El presidente israelí será acusado por delitos de acoso sexual y violación

El fiscal general de Israel, Mijael Mazuz, comunicó este martes al presidente del Estado, Moshé Katzav, que está “sopesando” la posibilidad de someterle a juicio por varios delitos sexuales -entre ellos de violación- contra cuatro funcionarias con las que trabajó a lo largo de su carrera.

Los abogados del presidente reaccionaron rápidamente reafirmando la inocencia de su cliente, pero informaron de que si acaba habiendo juicio Katzav cesará provisionalmente en sus funciones.

En una rueda de prensa esta tarde, los abogados de Katzav, Tsion Amir y David Libaí, este último ex ministro de Justicia, informaron de que el presidente cumplirá con un compromiso que asumió ante los jueces del Tribunal Supremo de cesar temporalmente en sus funciones si es juzgado.

Katzav, oriundo de Irán y de 61 años de edad, goza de inmunidad y, según la ley, puede seguir en funciones hasta terminar su mandato en mayo próximo.

Pero si se negara a dimitir puede ser destituido con el voto de 90 de los 120 miembros del Parlamento (Kneset), donde todos los partidos le exhortaron a renunciar “para salvar la institución presidencial”.

El propio presidente, que lleva meses evitando a los periodistas, se explicará mañana en una rueda de prensa.

Sus abogados adelantaron hoy que “el presidente se siente muy ofendido” por la decisión del fiscal general que “le cayó como un jarro de agua fría”.

Amir afirmó además que Katzav “está decidido a seguir luchando por demostrar su inocencia”.

El primer caso de acoso sexual imputado al jefe del Estado fue denunciado por una mujer conocida como A, una ex colaboradora de Katzav cuando era ministro de Turismo, en los años 1998 y 1999, pero el más conocido es el de otra A, que le acusa de haberla violado cuando era su secretaria en la residencia presidencial.

Al estallar el escándalo por delitos sexuales del presidente, en julio del año pasado, el diario Yediot Aharonot informó de que A exigió a Katzav 50.000 dólares bajo amenaza de denunciarlo por violación si no le proporcionaba trabajo al retornar de los Estados Unidos, a donde había viajado después de vencer su contrato.

De hecho, fue Katzav quien “destapó la olla” al acusarla de pretender extorsionarle, aparente alusión a esa exigencia de la que dio cuenta el rotativo de Tel Aviv y que no ha sido confirmada.

A, la ex secretaria de la Presidencia, es la única mujer conocida por la opinión pública; los medios locales suelen publicar fotos suyas de cuerpo entero pero con el rostro tapado.

Los otros dos casos, de un total de catorce denuncias por abuso sexual, no han trascendido y fueron descartados por haber prescrito, según fuentes del Poder Judicial.

Los letrados, se supone, solicitarán ahora toda la documentación pertinente para estudiar cuál será la reacción de Katzav, quien ya pidió declarar ante el Tribunal Superior de Justicia en caso de que finalmente se le encauce judicialmente.

A las graves acusaciones de delitos sexuales, por los que puede ser condenado a tres años en prisión, se suma el hecho de que Katzav es sospecho de estafa, abuso de autoridad y de impedir la presentación de testigos.

La recomendación de Mazuz se esperaba hace seis semanas pero el fiscal del Distrito de Jerusalén, Eli Abarbanel, dijo entonces que no existían pruebas suficientes para varias de las catorce denuncias contra el presidente, que niega todos los cargos.

Al término de la rueda de prensa de los abogados, Libaí pidió a los periodistas que “esperen con paciencia” la decisión final.

Katzav a menudo se ha quejado de estar siendo “linchado públicamente por los medios” y este lunes se comparó incluso con Alfred Dreyfus y con las víctimas del macartismo.

“Nosotros poseemos pruebas que pueden hacerles cambiar de opinión”, dijo Libaí sin proporcionar más detalles, ni explayarse sobre el expediente pues el presidente tiene aún la posibilidad de defender su inocencia antes de ser encausado judicialmente.

Libaí se limitó a insinuar a los periodistas que las mujeres que le acusan pueden actuar para vengarse de él por haber perdido sus puestos de trabajo cuando él era su jefe.

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