La fuerza del huracán hace temer lo peor en México
Cobijados en el único hotel de la capital del estado de Quintana Roo considerado capaz de soportar huracanes, sus moradores, -empleados, funcionarios y un reducido grupo de periodistas- temen que la furia del huracán haya causado un desastre sin paliativos a la incipiente industria turística local.
El paso del ojo del huracán Dean por el sur del Caribe mexicano durante más de seis horas con una intensidad 5, la máxima en la escala Saffir-Simpson, hace temer lo peor al medio millón de habitantes de esta incipiente región turística, tradicionalmente volcada hacia el comercio con el vecino estado anglosajón de Belice.
Hasta el momento, ni los 200.000 pobladores de la zona ni los periodistas o funcionarios que han acudido a la capital han podido salir a comprobar todavía la magnitud de la catástrofe, debido a la intensidad de las torrenciales lluvias y los vientos huracanados de 260 kilómetros por hora y golpes aún superiores de 325 kilómetros por hora.
La capital de Quintana Roo, estado famoso por sus balnearios turísticos al norte de la península de Yucatán, es una ciudad de pequeñas viviendas, sencillas y humildes, donde no sobresalen altos edificios como en las líneas de playa del norte del Estado, privilegiado enclave natural y centro turístico mundial.
Las frágiles viviendas y comercios frente a los que sus propietarios y vecinos se afanaban en apuntalar ventanas y puertas pocas horas antes de la llegada del huracán Dean han tenido que soportar el inmisericorde castigo del viento racheado acompañado de torrentes de agua.
El propio hotel, del que sus trabajadores y visitantes no han podido salir todavía, sufría los embates de una intensa noche de vigilia y ya de madrugada, aún de noche, algunos empleados se esforzaban por recuperar algunos de los elementos destrozados como puertas, ventanas y cristales
Los graves daños producidos en el establecimiento hacen prever unas devastadoras consecuencias sobre las frágiles viviendas de los habitantes de Chetumal y las poblaciones de alrededor.
Los empleados del alojamiento, muy preocupados por la suerte de sus familiares, tratan de concentrar la atención en los primeros trabajos de recuperación de daños, aun a riesgo de resultar alcanzados por cualquier objeto que vuela o un desprendimiento de la mampostería desvencijada para evitar que sean un peligro para huéspedes y viandantes.
Ninguno ha podido contactar hasta ahora con sus familiares, de cuya suerte no tienen noticias, por falta de comunicaciones, e incluso en la corta distancia es difícil hacerse oír dada la intensidad del repicar del tejado, las ventanas y el choque del viento y agua contra las paredes.
La noche a oscuras acrecentó los ruidos del impacto del huracán cuyos vientos desatados, pasada la medianoche, anunciaban fuertes rachas de lluvia que daban prueba de la furia del huracán.
A pesar de la falta de noticias y las dificultades de las comunicaciones, desde algunos centros de acogida como el Centro de Bachillerato Agropecuario de Chetumal llegaban noticias de una noche en vela, en un edificio que resistió bien el embate de la lluvia y el viento.
En el mismo lugar adonde acudieron para refugiarse un grupo de turistas españolas, Virginia Domínguez, vecina de Chetumal, confirmó que la edificación había resistido bien, aunque a través de las ventanas reforzadas con maderas penetrara el agua y el viento.
Aunque pasaron una mala noche, explicó Domínguez, estuvieron atendidos y no les faltó agua ni comida.
Elisabeth, una turista de Zurich, que vivía su primer huracán, optó por refugiarse en el baño de la habitación de su hotel, acomodada con un colchón en el interior de la bañera.
Las autoridades han vuelto a pedir de madrugada a los habitantes de Chetumal y sus inmediaciones que mantengan la calma y continúen en sus refugios otras cuatro horas para evitar daños personales, pues el viento sopla con fuerza, aunque el huracán ha perdido fuerza y las lluvias aún suponen un riesgo.