‘Walls’ (Si estas paredes hablasen)
En un mundo como el nuestro, que busca la belleza en lo artificial y en un monstruoso canon de perfección, donde el posado se impone a la espontaneidad, donde el peinado más descuidado lleva de fondo dos horas de ejecución o donde un pantalón roto puede costar 99 euros, es de agradecer ver intimidades tan auténticas como la que el documental Walls nos muestra.
Hace poco tiempo que los publicistas se han dado cuenta de que somos unos voyeurs y que los seres humanos queremos ver a otros seres humanos en acción y no a dioses posando llenos de nada. Por ello triunfan los canales de YouTube donde gente en zapatillas explica cómo hacer una tarta de manzana, cómo pasar una fase de Super Mario Bros o incluso cómo hacer hielo con la thermomix.
Pero el milagro de Walls no es solo abrirnos las puertas de la intimidad de dos personas perfectamente anónimas en la sociedad, sino reconciliarnos con la vida íntima de nuestro hogar, de nuestras intrascendentes rutinas y de nuestras preciosas costumbres. El curso de la Historia del mundo no va a cambiar si el Señor Istvan no ordena hoy su caja de herramientas; sin embargo es precioso que lo haga. Es necesaria su humilde manera de estar en el mundo.
La voz en off del edificio
Siempre nos hemos preguntado qué pasaría si las paredes pudieran hablar. ¿Cómo contarían la historia de sus inquilinos? Es el caso de un edificio de la ciudad de Budapest que nos cuenta como es un día normal de dos de sus inquilinos: el señor Istvan y la señora Magdi. ¿Qué puede tener de interesante ver cómo son las vidas de dos ancianos “normales”? La respuesta es: no lo sé, pero engancha.
La microhistoria
Hay un genio que duerme en los pequeños detalles, recostado en la banalidad de lo cotidiano. Mucha gente haciendo cosas intrascendentes todo el tiempo cuyo nombre no figurará en las enciclopedias pero que está constantemente contribuyendo a que el mundo cambie. Gente anónima como el señor Istvan y la señora Magdi a los que la Historia les afecta y son portadores de ella pero a los que la Historia olvidará. En este sentido la historia tiene sus favoritismos pero para luchar contra esta injusticia del olvido nació a finales del siglo XX la microhistoria, una disciplina de la historia social que pretende mirar con lupa al pasado y transmitir la importancia de lo cotidiano en el cómputo global de los sucesos históricos. Esto supone revisar el método en que nos acercamos a las fuentes y el tipo de preguntas que les hacemos a las mismas. Al hacer las preguntas correctas descubrimos vidas asombrosas como la del señor Istvan y la señora Magdi y de esta forma el vacío que tenemos al mirar al pasado y a nuestro presente no se llena de respuestas mejores siempre, pero sí de ternura.