'Eolo', vuelto del revés
A esos expertos en la búsqueda diligente de la verdad y a los que quieran sumarse a ella, les proponemos hoy un interesante ejercicio: buscar el corazón de la trama eólica analizándola al revés, no desde Celso Perdomo en dirección a Arinaga, sino desde Arinaga en dirección al charco de los lebranchos. A mayor abundamiento: la primera pregunta que debemos plantear y contestar es qué interés tenían los hermanos Esquível en pagar el alquiler del chalet que habitaba hasta hace pocas semanas el mayor de los Soria, José Manuel, el presidente del PP canario y del Cabildo de Gran Canaria. Porque así consta en los libros contables de la empresa titular de la vivienda.
José Manuel Soria ha estado residiendo al menos diecinueve meses sin pagar renta ni merced, es decir, en plan precarista en un lujoso chalet del mencionado empresario portuario. Soria puede pagar los 30.400 euros ahora, pero no parece que sea una actitud natural, un gesto habitual entre inquilino y casero, sino más bien una reacción al descubrimiento periodístico de que se estaba dando una situación completamente anómala que en cualquier otro lugar del mundo acarrearía la inmediata dimisión del político. Hasta ahora y según las cuentas, las rentas de Soria las pagaba o asumía Javier Esquível, cuyo hermano y socio José Ignacio está imputado en la Operación Eolo por su participación en la empresa Promotora de Recursos Eólicos, SA, de la que también es accionista el igualmente imputado Alfredo Briganty.
Veamos pues: si los Esquível pagaron o dejaron de cobrarle la casa a Soria y, a través de Promotora de Recursos Eólicos, corrrieron con parte de los gastos de las reformas de la casa de Celso Perdomo, el director general de Industria a las órdenes directas de Luis Soria, y hasta ahora el principal encartado, nos encontramos ante el mismo punto en el que se cierra el círculo. Y ese punto se llama Esquível.
A partir de aquí se puede desenredar la madeja partiendo de Perdomo o partiendo directamente de José Manuel Soria, el inquilino más afortunado de Gran Canaria. Y dado que desde el ex director general no ha habido manera, probemos desde el presidente del PP, el ojo que todo lo ve, el dirigente político que logró imponer en su partido un régimen de terror que impide que nadie haga nada sin su consentimiento.
Soria intentó facilitar a Esquível uno de los negocios más rentables que desde lo público se podía propiciar en relación con el concurso de potencia eólica que promovía la Consejería de Industria, que entre 2003 y 2005 dirigía su hermano Luis, siempre bajo sus órdenes directas. Había que otorgarle a Esquível no sólo la potencia para la que concursaba, sino también dos elementos importantísimos: suelo público en el mejor sitio (casualmente una de las variables más puntuadas en el concurso) y ausencia de competidores.
La primera condición fue encargada al que entonces ocupaba la presidencia de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, propietaria del muelle de Arinaga, José Manuel Arnáiz. Éste inició un irregular expediente para otorgar a Promotora de Recursos Eólicos 6.000 metros cuadrados en el espigón de Arinaga para que la empresa de los Esquível instalara allí sus megaturbinas de la marca Enercon. El expediente resultó anulado por el consejo de administración de la Autoridad Portuaria al descubrirse que se otorgaban muchos más metros cuadrados que los 2.500 que fija como tope la Ley de Puertos para adjudicar suelo portuario sin concurso.
El segundo encargo, el de dejar la vía expedita de competidores, fue ejecutado por José Manuel Soria personalmente, que ordenó a sus subordinados que desactivaran la empresa pública Megaturbinas de Arinaga, SA, participada casualmente por el Cabildo, por la Autoridad Portuaria y por la Consejería de Industria. Megaturbinas, pese a haber pretendido concursar a la potencia eólica en Arinaga y tenerlo recogido en su objeto social, desistió por deseo expreso de José Manuel Soria en un vergonzoso consejo de administración de la entidad celebrado en noviembre de 2004.
Sumemos a eso el descarado viaje a Alemania de octubre de 2004 organizado por la empresa SAP, de Alfredo Briganty, socio de los Esquível. Acudían a visitar la sede del segundo mayor fabricante de megaturbinas del mundo, Enercon, las que los Esquível pretendían instalar en Arinaga. Los nombres de los invitados no pueden ser más elocuentes: Luis Soria, Celso Perdomo, Arnáiz, los hermanos Esquível... Arnáíz y Perdomo no acudieron finalmente por diversos motivos, pero el viaje se desarrolló a plena satisfacción de todas las partes.
Según la agenda oficial de Luis Soria, en poder de la Policía, esa fue la única visita que el entonces consejero de Industria giró a una fábrica de turbinas eólicas y el único viaje que hizo de la mano de empresas que optaban al concurso de asignación de potencia eólica.
De no haberse anulado el concurso eólico y de no haberse suspendido la graciosa concesión portuaria, Promotora de Recursos Eólicos habría accedido a un negocio colosal de centenares de millones de beneficios al año.
Al no ser posible agradar a los Esquível, Arnáiz tuvo un último gesto con ellos: a espaldas del consejo de administración de la Autoridad Portuaria firmó un convenio por el que otorgaba a Promotora de Recursos Eólicos un 3,5% del beneficio que el Puerto obtuviera del campo de vientos de Arinaga si finalmente ese organismo resultaba ganador del concurso. El mismo convenio recoge incluso la posibilidad de otorgar a la empresa de los Esquível la explotación del negocio mediante un concurso, que ya imaginamos lo transparente que podía llegar a ser.
Este convenio ha sido declarado lesivo para el interés público por el Ministerio de Fomento, como no podía ser de otro modo, y el nuevo presidente de la Autoridad Portuaria, Emilio Mayoral, negocia con los Esquível su anulación. Los empresarios, de momento, se resisten.
Ni que decir tiene que Arnáiz no se atrevería a promover una acción así si no fuera con la conveniente bendición u orden de la superioridad, en aquellos momentos José Manuel Soria.
Dos más dos son cuatro, y en el mundo de los negocios esa sentencia suele ser inapelable. Si Esquível recibía todas estas ventajas de la mano de José Manuel Soria, al que tenía alojado gratis en uno de sus chalets, ¿quién está dispuesto a seguir chapoteando en el estanque de los lebranchos? Bien es cierto que la pesca de altura requiere el concurso de tribunales de rango superior, pero nunca hemos visto en el magistrado instructor miedo a la mar arbolada.