Antonio José Lirio (1861-1936), ‘El cojo de las Lirias’ y la máquina voladora

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La historia de los “inventos” está llena de bellos relatos y leyendas plasmados en diseños de máquinas voladores que pretendían emular a los pájaros y hacerse con el reino del aire. Desde la antigüedad la humanidad miraba al cielo con pretensión de dominarlo. Siglo tras siglo se fue conquistando y hoy lo cotidiano se ha convertido en alas deltas de multicolores colores que surcan, con su liviano peso, los cielos. 

La isla canaria de La Palma tiene a un inventor de una máquina voladora y dos vuelos que realizó sobre el cielo del Valle de Aridane. Se trata de Antonio José Lirio, conocido popularmente por 'El cojo de las Lirias'. En el Real Aeroclub de La Palma una fotografía y una placa así lo recuerda. Poco homenaje y recuerdo, nos parece, para un hombre que ha quedado como protagonista de una de las más bellas historias y leyendas de Canarias.      

El 25 de junio de 1861 nació nuestro personaje, Antonio José Lirio Toledo, bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios el 2 de julio, festividad de La Patrona Nuestra Señora de los Remedios. Era hijo natural de María Lirio Toledo y nieto de Antonio Lirio y María Toledo, ejerció de madrina de bautismo María Sosa de Armas según figura el libro sacramental de la parroquia de los Remedios, al tomo 14 pag.101. Con vecindad en el municipio de El Paso, “vecinos del Paso en Tajuya”, fue bautizado en el templo de Nuestra Señora de los Remedios, Los Llanos de Aridane. Responde este hecho al que aún no contaba la localidad de El Paso con parroquia plena y sacerdote titular que pudiera administrar los sacramentos. Es en 1885 cuando tiene lugar la segregación efectiva del templo de N.S. de la Bonanza de la parroquia matriz de N.S. de los Remedios. 

Aunque bautizado como Antonio José Lirio Toledo, según la partida sacramental, se le conoció por José Antonio Toledo Pérez (1861-1936) y es así como firma y se da a conocer públicamente el mismo. 

Falleció el 28 de octubre de 1936, sin otorgar testamento, hijo de María Josefa Toledo Pérez. Dejó viuda, Sebastiana Lorenzo Pino. De los nueve hijos que tuvo este matrimonio a la muerte de José Antonio Toledo Pérez, con esta filiación figura en la certificación de defunción al tomo 28, pag.5 del Registro Civil de El Paso, le sobrevivieron cinco: Cándido, Emilio, Antonio, María, Bonanza y Carmen, habían fallecido María, Carmen y Felisa. Debió ser enterrado en el primitivo cementerio pasense y trasladados sus restos al nuevo campo santo, San Vicente Ferrer, con apertura en 1939.      

La tradición popular y leyenda cuenta que desde su casa en Tendiña, El Paso, con un aparato que había inventado se lanzó a surcar los aires y tuvo un desafortu­nado aterrizaje sobre unas tuneras. Si en un primer momento la crueldad de un pueblo incrédulo y mayoritariamente analfabeto maltrató al inventor con burlas maliciosa el tiempo y la historia insular lo ha puesto en el justo lugar que le corresponde como el primer palmero que voló, o al menos lo intentó, en la isla canaria de La Palma.      

Décadas después del fallecimiento de José Antonio el escritor e historiador palmero Oscar García Rodríguez, miembro del Grupo Espírita de La Palma, le viene haciendo justicia y ha dado a conocer facetas que eran desconocidas, debidamente documentadas, del popular, recordado y apreciado Cojo de las Lirias.

Entre otros trabajos, García Rodríguez, ha publicado en la revista Conciencia Espírita, Boletín informativo del grupo espírita de La Palma de enero-junio 2005, el artículo titulado: D. José Antonio Toledo, “Cojo de las Lirias”, pionero de la aviación y del espiritismo en la isla de La Palma. Asimismo, el inventor palmero figura en el libro Biografía espiritista española 1857-1838 (2015) del que también es autor García Rodríguez. 

Cuba le abrió a nuestro ingenioso inventor, autodi­dacta, su mente e imaginación despierta y aún su familia guarda, con sumo cariño, libros, con anotaciones suyas, de las más dispares disciplinas que hablan por sí solos de las inquietu­des de este hombre que se adelantó a los tiempos en una isla donde una gran mayoría de sus habitan­tes en esos años no sabían ni leer ni escribir. 

Como tantas iniciativas protagoniza­das por palmeros la isla; y su secular aislamiento, apagó lo que pudo ser un adelanto para la Humanidad. Nos preguntamos qué hubiera pasado de ese proyecto de máquina voladora y otros de no haber vivido Antonio José Lirio en la isla canaria de La Palma. 

El apelativo que lo designa cariñosamente como: “El cojo de las Lirias” procede a que efectivamente Antonio José o José Antonio era cojo de nacimiento, de los dos pies. Su familia recuerda que con su propia iniciativa logró corregir ostensiblemente esta dificultad construyéndose un aparato ortopédico que le mejoró de su dolencia. El “Lirias” procedía de su apellido original que las gentes convirtieron en femenino en referencia a dos tías, de apellido Lirio, de nuestro inventor. A la pregunta de qué cojo se trataba, la respuesta era: ¡El de las Lirias! 

1909. Acto público de Lirio-Toledo en Argual y reseña en el periódico palmero Tierra palmera 

A principios del siglo XX los inventos de Toledo debieron ocupar una parte destacada del día a día y la comidilla de la sociedad de La Palma. Sus propuestas de desarrollo y adelantos industriales no coincidían en un territorio insular eminentemente agrícola, atrasado, conservador y profundamente temeroso ante una “novedad” industrial y profundamente religioso. 

Muestra de ello lo damos a conocer recogido del periódico Tierra palmera (Santa Cruz de La Palma) de fecha 27 de enero de 1909. Publica el rotativo una interesante y esclarecedor artículo firmado por el periodista J. Benítez y Rodríguez, hijo de José Agustín Benítez secretario del ayuntamiento aridanense, bajo el título de El cojo de las Lirias, con el antetítulo de siluetas olvidadas. Relata Benítez su asistencia personal a un acto público en Argual convocado por José Antonio y sus impresiones, cargadas de incredulidad, ante las propuestas e inventos expuestos por Toledo. 

Reseña el redactor del periódico un testimonio valioso en el temprano año de 1909 cuando dice: “Se solamente que si su celebro estuviese convenientemente preparado, educado, podría dar algo, porque siempre, continuamente trata nuevos adelantos, de nuevas producciones suyas y no dudo que morirá con estos pensamientos estrambóticos”. 

El relato describe que “Estaba el salón donde tendría lugar la presentación de sus especialidades atestado de hombres”, Esta convocatoria pública, según Benítez, iba acompañada de “unos anuncios bien redactados” titulados “El Progreso” y ponía por emblema aquel, el gran pensamiento del gran Balmes, de que “de quien se oponga a la corriente del progreso, será aplastado por ella…”. 

En referencia a los inventos concretos que presentó Toledo en ese acto público destaca que se encontraba “un grande automóvil de madera movido por dos gruesas paletas que funcionan cuando hace viento, y ha construido un terrestre globo dirigible y una lancha movida al vapor”. 

J. Benítez y Rodríguez, testigo del evento, en su crónica deja caer su incredulidad diciendo: “-al vapor que él tenía metido en la cabeza- y ha intentado sacar en claro eso del movimiento continuo…”. Ha pasado más de un siglo y diríamos con toda certeza que Benítez ignoraba los adelantos que significó en el siglo XVIII y XIX el extraordinario invento de la máquina de vapor, auténtica protagonista de la llamada “Revolución Industrial” que cambió radicalmente la economía del mundo con el “movimiento continuo”, que proclamaba Antonio José Lirio en una isla, perdida en el Atlántico, y alejada de los grandes centros industriales de esos años. 

Incluso desconocía Benítez que por esos años, concretamente con licencia municipal de 1894, debió o existía una “fabrica a vapor” en el pago aridanense de Argual destinada al tratamiento de la caña de azúcar y alambique de licores, propiedad de Miguel de Sotomayor Fernández de la Peña. 

En este documento periodístico, publicado en 1909, no figura reseña alguna al famoso “aparato volador” de don José Antonio. Llama poderosamente la atención y ahora nos hace dudar el año establecido de 1902 por fecha de elaboración del “aparato volador” palmero. Nos parece imposible, ante la “novedad”, no se hiciera constar por Benítez. No obstante, ahí lo dejamos para ser analizado ante que no conocemos fuente documental de la referencia al año 1902.    

 

Reseñas periodísticas de los años 70, siglo XX 

En los años 70 comienzan a publicarse artículos sobre el Cojo de las Lirias, faltos de rigor documental y utilizando como fuente la memoria del anecdotario y testimonios indirectos del vecindario y memoria de la familia. 

El inventor palmero falleció en 1936 y es en los años 70 del siglo XX cuando aparecen en la prensa regional, con diferentes firmas, la vida e ingenio de Antonio José Lirio. 

El Diario de avisos en 1973, con firma de Juan Antonio de Cáceres Barona, y el 6 de agosto de 1977 en la sección de “Cuentos Palmeros” desarrollan sendos artículos. 

El rotativo El Día de 12 de marzo de 1978 y siguiente publicó aproximaciones a un personaje donde su propia tierra le negó, y le sigue negando, el reconocimiento que merecía. Relata en este artículo el pasense Ismael González (1912-1988) que su informante, Andrés Pereyra Camacho, decía “que su abuela doña Felipa, comentaba, que siendo ella una niña de 12 años, presenció dos vuelos que intento hacer el cojo, impulsándose con un aparato de su invención, desde la azotea de su vivienda logrando en el primer intento, un distanciamiento de unos cincuenta metros, que dio lugar a caer sobre una tuneras próximas; y que el segundo intento de vuelo, prolongó su desplazamiento hasta unos cien metros, más o menos, cayendo esta vez sobre unos almendreros del cercado”. 

Las versiones del vecindario son contradictorias en el artículo de Ismael González. En el mismo relata Nieves Rodríguez Álvarez esposa de Emilio, segundo hijo de Antonio José, que este decía a su esposa Sebastiana Lorenzo Pino “que iba a hacer un aparato para volar y desplazarse hasta la tierra de La Cebada”, debe corresponder a Jeduy, un lugar distanciado de la vivienda más de cuatro kilómetros. 

La Palma le debe un reconocimiento público a un palmero singular 

Ante la incredulidad y comentarios de los convecinos Toledo respondía de manera inteligente, y muy al “estilo palmero, con versos irónicos y cargados de su verdad. Estas dos redondillas esclarecedoras publicadas en la revista La Evolución. Revista de espiritismo progresivo, Barcelona diciembre de 1912, son un ejemplo de su faceta de poeta que ha dado a conocer Oscar García y que reproducimos más abajo. 

Recordemos del alto valor de comunicación que poseía en esa época el expresarse “versando” relatos locales y pensamientos ante un pueblo analfabeto, no sabía leer ni escribir, pero muy despierto y hábil en memorizar décimas, romances y otros que iban transmitiendo verbalmente generación tras generación.

 

Un hombre me amenazó

Porque como él no creo.

Si él no ve lo que yo veo

¿Qué culpa le tengo yo?

 

Otro pobre literato

De mi dice falsedades.

¿Qué son letras sin verdades?

¿Qué vale un falso…relato?

 

(J. A. Toledo, 1909)

 

La segunda redondilla de Toledo Pérez, el cojo de las Lirias, pudiera estar dedicada al periodista, “literato”, J. Benítez y Rodríguez, al que ya nos referimos, por su artículo en el periódico Tierra palmera del año 1909. 

Hombre liberal y culto, próximo a las corrientes de la masonería cubana y palmera. Suscriptor de revistas científicas que le eran remitidas a su domicilio de La Palma y dónde llegó a publicar en 1912 algunos artículos de colaboración, recogidas por Oscar García, concretamente en la revista de Barcelona La Evolución. Revista de espiritismo progresivo de la que Toledo era representante de la misma para toda Canarias. Destacada publicación con suscritores en España e Hispanoamérica. 

Contertulio habitual en reuniones de los eruditos del Valle de Aridane de su época en la rebotica del farmacéutico Conrado Hernández de las Casas en Los Llanos de Aridane. Además de la máquina voladora construyó una bicicleta de madera, un carretón para el trasporte de mercancías, un barco, tres casas de vivienda y además contaba con una fundición de metales. Lamentablemente las consecuencias de la guerra civil española y el temor ante su ideología progresista llevaron a su familia a quemar y desparecer parte de su biblioteca y apuntes y anotaciones. 

Aún con la falta de mayor documenta­ción de la época en que vivió nuestro inventor han propiciado su leyenda como el primer palmero y canario que voló, a al menos tuvo intento e iniciativa para ello. Fuera como fuera la tradición y la leyenda crea historia popular y Antonio José Lirio (1861-1936), El cojo de las Lirias, es uno de los más respetados, entrañables, querido y famoso personajes de La Palma. 

*Nota bibliográfica: Hernández [Pérez], María Victoria, «La leyenda del cojo de las Lirias», Diario de Avisos (Santa Cruz de Tenerife, 11 de marzo de 2001), p. 24. 

 

*María Victoria Hernández es cronista oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009)

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