Despedida a un eucalipto cercenado

Querido eucalipto:

Hacías pareja junto a tu hermano a la entrada de Agulo. Formabas parte del paisaje. Eras sombra perpetua de los coches que bajo tu copa aparcaban. Fíjate que más que un árbol eras un punto de encuentro, una referencia. Allí estabas de toda la vida. Ni echando la memoria atrás recordamos cuándo fuiste plantado, si no es que la propia naturaleza te dispuso allí. Me imagino (tiendo a ser muy romántico) a un ave depositando una semilla traída de los eucaliptos que pueblan los alrededores de Abrante y el Cerrillal. Y allí, tú solito, codo a codo con tu hermano, creciste. La vida es dura. Estabas seco, yermo. Llorabas de sed, como el tambor de Pedro García Cabrera. Tu sequedad te había abierto una fractura en el tronco. Amenazabas con partirte y caer sobre la carretera. Hoy, la crónica de tu muerte no se anunció. Los operarios del Cabildo, advertidos por el Ayuntamiento, cercenaron tu tronco. Ahora eres sólo un recuerdo con tus aros, que determinarán tu edad. Ya no harás pareja con tu hermano, quien quedará huérfano. Serás uno más de los muchos que te han precedido, una cicatriz en el suelo, a menos que la memoria colectiva recuerde los días de olor y sombra que regalaste a tus vecinos. Adiós.