Rajoy tocó a rebato contra los “experimentos”
Dijo Rajoy que los resultados de las elecciones andaluzas no son extrapolables, qué va, a las locales y autonómicas de mayo ni a las generales que cerrarán este añito que nos traemos. Sin embargo, destacados miembros de su partido y otros que se me ponen a tiro a la hora del café no debieron recibir a tiempo la consigna. Lo digo porque a los choques de los/las primeros/as espadas nacionales del PP, que reducen el fiasco andaluz a la idoneidad o lo contrario del candidato dedignado, se añade la preocupación de quienes, sin ser propiamente de la puta base, se mueven cerca de ella y te cuentan cosas en la confianza de que uno es una tumba. El caso es que decidió el presidente convocar a más de quinientos cargos del partido para cerrar filas a ver si consigue evitar el batacazo que le auguran las encuestas en las próximas elecciones de mayo; por si acaso resultan extrapolables las andaluzas que cargó el diablo.
La reunión de la directiva pepera no era deliberativa ni mucho menos decisoria. Rajoy no la ha convocado en los últimos años de modo que no debe considerarla necesaria. Sirve para lo que sirve; en este caso, para colocar su discurso y medir la duración, la intensidad y el entusiasmo de los aplausos. Un discurso en que pidió “unidad, disciplina y lealtad” y dado que sólo se pide aquello que no se tiene, podrán imaginar cómo anda de escaso de semejantes virtudes el patio pepero. El tono de la intervención de Rajoy fue mitinero, rozando las fronteras del fervorín. Lo que no me pareció adecuado pues no se dirigía a su querida mayoría silenciosa sino a cargos públicos del partido, o sea, a sujetos de colmillo mayormente retorcido y cargados de los resabios de los caballos viejos; como el que le vendieran a un amigo a precio de ganga y que se le iba al suelo a poco le tirara de las riendas para que echara a la izquierda, precisamente, pues era de los amaestrados para simular el gran talegazo en los rodajes de películas del Oeste.
Decíales que Rajoy exigió unidad, disciplina y lealtad de lo que deduje que son actitudes que echa de menos en el partido tras el sacudón andaluz. Deducción a la que añadiría lo que pueda tener de reflejo de su falta de autoridad para imponer a los contendientes el lavado en casa de los trapos sucios. En lavadora industrial, se entiende. Casi una alegoría de esa falta de autoridad, incluso de desconsideración, fue que, en el debate sobre el Estado de la Nación, mientras él discurseaba, Celia Villalobos, que presidía en ese momento la sesión, jugaba con su tableta. Que yo sepa, Villalobos no se ha disculpado ni nadie se lo afeó. Tampoco ha reprendido Rajoy, no vayan a enfadarse, a los dirigentes andaluces que despotricaron de Ciudadanos por su origen catalán y el hecho de que su líder se llame Albert, lo que, cuando menos, no parece demasiado oportuno en las filas de un partido que gobierna cuestión tan delicada como la independencia de Cataluña. Y no les digo de la tibieza ante los casos de corrupción que hacen de la tolerancia cero una figura retórica.
En ese clima y con ese panorama, Rajoy trata de evitar que las elecciones de mayo sean otro desastre que condicione las próximas generales. Rajoy es, posiblemente, el presidente del Gobierno que ha acumulado en democracia mayor poder local, autonómico y dentro de su partido y llama la atención lo poco que le ha durado.
Creo que el problema de Rajoy, del PP y del conjunto de la derecha española, al menos de la más genuina y tradicional, es que de tan conservadora no acepta la dictadura del paso del tiempo. Cuando Rajoy señala con el dedo a los partidos emergentes, a los que califica de meros “experimentos” frente a la supuesta solidez y experiencia de su partido, revela que anda todavía en una concepción elitista, decimonónica, de la política en la que el pueblo llano no cuenta. Un trasunto de la época del voto censitario cuando solo tenían derecho a votar quienes alcanzaran cierto nivel de ingresos. Una mentalidad, en fin, de la que no acaba de desprenderse pues si algo caracteriza la política del PP es, precisamente, su favorecimiento a los ricos y poderosos a costa de las clases populares y medias a las que se les exige que no molesten. No creo necesario entrar en los detalles de esas políticas que responden en lo sustancial a la transferencia buscada de las rentas del trabajo a las del capital. Sus efectos, a la vista están.
Mucho confía Rajoy en cambiar el signo de la que se le viene encima con los datos económicos favorables. Desde luego, es evidente la mejoría en lo que se refiere al paro y a la afiliación a la Seguridad Social. Pero eso, con ser verdad, lo convierte el PP en una mentira más al ocultar que, según las informaciones puestas a circular por órganos del propio Gobierno, el 90% de los contratos suscritos en marzo fueron temporales, con unos salarios muy bajos y en unas condiciones laborales de apaga la luz y vámonos, que es lo que están haciendo muchos. Al propio tiempo, aumenta el número de parados sin protección alguna: en febrero de este año lo hizo en un 13,7% más que en el mismo mes de 2014. También ha sido incapaz Rajoy de explicar que la mejoría de que habla poco tiene que ver con su política y mucho con una serie de circunstancias, algunas excepcionales, que dependen de las instancias económicas y financieras internacionales por lo que no parece de recibo el gradualismo esperanzador transmitido por el Gobierno al asegurar que la mejoría se extenderá como una mancha de aceite y que es cuestión de tiempo que dé para todos cuando, en realidad, todo depende de las ventoleras internacionales. Para reforzar la sensación de remontada, el Gobierno anuncia reducciones de impuestos, mejoras en determinadas prestaciones y otras medidas porque, asegura, ahora ya puede hacerlo. Casualmente en las cercanías de unas elecciones. El Triunfo de la Fe.
Hay otro aspecto fundamental que, a mi entender, no considera Rajoy. Y es que hubo un tiempo en que la miseria de la inmensa mayoría de los españoles les impedía concebir que hubiera una vida mejor; al punto de que si se les apretaba un poco más ni cuenta se daban. Mal de muchos consuelo de tontos. El cambio, en ese sentido, es que los españoles ya conocen el bienestar, lo echan de menos y les irrita que insulten su inteligencia y mayoría de edad con la descripción de realidades que no se ven por parte alguna. Porque Rajoy no ha explicado las razones y los objetivos de su política que muchos ciudadanos sienten como un saqueo de lo que llevaban avanzado mediante la privatización de bienes y servicios fundamentales garantizados incluso por la Constitución y el retroceso de los derechos democráticos. Una ausencia de explicación para ocultar que esa mejoría de que alardea Rajoy viene determinada desde instancias supranacionales y a Draghi bendito. Casi estamos de vuelta a los tiempos del franquismo en que debíamos recurrir a los periódicos y a las radios extranjeras para enterarnos de lo que ocurría aquí. No es extraño que la consigna para estos días sea el reconocimiento, sospechosamente simultáneo, de un buen número de dirigentes peperos de que no han sabido vender lo mucho y bueno que dicen haber hecho. Algo difícil con un presidente atrincherado en su pantalla de plasma y unas ruedas de Prensa en las que no se permite preguntar.
Ciudadanos en Canarias
La derecha más centrada de Canarias parece rendida a Ciudadanos tras la visita de Albert Rivera. Razones tiene el PP para inquietarse. Y no sólo la derecha pues, aunque sigamos hablando de derechas e izquierdas, lo hacemos cada vez más por economía de lenguaje que porque se mantenga la rigidez de esas alineaciones ideológicas. Es posible ya concebir que los electores dirijan su voto a un lado o al otro en función de consideraciones más prácticas y menos ideologizadas. Creo que ese es el sentido de la afirmación de Pablo Iglesias de que la cuestión no es hoy de derechas izquierdas sino asunto de los de arriba y los de abajo. Algo que el PP no entiende en su empeño de caracterizar a los de Podemos como de la izquierda más radical que imaginarse pueda y dar por sentado, como señala Aguirre, que de ganar las elecciones se acabará la libertad en España; sin aclarar si se refiere a la libertad para huir perseguida por la Policía sin las consecuencias que eso tendría para cualquier otro ciudadano. No han sabido encontrar relevo al oro de Moscú sustituido por cosas aún más improcedentes, como la instauración en España de un régimen de corte castrista o de una república bolivariana. Y lo curioso es que creen haber dado con las claves alevosas de Iglesias.
Pero los errores se pagan y error ha sido no tener en cuenta el caldo social del que brotó Podemos con lo que le faltaron a los peperos elementos de juicio para analizar el fenómeno de Ciudadanos, el pariente más próximo de los podemistas aunque difieran en estilo y expresiones. Ambos representan, desde luego, el cambio generacional; en el plano de la dirigencia política y en el de sus seguidores y de alguna manera, de forma más evidente en Iglesias, en la reivindicación de una “privacidad” ideológica. Iglesias, sabrán, se dice de izquierdas pero no tiene inconveniente en ir de bracillo con quienes no lo sean tanto o no lo sean nada. Las aspiraciones de unos y otros son las mismas y aunque se hable de los de arriba y los de abajo tienen menos de enfrentamiento de clase que de exigencia de igualdad en derechos y deberes; lo que se da de narices con la política del PP que favorece a los de arriba sobre las costillas de los de abajo. Los dos emergentes reivindican el concepto de “ciudadanía” a partir de la constatación de que una cosa es la ideología y dos cosas la necesidad ciudadana de disponer de oportunidades y servicios públicos iguales y eficientes para todos. La ideología influiría en la forma de alcanzar ese objetivo de igualdad. En este sentido creo que ya es demasiado tarde para que el PP pueda posicionarse y compensar el impacto de los partidos emergentes pues su política privatizadora tiende a generar dos castas de ciudadanos. Es decir, ha apostado por la vieja idea no sólo de que siempre habrá ricos y pobres sino por la necesidad de que se note. Al menos los curas medievales y no tan medievales consideraban a los pobres necesarios para que los ricos pudieran ir al cielo practicando la caridad; hoy ni eso. No sé si el PSOE lo ha entendido a pesar de que algo ha cedido en su inicial hostilidad con Podemos, atemperada por su éxito andaluz y porque no le va tan mal en las encuestas que reflejan, además, un cierto estancamiento de Podemos; sin reparar en que si Ciudadanos toca más directamente al electorado pepero, no deja de haber entre los socialistas quienes puedan sentirse más cómodos con los de Rivera. En cualquier caso, hemos de reconocer que ambos dos emergentes, los “experimentos” que dice Rajoy, han dado voz a una fuerte repulsa social a la corrupción tan generalizada ya que el propio presidente del Gobierno se sintió obligado a reconocer que ha afectado de forma muy directa e intensa a su partido. Si rizamos el rizo, habría que subrayar la distinción entre el “cambio” que proponen los emergentes y el “recambio” de los viejos partidos que incluye retrocesos democráticos como el de la Ley mordaza dirigidos a impedir que las cosas cambien. No sé si me explico.
Así, sí
Al dejar la presidencia regional anual de Asinca, Andrés Calvo, que preside la regional de Santa Cruz de Tenerife, ha hecho unas declaraciones a Canarias7 que merecen comentario. Entre otras cosas, porque aborda varias cuestiones con la sensatez de que carecen los pronunciamientos de algún “santón” empresarial grancanario de los de Dios libre y guarde. Calvo se queja, por ejemplo, de que la Comisión Territorial y del Medio Ambiente (Cotmac) frena la inversión en Canarias pero no por eso se sube a la parra desde la que Soria clama por su eliminación. Confiesa no saber si es o no necesaria suprimirla por lo que su crítica admite la posibilidad no de acabar con ella sino la de reformar sus procedimientos y que cumpla con sus fines con la presteza y agilidad que requieren los proyectos empresariales. Calvo refleja así la diferencia entre la mentalidad de los especuladores, que lo que desean es barra libre y la del empresario, del industrial, que denuncia las dificultades y contratiempos provocados por el mal funcionamiento de un organismo. Es la diferencia, en fin, del especulador que practica la tierra quemada y la más frecuente del industrial que mira más por la permanencia en el tiempo de su actividad. La vieja historia de la cigarra y la hormiga.
Y ya que menté a Soria, me parece oportuno recordar actuaciones suyas como la venta de Sialsa con la que dio un buen golpe a la ganadería grancanaria pero fue, sobre todo, una iniciativa desindustrializadora. No le dio a Sialsa la posibilidad siquiera de replantearse su estrategia empresarial sino que la borró de un plumazo. No tengo ahora mismo información de lo que ha sido de ella y si el interés de quien la adquirió era la industria láctea o fue una simple inversión para con el tiempo, especular con su solar. No vendría mal indagar por esa vía. Pero estaba con Soria que armó otra buena cuando se empeñó en deshacerse del suelo industrial del Cabildo de Gran Canaria en el Polígono de Arinaga donde dio en hueso con Antonio Morales. Por aquel entonces recuerdo haber escrito que esa venta era una forma de debilitar la posibilidad de que la corporación insular dispusiera de una reserva de suelo que le permitiera, en su día, emprender iniciativas industriales en aras de una mayor diversificación de la actividad económica, que viene a ser como el billete de 500 euros del que todo el mundo habla pero que casi nadie ha visto. Precisamente la falta de suelo es otra de las dificultades del sector industrial señaladas por Calvo pues se une su escasez física, impuesta por la naturaleza de las islas, al hecho de que siempre podrán pagar más por él los especuladores que quien pretenda instalar una industria.
También abordó Calvo el asunto energético. Considera que el gas beneficiaría a la industria porque es más barato que el petróleo. La cuestión sería por cuanto tiempo eso será así; sin olvidar que las zonas inestables productoras de petróleo son las mismas que suministrarían gas. Acercarse cuanto sea posible a la soberanía energética lo aconseja la prudencia más elemental. Calvo no considera el gas incompatible con las renovables, tan castigadas por Soria, implacable en la medida en que serán quienes le sucedan los que carguen con el muerto de las querellas que han provocado sus actuaciones. Es lo que en lo antiguo se llamaba tirar con pólvora del rey pues tocará al Gobierno, es decir, a los contribuyentes, hacer frente a las indemnizaciones que pueda decretar la Justicia.
Calvo hizo sus declaraciones a Silvia Fernández con motivo de su salida de la presidencia anual de Asinca e hizo referencias a otros asuntos pero me quedó con éstos que me parecen los más significativos ahora mismo y ofrece la perspectiva de que hay empresarios y empresarios y políticos que dan pena. Una lástima que no consiga aclararme con el recibo de la luz.
Bravo vs. Soria: son como niños
Quienes fuimos jóvenes alguna vez nos comportamos, seguramente, con la misma o parecida arrogancia que se aprecia en algunos dichos y hechos de los políticos ahora emergentes. Lo que no debe preocupar a nadie porque está dicho y comprobado que la juventud se cura con los años. Lo que no excluye que haya políticos de edades maduras y hasta cuasi provectas, dicho sea así para no molestar más de lo estrictamente necesario, que siguen en las mismas. Que sería el caso de José Manuel Soria y José Miguel Bravo de Laguna. El primero, como saben, acusó al segundo de utilizar el despacho de presidente del Cabildo para asuntos de su actividad privada de abogado. Fue el suyo, el de Soria, un inesperado ataque de probidad que ha de verse cargado de mala intención pues lo que viene a decir, no tan subrepticiamente, es que Bravo ha utilizado el cargo en su beneficio privado.
De entrada, no sé si tal ha hecho o no Bravo, pero me sorprende que, de ser así, no utilizara un escenario más adecuado, o sea, que evitara la indiscreción de hacer pasar al presunto beneficiario ante una jarca de funcionarios que percibirían a su entrada una cierta expresión de incertidumbre trocada, a la salida, por otra de satisfacción señal de haber conseguido el favor que pretendía en la liturgia del ¿y de lo mío, qué? con su infinidad de variantes entre las que mi preferida es, como isleño, la de ¿y yo cómo quedo? Bravo que, merecimientos aparte, explota su condición de víctima del muy ministro, respondió a la clásica insidia con el reto no menos clásico de invitar a Soria a acudir a los tribunales si tan claro lo tiene; que equivale en ambiente menos ilustre al vulgar “eso no me lo dice usted en la calle” que, bien mirado, supuso en su día en notable progreso civilizatorio al evitarse el daño al mobiliario.
Me da que a esta marejadilla se debe cuanto se relaciona con la coordinadora de Relaciones Exteriores del Cabildo, Kristina Cernousovaite, que, como su propio nombre indica, no es de La Matula sino lituana entera y verdadera. Su nombre salió a colación para poner en un brete a Bravo y no sé si es o no significativo que ocurriera tras su espantada del PP al impedirle Soria intentar la reelección lo que, a mi entender, aumenta las posibilidades de que los peperos pierdan el Cabildo.
El caso es que ante las dudas acerca de que hayan servido de algo los resultados de la labor de la mentada coordinadora, Bravo anunció en sesión plenaria la presentación de los resultados del último, el tercero o sea, de los viaje a China de Cernousovaite (Kristina a secas en adelante, por razones obvias) entre los que figuraba, dijo, una importante inversión de empresarios chinos gracias a la intervención de la coordinadora y en la que figuraba la construcción de un templo budista y una serie de villas por la empresa, china por supuesto, Tulaoge International. Como la cosa está muy bien contada en La Provincia por Jesús Montesdeoca, no me extenderé en los detalles. Sólo diré que los chinos se pusieron tan como chinos que negaron que la dicha Kristina tuviera algo que ver con el asunto; que fue voluntad expresa del grupo negociar con la mayor discreción, en privado y al margen de las instancias políticas, entre otros motivos porque había otras comunidades autónomas que intentaban hacerse con el proyecto. Para los chinos, Kristina, que viajó como una invitada más, puso en peligro la inversión y un largo etcétera de la que extraigo, a modo de moraleja, el papanatismo de Bravo, que se tragó la bola de la dicha coordinadora a la que le fueron abonadas dietas. Todos los partidos, incluido el PP, faltaría más, exigen explicaciones. Lo que me parece muy bien aunque, quizá, sea justo decir en defensa de Bravo que no se anduvo con las miserias de Águeda Montelongo, procesada y sin embargo candidata majorera de Soria, como muestra de tolerancia cero. Kristina viajó con su nombre y condición, no como periodista o artista de culebrón.
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