La Cumbre del Clima en Copenhague se colapsa

COPENHAGUE, 14 (Europa Press/ María Pin)

La Cumbre del Clima se colapsó este lunes en todos los sentidos a dos días del desembarco de más de 110 jefes de Estado y de Gobierno en Copenhague (Dinamarca). Por un lado, dentro del recinto, los africanos decidieron levantarse de las negociaciones porque consideran que los países ricos no quieren avanzar en un recorte profundo de sus emisiones de CO2. Por el otro, fuera del Bella Center, que alberga las conversaciones, miles de personas hicieron cola a la intemperie más de horas para intentar obtener sus acreditaciones.

La decisión de los africanos, defensores de que se prolongue el Protocolo de Kioto y se adopte un acuerdo paralelo para los países que no están en él, trastocó el programa de la COP y empezaron a posponerse ruedas de prensa, como la prevista por la 'troika' europea, en la que se encuentra España como próxima presidenta de la UE, o la que iba a ofrecer el secretario ejecutivo de la Convención de la ONU sobre Cambio Climático, Yvo de Boer, junto a un grupo de jóvenes, para hablar del estado de las negociaciones,

“Los países africanos se han negado a continuar con las negociaciones a menos que las conversaciones sobre el segundo período de compromisos del Protocolo de Kyoto sea priorizado sobre las discusiones más generales de los compromisos a largo plazo (LCA). Australia, Japón y otros habían conseguido paralizar las discusiones sobre el Protocolo de Kyoto. De las dos vías de negociación abiertas en Copenhague, sólo la del Protocolo de Kyoto incluye mecanismo para la obligatoriedad legal de las reducciones de emisiones por parte de los países ricos”, señalan desde la ONG Oxfam Internacional.

Esta ruptura era algo que no se esperaban las miles de personas que empezaron a hacer cola a las 6.30 horas de la mañana, a dos grados bajo cero, para recoger sus acreditaciones y asistir a la fase decisiva de la Cumbre del Clima. Más de ocho horas permanecieron a la intemperie miembros de delegaciones, compañías, universidades y organizaciones no gubernamentales. Eso los que tuvieron suerte, porque muchos no lograron traspasar la línea de entrada. “Tiene una capacidad de 20.000 personas, y ahora puede que haya 20.000 personas dentro. Hasta que no salgan, nadie más puede entrar”, aseguraba un policía que controlaba el flujo de personas.

NO SE ESPERABA LA FALTA DE PREVISIÓN

Ana Pueyo, investigadora de la Universidad Politécnica de Madrid, aseguraba que no esperaba este colapso en la organización después de que la Convención hubiera limitado esta semana a la mitad las acreditaciones para miembros de la sociedad civil. “De la politécnica estábamos acreditadas diez personas, pero al final nos han dado sólo cinco pases que debemos turnarnos”, explicó.

Tampoco se lo esperaba el director de una de las mayores compañías de acero de la India, Vijay Kumar Gulahati, a pesar de que se ha tenido que alojar en la vecina Suecia, en Malmo, debido a la falta de alojamiento en Copenhague. Desde fuera, Gulahati, que forma parte de la delegación oficial india, comentaba, a modo casi premonitorio, que no espera la consecución de un acuerdo en esta cita de dimensiones inesperadas, pero sí algún progreso.

Igualmente se manifestaba sorprendida Wang-Ping Ting, taiwanesa del Instituto de Investigación Tecnológica Industrial, que llegó el domingo pero no pudo acreditarse porque la organización decidió no abrir este servicio en toda la jornada, a pesar de que se sospechaba que la asistencia a partir del lunes sería muy superior a la de la primera semana de la Cumbre, cuando ya era más elevada que en ediciones anteriores. Respecto a las negociaciones, esta experta es más optimista y espera un acuerdo político, pero no un tratado internacional.

Una miembro de la delegación de Quebec, que asiste como observadora, se preguntaba insistentemente qué ocurría para que tuvieran que esperar largas colas, al tiempo que recordaba que su región se había propuesto reducir unilateralmente sus emisiones un 30 por ciento en 2020 respecto a 1990. También estupefactos estaban dos representantes de una compañía energética china, procedentes de Beigin, que no se esperaban las colas de varios kilómetros.

Poco antes de las 13.00 horas comenzó a nevar y los ánimos caldeados de los asistentes hicieron surgir gritos de protesta, como el “Let us in” (déjanos entrar) coreado al unísono por personas de diferentes nacionalidades. La protesta sirvió de poco. El café gratis patrocinado por una compañía de aerogeneradores se acabó a las cuatro horas y el gélido ambiente invitaba cada vez más a los entumecidos participantes a aproximarse unos a otros para aprovechar el calor humano mientras intercambiaban comida amistosamente.

La policía insistía con megáfonos: los que tengan suerte y sobrepasen las primeras vallas todavía deberán esperar dos horas para obtener su acreditación y no es seguro que todos puedan entrar. Muchos tuvieron que abandonar y se preguntaban que pasará en los próximos días cuando se supone que la expectación por el final y los nuevos asistentes irá en aumento.

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