Chirino vuelve a la semilla
La dimensión universal de Martín Chirino no podía encontrar mejor lugar que el Castillo de La Luz para la vuelta a la semilla. No es difícil imaginar que en sus idas y venidas entre Las Canteras doméstica y el Puerto de La Luz, abierto a todos los mares, intuyó la que habría de ser su vida. Quiero pensar que igual fue, casi un niño todavía, cuando se le ocurrió que si el hierro podía flotar en las aguas de la bahía no había razón para que no pudiera también volar. Lo que quizá hubiera quedado en fugaz ocurrencia de niño de no moverse en un inquieto entorno humano e intelectual excepcional, que lo era doblemente en el ambiente opresivo de prolongada posguerra que era, en Las Palmas de Gran Canaria de su juventud, para salir corriendo. Lo comprendí muy bien cuando conocí a Martín hace más de cuarenta años. O más. Eran sus visitas discretas, calladas para no alertar a los fantasmas y pude entrevistarle, en una mesa de la cafetería del antiguo Hotel Palace, gracias a los buenos oficios de algunos amigos comunes, tinerfeños por cierto, que intermediaron para que se dejara.
Uno, la verdad, no entiende demasiado de arte y mi natural propensión a la pereza hace que no me pare demasiado, heréticamente si quieren, en los objetos producidos y me interese más la aventura vital del autor para entrever el sentido de su obra; la que en Martín arranca de los escenarios de su infancia y primera juventud, se prolonga en una elaboración intelectual que incluye en su materialización el dominio de la forja para que el hierro pueda volar, describir espirales de viento que lo mismo se abren a ocupar el espacio sin ahogarlo que se enroscan en apariencia cuando en realidad son infinitas; aunque tengan un punto desde el que se desenvuelven, el que ha impedido que el vértigo de la propia espiral le hiciera perder pie en su tierra natal, que él mismo califica de inestable pero de la que toma su energía como señalado de los dioses.
Martín está, pues, donde debía estar. Pero me inquieta que anden los políticos de por medio. Lo digo porque recuerdo bien su labor al frente del CAAM. Su buen hacer y prestigio profesional le dio una proyección internacional al centro hasta que hizo acto de presencia la mezquindad politiquera, uno de los demonios insulares que, cómo no, asomaron su feo rostro en la inauguración del otro día. La ausencia de representantes del Gobierno canario resultó muy significativa. Dicen que fue por razones protocolarias, porque no se previó la intervención, más bien diría que se impidió, de Paulino Rivero mal que le pese a Soria todavía la primera autoridad autonómica. La eterna disputa por sacar más la barriga que es, como ha indicado José Miguel Pérez, un clásico en los actos organizados por el PP. Menos mal que el homenajeado sabe pisar en tierra inestable.
Naomi Klein en España
Hace unos días, El Mundo publicó una entrevista con Naomi Klein a su paso por Madrid para presentar Esto lo cambia todo, su último libro. Es una canadiense de 45 años, doctora honoris causa por la Universidad de King’s College, de Nova Scotia y fue titular de la cátedra Miliband en la London School of Economics. Figura en el lugar undécimo del listado de intelectuales más relevantes del mundo de las revistas Prospect y Foreign Policy. Si en este nuevo libro señala a los políticos como el mayor obstáculo para hacer frente al cambio climático, en otro anterior, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, que alguien calificó de “historia no oficial del libre mercado”, desvela la violencia criminal del neoliberalismo. En él relata, de forma cruda y muy documentada cómo el conglomerado industrial, comercial y gubernamental que controla el mundo hace de los desastres, las guerras y la inseguridad ciudadana los instrumentos despiadados de la economía que ella llama del shock. Este trabajo suyo, La doctrina del shock, se publicó en 2007, antes de que estallara la crisis, por lo que es evidente que ya la barruntó durante el tiempo de preparación de la obra. Aportó Klein en ese trabajo innumerables claves sobre las causas de la crisis y la preocupante situación mundial.
Pero vuelvo a la entrevista en un asunto, el energético, que nos interesa especialmente. Dice Klein: “Mientras Merkel ha impuesto el yugo de la austeridad al sur de Europa, en su país ha estallado el movimiento de la transición energética. La energía se ha descentralizado y se ha democratizado. Ciudades como Hamburgo y decenas de pequeñas poblaciones han tomado el control de su propia energía. Hay más de 900 cooperativas y se han generado 400.000 empleos… Mientras, en España, se castiga la energía solar, se destruyen 30.000 puestos y se genera una situación absurda […] España está dando pasos de gigante en la dirección equivocada. ¿Cómo se puede castigar a quien decide instalar placas fotovoltaicas en su tejado? ¿Y cómo se puede cerrar las puertas a una fuente de generación de empleo? Un país que era un referente mundial en renovables se ha convertido en un caso único en el mundo”.
Klein, que asegura haber estudiado de cerca el caso español, desde la desregulación de 1997, menciona el flaco favor que le hace el Gobierno español a la lucha contra el cambio climático y expresa su esperanza de que, al igual que en Alemania, llegue la democracia a la energía. Es evidente que se ha fijado en la política energética española sin considerar que España padece la derecha más anticuada del continente, la que controla la economía y el Gobierno. Y en relación con su último libro, sin saber que Rajoy tiene un primo en Granada para quien el cambio climático es un timo.
Soria, Montelongo y las penas del PP
La Fiscalía pide prisión para Águeda Montelongo, pero ella sigue de candidata con el respaldo de Soria. O sea, que pasa de mera imputada para emprender el camino de sentarse en el banquillo, pero ahí sigue amparada no por la cúpula sino por el cupulón soriano. Que no me parezca bien (ni mal ni regular, en tratándose del PP) no quiere decir, ojo, que considere a Montelongo culpable de los delitos que le atribuyen pues determinarlo corresponde a los jueces. Pero, por lo visto, aquí hay que explicar, cada vez que se abordan asuntos como éste, que una cosa son las responsabilidades penales o administrativas y otras las políticas. La política, les tengo dicho, es cruel y exige a aquellos sobre los que hay dudas que se aparten para no perjudicar a sus propios partidos, al Gobierno si es el caso, a fin de no dañar la credibilidad de la democracia. Ya se trate de Montelongo, ya de Chaves y Griñán en Andalucía, o de la alcaldesa de Telde. Mucho más en una democracia en retroceso como la española por obra y gracia del Gobierno pepero cuyo último hito ha sido la ley de Seguridad Ciudadana; de la que prefiero ocuparme en este apartado porque lo de Soria y su dedo aburre hasta a las sillas de tan repetitivo.
Nada nuevo diré de la ley de Seguridad Ciudadana. Organizaciones de profesionales del Derecho, instituciones jurídicas nacionales e internacionales, partidos, asociaciones de esto, de lo otro y de lo de más allá, juristas de prestigio, etcétera, se han pronunciado en contra de esta ley pero como quien oye llover. Salió adelante con los solos votos del PP y el anuncio de la oposición de que en cuanto desaloje al PP procederá a su derogación; que es lo mismo que ha dicho respecto a otras leyes, como sería el caso de la ley de Educación que pone la catequesis católica al mismo nivel que otras asignaturas; para que no quede duda de la voluntad pepera de desideologizar la enseñanza. Yo no soy nada partidario de la independencia de Cataluña, pero comprendo que haya catalanes desesperados por salir corriendo.
En fin, que volví a desviarme de la cariñosamente llamada “ley mordaza” del ministro de Fernández Díaz. Tanto se ha dicho de ella que no me queda sino añadir, demagógicamente por supuesto, que se trata de una invitación urbi et orbe a no salir de casa fuera de las horas de trabajo y evitar el riesgo de acabar en comisaría si un policía se empeña en que le has dirigido una mirada atravesada. No se podrá siquiera tomar imágenes de las actuaciones de la Policía, muy al estilo, por cierto, de los países del Este antes de la caída del muro de Berlín, que para esta gente debe ser de las pocas cosas buenas de los regímenes ex comunistas.
Y ya metido en demagogias, diréles que junto a la ley de Seguridad Ciudadana, perfeccionándola, va la reintroducción en el Código Penal de la antes llamada “cadena perpetua”. Muchas debieron ser las vueltas que le dieron al nombrecito para que colara mejor porque, como comentó la otra noche Martín Pallín, les salió el oximoron de llamarla “prisión permanente revisable”: no se entiende muy bien cómo algo permanente puede revisarse sin que deje de serlo. Según parece, lo que quieren decir es que, para empezar a hablar, el condenado tendría que cumplir un mínimo de 25 años. Un periodo de tiempo suficiente para anular al condenado cualquier expectativa y no le merezca la pena, nunca mejor dicho, ser buenecito y observar una conducta carcelaria modélica y le reduzcan el tiempo de prisión por buena conducta y demás. Cumplido ese plazo se revisaría su caso.
Es verdad que esa cadena perpetua se aplica a los delitos de extrema gravedad pero no es menos cierto que ni la pena de muerte, de la que no faltan en España partidarios, ha conseguido en sitio alguno reducir el número de espantosos asesinatos, ni inhibir la participación en organizaciones mafiosas o terroristas que son algunos de los supuestos contemplados. No es, desde luego, un problema fácil de resolver, pero si hay una cosa segura es que la solución jamás vendrá mediante la satisfacción de los instintos vengativos de los sectores conservadores de la sociedad que tanto gustan al PP. No entiendo que Pedro Sánchez haya firmado la aceptación por el PSOE de la cadena perpetua para informar, a renglón seguido, que la eliminará si gana las elecciones y forma Gobierno. Dado que aseguró firmar por responsabilidad institucional, será que no le importa dejar de ser responsable si llega mandar. Total, que casi estoy por hacerme catalán.
El laberinto de Susana
Susana Díaz no cabía en sí la noche de las elecciones andaluzas. No obtuvo la mayoría, pero las ganó con la ayuda de un PP embajonado que da gusto. Y al día siguiente mismo comenzó a correr el calendario hacia el próximo 16 de abril en que se constituirá el nuevo Parlamento andaluz. Necesita en ese tiempo cerrar pactos con otras fuerzas que le voten favorablemente o se abstengan en la sesión de investidura. En contra juegan los cálculos de los partidos rivales muy conscientes de que lo que hagan en Andalucía tendrá su reflejo en las próximas convocatorias electorales de ámbito estatal. A favor de Díaz, la certeza de que en esos mismos cálculos no dejará de tenerse en cuenta que, a poco se pasen de flamencos y se cierren en banda, podrían forzar la convocatoria de nuevas elecciones andaluzas. De ahí la relativa tranquilidad de los socialistas: piensan que los rivales no apurarán hasta ese extremo y que, si lo hacen, las urnas le darían a la socialista la mayoría absoluta.
Las posiciones de partida están claras. El PP está decidido a votar en contra de la investidura. Después de dar el coñazo con que debe gobernar el candidato más votado sin pactos ni zarandajas, ahora limitan ese supuesto a las elecciones municipales en la esperanza de conseguir un número suficiente de alcaldías que reduzca el impacto del desastre de las autonómicas. En cualquier caso, según parece, los socialistas confían en que los populares acaben, por responsabilidad institucional, no obstaculizando la investidura de Díaz para evitar nuevas elecciones. La tal responsabilidad es, por lo visto, un comodín que sirve para todo.
En cuanto a IU, sus pobres resultados le restan posibilidades de inclinar la balanza. Más cuando consideran que una de la causas de su pinchazo fue el apaño de la legislatura anterior con el PSOE.
En cuanto a Ciudadanos, ya Albert Rivera dejó claro, hasta donde pueda estarlo, que no está dispuesto a apoyar a la candidata socialista mientras no se desprenda de Chaves y Griñán, los que en este momento personifican el daño que puede hacerle a un partido respaldar a quienes están en trances judiciales, al margen de que sean culpables o inocentes. Rivera, sin duda, trata de adoptar una actitud que no perjudique sino todo lo contrario las posibilidades estatales de su partido.
Podemos es, a mi juicio, quien debe hilar más fino. Su candidata, Teresa Rodríguez, no está por dar el brazo a torcer. Exige al PSOE que se desembarace de Chaves y Griñán, que el Gobierno andaluz rompa con los bancos que desahucien a familias sin recursos y que se reduzcan los altos cargos. Ni da su brazo a torcer ni se baja del burro que también se dice. Sin embargo, ya ven, algo debe habérsele pegado a la cúpula estatal podémica de la casta al considerar que las exigencias de Teresa Rodríguez no son “líneas rojas” sino solo “propuestas”. O sea, frente a la exigencia de máximos de Rodríguez, el gradualismo cupular que acentúe la moderación a partir del principio, imagino, de que la política es el arte de lo posible, que el de los imposibles es para las campañas. De todos modos, ha adelantado Podemos que, de avenirse a no obstaculizar el acceso a la presidencia de Susana Díaz, no mediará pacto alguno que conlleve cargos ni contrapartidas políticas.
En definitiva: es evidente que el anticipo de las andaluzas no perjudicó a Susana Díaz, como muchos auguraban; que esa anticipación ha puesto de relieve la trascendencia estatal de Andalucía y que lo más probable es que la candidata socialista obtenga la investidura a la primera pues no creo que nadie se atreva a forzar nuevas elecciones.
El buen ejemplo del Sureste grancanario
Dunia González, Juan José Gil y Antonio Morales son la alcaldesa y los alcaldes de Santa Lucía, Ingenio y Agüimes, los tres municipios que integran la Mancomunidad del Sureste; al que me he referido más de una vez como ejemplo de gestión a tener en cuenta. Su última iniciativa ha sido la compra de cuatro coches eléctricos alimentados por un nuevo aerogenerador instalado en el Polígono de Arinaga. Uno de los vehículos será para uso de la Mancomunidad y los tres restantes para laas respectivas alcaldías. Cuentan con siete puntos de recarga de los que cuatro serán de uso público. Los vehículos tienen una autonomía de 150 a 185 kilómetros, se alimentaran en siete puntos de recarga, cuatro para uso público y cada uno supone un ahorro del 60% en desplazamientos y del 40% en mantenimiento: pasan de los ocho euros en gasolina por cada 100 kilómetros a tres euros con la tarifa diurna de electricidad. De los 27.500 euros anuales que los tres ayuntamientos gastaban con los cuatro coches anteriores se ahorrarán 13.000.
El Sureste importa al año 64 millones de combustible y tiene una flota de 70.000 coches que gastan, considerando un recorrido medio de 50 kilómetros/día por vehículo, unos 68 millones. Antonio Morales, que preside la Mancomunidad, señaló que si los vecinos del Sureste utilizaran coches eléctricos alimentados con renovables, alcanzarían un ahorro de diez millones de euros anuales y se dejarían de emitir a la atmósfera 87.000 toneladas de CO2.
El coste del proyecto ascendió a 173.899 euros y visto que se trata de otro frente para defensa de la isla, se echa de menos, por lo que he podido leer, la presencia del Cabildo de Bravo: nadie debió advertirle que era una bonita manera de chinchar a Soria cuyo Ministerio de Industria tampoco aparece interesado en el asunto. ¿Cabe preguntarles por qué será?
Si vuelven atrás y releen las declaraciones de Naomi Klein en relación a Alemania verán que el Sureste va en esa línea de la soberanía energética y la sostenibilidad que tan poco interesa a la dirigencia canaria pero que avanza muy a su pesar. Los esfuerzos en solitario de la Mancomunidad son de los que reconcilian a uno con esta tierra de despropósitos.
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