción no será juego limpio, estará llena de artimañas, mentiras, escuchas telefónicas y transformaciones para ablandar el corazón del joven médico.

Un gran reparto

La delicia de ver esta película reside principalmente en su guión y en sus interpretaciones. Habitualmente podemos disfrutar del actor irlandés Brendan Gleeson, ‘El Irlandés’ (2011), ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte’ (2011) o ‘Braveheart’ (1995) entre otras, pero ver al canadiense Gordon Pinsent en acción en este film, interpretando al mejor amigo del protagonista ha sido todo un placer. Es un actor todoterreno, acostumbrado a todos los registros interpretativos: shows de televisión, teatro, cine y en todos ellos ofrece un trabajo magistral. Merece mucho la pena seguirle la pista a partir de hoy.

No es una crítica social

El film deja caer un reflejo del debate eterno y mundial acerca de la contaminación de la energía petrolera. Lo hace dejando que en la voz de algún personaje secundario suene la nota disidente. Pero el film debemos entenderlo, a pesar de lo sensibles que estamos en España con el asunto del petróleo, poniéndonos en la piel de un pueblo que quiere sobrevivir a toda costa, aunque sea vendiendo su alma al mismísimo, Repsol, ¡qué digo!, diablo.

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