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Crónica del WOMAD Las Palmas | La Música: cultura y alegría

El músico ghanés Pat Thomas y su grupo Kwashibu Arfa Balad en el Womad Las Palmas en el parque Santa Catalina de la capital grancanaria.

Álvaro Suite

Las Palmas de Gran Canaria —

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No era la primera vez que viajaba a Las Palmas de Gran Canaria. Exceptuando La Gomera y El Hierro, en algún momento de mi vida he tenido el placer de visitar el archipiélago. Quizás ahora es el momento de contaros que mi familia materna tiene sus raíces en esa parte del planeta. Y quizás también por eso, cuando me invitaron a subirme al escenario y cantar en la edición 21 del WOMAD, ni me lo pensé. Ya había tenido el placer de colaborar con los Birkins en su álbum homenaje a David Bowie y en el Primavera Sound de este año, pero hacerlo en su tierra, en mi tierra, era algo que tenía que experimentar. Y allí me planté con Laura, que nunca había estado allí a pesar de los 15 años que separan nuestra primera aventura de esta; todo mejoraba a medida que llegaba la fecha.

La mañana del viernes 8 de noviembre nos subimos aún dormidos al avión y aterrizamos dos horas y pico más tarde en Gran Canaria. Eran las 9 de la mañana y ya se notaba en el ambiente que no iba a ser un fin de semana típico de festival: no había resacas ni noduermos en el aeropuerto -a pesar de que ya habían dado el pistoletazo de salida la noche anterior-, ni abundaban las tribus guerreras ataviadas con ropajes y consignas, tampoco te invadía la publicidad en plástico ni las llamativas acreditaciones; solo pequeños grupos que me hacían dudar de si estaba en un festival de música o en una convención naturista. Podía respirar aire puro y sentir un halo de esperanza respecto a la sostenibilidad del planeta y de la raza humana.

Y de eso se trataba, esa era la clave, la que hace que el WOMAD (World of Music, Arts & Dance) sea un festival diferente al resto. El señor Peter Gabriel tuvo el acierto de idear unas jornadas en las que se podía disfrutar de la cultura y las artes en un entorno natural, donde el respeto entre personas y hacia la naturaleza fuera la norma predominante y esencial.

Con todo eso en la cabeza y ya extendido en el alma, nos llevaron al hotel para descansar un poco antes de la prueba de sonido esa misma tarde a las 16:00 horas (esta vez, hora canaria). Primero un desayuno desde la planta 23 para empezar la visita por derecho, con panorámica de la isla y a su precioso Puerto de la Luz. Calle abajo ya se escuchaban vaivenes del personal, murmullos y alegrías. No brillaba el sol, brillaba la isla. La suerte nos regaló una cama a dos pasos del escenario. Esto me llevó a pensar en el primero de los puntos fuertes de este festival: el lugar, el pueblo, sus gentes. Nos dimos cuenta de que los conciertos se realizan en el Parque de Santa Catalina, rodeado de viviendas y calles colindantes en las que ruge la vida rutinaria de sus habitantes. Y allí se iban a congregar miles de personas durante horas para cantar, bailar y reír hasta el delirio. Un pueblo verdaderamente noble y solidario.

Por ese parque y sus lindes se amontonaban con orden y sintonía decenas de mercadillos solidarios, puertos de comida internacional, talleres y actividades extra musicales aptas para todas las edades y gustos. A pocos metros, la Playa de Las Canteras, donde al día siguiente liberaron a unas tortugas después de haber sido curadas en un Centro de Recuperación. Ese mismo viernes liberaban águilas también recuperadas y salvadas. Y mientras pensabas en esto podías ver a las familias pasear y buscar su lugar para disfrutar de algunos de los más de 30 artistas de cuatro continentes durante cuatro días en los que el respeto a los vecinos y a la propia isla se mostraban con detalles como no poner música entre artista y artista -algo impensable para otro promotor-, o incentivar un programa para reciclar latas, vasos y demás residuos.

Actividades como Pasacalles, muestras de cine, poesía y otras casi 60 actividades programadas, sumado a un espíritu global y no forzado de solidaridad, tolerancia, alegría, compromiso y respeto, me hicieron pensar que posiblemente el WOMAD sea el mejor festival del planeta y que nosotros éramos unos afortunados por estar allí. Y como nosotros, las miles de personas que vivimos esos días. Tanto la organización como el personal que allí no cejó en su empeño por ganar el premio al más simpático, efectivo y profesional del año. Ni una mala cara, ni una discusión, ni falta de víveres, ni exceso de trabajo, ni retrasos ni estrés; ambientazo a raudales y trabajo bien hecho. ¡Un éxito!

Y volviendo al principio: el pueblo, la gente, el público.. ¡¡qué delicia de masa al dente y motivada!! No me van a creer si les digo que no vi una mala cara, un follón, una pelea o un simple grito fuera de tono. No les miento. Ahí están las fotos y los vídeos, las redes no engañan, yo tampoco. Y menos desde ahora, y menos acerca del WOMAD.

Como bien dijo esa misma noche la increíble Dona Onete: “La música es cultura y alegría”. Lo dijo a sus ochentapico años, de pie, moviendo las caderas y con un sonrisa de lado a lado de la cara. Laura y yo juntos sumamos esa misma edad, y deseamos desde ya regresar al WOMAD 2020 aunque fuera con tan solo la mitad de ese espíritu que nos contagió y con el que recordaremos siempre estos días en Canarias. ¡¡Muchas gracias por tanto!!

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