Ana Vidal, la vida(l) de las palabras

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Ha llegado el momento del cierre de la tercera temporada de mi Chester, como cada junio, me despido hasta septiembre, con este ya casi rozo la treintena de entrevistas y parece que fue ayer. Ha sido probablemente la temporada con menos invitados e invitadas a ese sofá imaginario, porque no voy a negar que pandemia y volcán sumados, a mí personalmente me robaron y restaron las letras, durante unos cuantos meses, no es porque no tuviera que contarles, es que parecía como si mi pluma, saliera con tinta de cenizas y lo manchara todo. Pasamos uno de esos momentos históricos, que nadie quería vivir, está claro que las agendas no se escriben con los planes que uno pueda llegar a tener o soñar, porque el factor sorpresa o quizá susto sumado a la incertidumbre, de pronto se escribía en semáforo rojo. Eso de la expectativa y de la realidad, así se convirtió la isla bonita también, en la isla resiliente.

Y he decidido cerrar esta temporada con Ana Vidal, siempre hablo rápido y un día hablando, de Ana, pareció que dije navidad, pues la verdad es que este hecho anecdótico, sitúa a Ana Vidal justo en la navidad, porque Vidal tiene luz, color, brilla, tiene buenos deseos y verla es como estar con alguien de la familia, siempre deseando lo mejor, como si fuera esa época llena de buenos propósitos y regalos.

Quedé con ella para preparar una presentación, que sería un 20 de abril, como el tema de Celtas Cortos, y fuera del Utopía llovía, esos domingos que acaban con un paraguas barato, que se lleva el viento, aunque solo caían cuatro gotas. Y sacamos la foto que lleva esta entrevista. Ana Vidal, es una compañera de letras, que en mi libro supo ver, y relacionar cosas que ni yo había podido armar. Me hizo una crítica tan constructiva, que es digna de gratitud. Qué suerte, Ana, que de Madrid arribaras un día en la isla de La Palma. Creo que todos y todas siempre tenemos cosas buenas que decir de ti, eres una escritora que da abrigo a todos tus colegas de profesión, lo valoro y lo digo públicamente, Ana Vidal, la Vida(I) de las palabras, gracias, continúa repartiendo tu navidad, por donde pases, que no se apague nunca esa luz, que brilla allí por donde caminas, en todos tus proyectos, como ese Sentilibro, donde los libros parece que incluso tuvieran constantes vitales. Un corazón que late, por más 20 de abril, donde afuera llueve, pero yo al menos, me voy a comprar un paraguas que no me deje con la lluvia calándome los huesos, aunque la lluvia sea fina, casi leve, mejor uno grande y fuerte para si hay que volar hacerlo como Mary Poppins. Y es que, cuánta fantasía se requiere para vivir en el espacio temporal, en el que nos ha tocado nadar, se necesita tanto coraje, tantos chalecos antibalas, qué menos que utilizar la pluma y la tinta a modo de katana. Que la vida, y sus imprevistos al menos que nos pille bailando o escribiendo. Hasta septiembre, feliz verano, no olviden ir al mar, como canta Vanesa Martín el mar siempre supo guardarme el secreto. Allí estarán a salvo, mientras baje la marea. Sean felices, que en nada estaremos de vuelta. 

Nacer en Madrid y vivir la niñez en Malasaña en la época en la que lo hiciste…

Cuando era pequeña, Malasaña era casi como un pueblo por el día, donde la gente se conocía, y por la noche el centro de la movida; también había yonkis y camellos, pero de alguna manera convivíamos en armonía. Jugábamos en la calle, íbamos solas al colegio, era otra época y no sentíamos que hubiera peligros. Creo que el mayor peligro es el miedo, pero también nos hemos vuelto más salvajes como sociedad. Ahora los niños no están solos en la calle jugando al fútbol o a la comba, tenemos miedo de robos, secuestros, atropellos y protegemos, no sé si excesivamente, a la infancia, no dejamos que maduren por su cuenta. Recuerdo una vez con una amiga que dijimos “vamos a perdernos por la ciudad” y nos salimos de las calles por las que estaban nuestras respectivas casas y el colegio, pero no avanzamos mucho porque realmente conocíamos suficiente el barrio y siempre dábamos con una calle reconocible. Fue frustrante. No conseguimos perdernos.

-Estudiante de Derecho en la Complutense de Madrid ¿Por vocación? Quizá esa experiencia universitaria te llenó de historias para escribir más tarde…

No, no tenía vocación a pesar de que mi abuelo había sido juez y abogado y uno de mis tíos era abogado también. Yo quería ser periodista porque quería escribir, pero no era tan buena estudiante y no me llegó la nota, así que entré en Derecho, me gustó y me quedé. La universidad, esa época en que prácticamente no tienes problemas, la libertad, todo eso seguro que está dentro de mí, pero de momento no soy consciente de que haya trascendido a las historias que escribo. Entiendo que es inevitable, que todas nuestras vivencias conforman quienes somos. 

¿Redactora jurídica? Para quien desconozca el oficio. Cuéntanos…

Trabajo en una editorial jurídica como redactora, en derecho penal y violencia de género, sobre todo leo sentencias y hago estudios con ellas, comento las que son especialmente relevantes, novedades legislativas. Escribo especialmente sobre temas de violencia de género, le doy muchas vueltas a qué escribir y al enfoque que quiero darle. Que sea respetuoso con el camino que se sigue en la protección de las víctimas y en la educación en igualdad. La verdad es que como jurista y como mujer me molesta mucho la negación de la violencia de género cuando es algo tan evidente. Trato de no mezclar mi activismo feminista con mi trabajo, por supuesto, pero respeto aquello en lo que creo.

Un paseo por la vida laboral de Ana, al final el camino andado nos enriquece…

He trabajado en cosas totalmente dispares, pero desde siempre he tenido esa conciencia de trabajar, fíjate que en verano de niña pasaba datos de encuestas, no sé quién nos daba ese trabajo, pero estábamos todas en la casa de veraneo empleadas en aquello. Ya a una edad laboral he vendido gafas de sol en el rastro, trabajé como auxiliar en una clínica dental, fui muchos años camarera en bares de copas en Malasaña y en el centro de Madrid y en una taberna. En el mundo del Derecho empecé como pasante en un despacho de abogados, después fui correctora en una editorial jurídica y luego ya redactora, desde hace más de veinte años. Enriquece haber hecho cosas muy diferentes y hay muchos otros trabajos que me gustaría haber realizado, siempre pienso que me gustaría ser tantas cosas. 

Arribar desde Madrid a La Palma. ¿Qué puedes contarnos de tu vida en la isla?

Hace ya 18 años que vivo en la isla. Realmente creo que desde el primer día llegué con la idea de quedarme. Tardé mucho tiempo en relacionarme con gente de aquí, pero una vez que entré en la Calle Real, ya sabes, “se sabe cuándo se entra”. Creo que más o menos he llegado a ese punto, en no saber cuándo saldré de la Calle Real. En todos estos años he visto a la isla crecer mucho culturalmente y eso es algo que me alegra. Hay muchas propuestas para todas las edades, talleres, conciertos, poesía, escritura, literatura, teatro …Me encanta la vida tranquila en La Palma y también la ociosa, puedes no parar de hacer cosas o simplemente ir de pateo, a la playa y olvidarte del mundo. Es un lugar maravilloso que me ha dado mucho de lo que soy ahora.

¿Cuándo comienza Vidal a escribir? Referentes.

Pues empecé a escribir porque una amiga se apuntó a un curso de escritura, ella escribía microrrelatos y yo le hacía encargos, algunos los escribía, pero a veces pasaba de mí. Al descubrir que se podía escribir una historia en tan poco espacio empecé a probar. Al principio me salían historias de debajo de las piedras. Ahora miro aquel principio y pienso que la ignorancia es muy atrevida, era la época de los blogs y escribía y compartía, comentaba a otras personas que escribían, no tenía mucho filtro. Pero bueno, no se empieza a caminar haciendo la Transvulcania. Después hice algunos cursos de escritura que me ayudaron bastante a encauzarme, pero en general ha sido algo intuitivo. A base de probar y de leer mucho. Leía mucho microrrelato en aquella época. Ahora confieso que me cuesta, que prefiero leer cuentos más largos, novelas, pero subrayo mucho. Creo, eso sí, que todo puede ser contado, pero hay que encontrar la forma y a eso le doy muchas vueltas. Como referentes, de aquella época de blogs y microrrelatos hay tantos que prefiero no nombrar y dejar fuera a alguien. Mis referentes están en el cuento, sobre todo. Patricia Esteban Erlés, Ángeles Sánchez Portero como escritoras cercanas y que envidio muchísimo. Otras escritoras que me encantan, solo por decir alguna, son Lorrie Moore, Agota Kristof, Samantha Schweblin, María Fernanda Ampuero, sobre todo mujeres, con sinceridad, adoro cómo escriben las mujeres, lo que cuentan. Leo a muchos hombres también, pero mira, por una vez no voy a citar a ninguno. 

Cartas de amor a máquina de escribir ¿Es parte de la Ana romántica?

Seguramente, claro. Es por el buzón del Conde de Velhoco, en Santa Cruz de La Palma, he dejado algunas cartas allí. Un amigo me regaló una máquina de escribir que solo había escrito informes y balances y le di una segunda vida. Y un día hablando con otra amiga se nos ocurrió ir las dos con nuestras máquinas de escribir al rastro de Santa Cruz de La Palma a vender cartas de amor. Las vendíamos a 2,5 euros y nos pasamos la mañana escribiendo. Nos apetecía ver, sobre todo, cómo reaccionaba la gente. Fuimos médium del amor ajeno, en mi caso, me contaban para quién querían la carta y un poco de la historia (a veces muy poco) y yo me inventaba el resto. Una experiencia preciosa, la verdad. Lo repetí en el Festival de la Palabra, en Garafía. También hago talleres de cartas de amor y de cartas de amor a ti misma, todas esas palabras a veces hay que dirigirlas hacia nosotras, se nos olvida que tenemos que querernos más, querernos bien.

Érase de una vez tu niño literario…

‘Érase de una vez’ es una compilación de los microrrelatos que escribí en mi blog y en Facebook entre los años 2012 y 2015 más o menos. Es un libro que habla de la familia, de la vida, del amor y de la muerte. Me dicen que mato mucho. Me interesa qué hay al otro lado, y, sobre todo, dar la vuelta a las cosas, como decía Elena Garro “ver el lado feo de las cosas, el que se esconde” y encontrar el resquicio por el que la realidad se convierte en otra cosa. También me han dicho que lo que escribo es poesía, prosa poética y algunas veces es así, pero yo creo que casi siempre estoy intentando contar una historia, aunque sea mía, aunque sea en un par de frases.

‘El Funambulista herido’… El teatro en tu vida…

Estuve tres o cuatro años en la escuela de improvisación teatral ‘El Funambulista herido’ que fundó Patricia Figuero en la isla. A Patricia hay que seguirla adonde vaya, porque tiene una intuición artística estupenda y siempre hace cosas muy interesantes: la escuela y el grupo de teatro, clubs de lectura, performances poéticas, talleres. Yo creo que he participado en casi todo lo que ha hecho. La improvisación teatral es maravillosa, es como escribir con tu cuerpo, no hay historia y de pronto mueves un brazo y tienes una historia, te inventas un agujero en el suelo y hay una historia. Pero además de inventarla tienes que hacerla creíble y sobre todo tienes que pasártelo bien. Y te lo pasas muy bien, es muy terapéutico, te da muchísima alegría.

La radio, los podcast literarios…

Empecé con el programa ‘Soles en el ocaso’ de Miguel Calero con la sección ‘En pocas palabras’, donde leía microrrelatos y Miguel y yo los comentábamos. Elegía los relatos por técnicas narrativas, por temas, por autores, según el día. También algo de poesía, de hiperbreves, aforismos. Los escritores y escritoras colaboraban y me enviaban sus textos, yo sentía que éramos muchas personas detrás de aquellos veinte minutos semanales o quincenales. Finalmente se cerró aquella etapa y poco después empezó otra.

Fernando Vicente, que es un poco mi otro yo, un escritor de Calatayud y amigo desde hace muchos años me propuso hacer un podcast literario. Nos inventamos las secciones y lo hicimos, y ya llevamos tres años, todos los meses, sin fallar nunca: ‘Cierra el libro al salir’, contamos noticias literarias extrañas, comentamos libros, buscamos libros raros, nos fijamos en la literatura que se cuenta por la calle, hacemos entrevistas. Sobre todo, disfrutamos haciéndolo, nos escuchen o no. Y leo de manera más organizada desde que empecé esto. Si es que se puede leer de manera organizada.

¿Qué es ‘Sentilibro’? ¿Qué acuna esta experiencia de lecturas?

‘Sentilibro’ es el club de lectura del Ayuntamiento y Bibliotecas de Santa Cruz de La Palma. No había club de lectura en ninguna biblioteca de Santa Cruz y era una demanda social, es lo que dijo alguna gente el primer día: “Busqué un club de lectura y no había”. La Concejalía de Cultura lo puso en marcha y Karmala Cultura me propuso a mí para moderarlo. Además, trabajo mano a mano con Pilar Fernández, la directora de las bibliotecas que es muy creativa y detallista. El club está basado en la novela ‘Fahrenheit 451’, de Ray Bradbury, ante la idea de que se quemaran libros, ¿qué libros salvaríamos? Así cada persona me propone sus libros para salvar de una posible quema y los vamos leyendo, propuestas de las personas que acuden al club. Es maravilloso como, al compartirla, la literatura crece, cada persona ve cosas diferentes en la misma historia, se fijan en diferentes detalles. Y nos han pasado cosas muy divertidas en el club. Son dos días al mes y dura más o menos una hora y media, pero solemos quedarnos dos y pico porque llega un momento en que estamos como en casa y surgen muchos temas. Acabamos de cumplir un año y vamos a seguir leyendo.

Una pandemia, un volcán, una guerra. ¿Hacia dónde vamos, Ana?

No soy muy positiva con el rumbo que están tomando las cosas. La pandemia y el volcán, bueno, son “catástrofes” naturales, la guerra sí me parece algo más gratuito. Me preocupa el capitalismo, el individualismo y seguro que muchos más ismos. Y como es imposible ponerse de acuerdo, creo que hay que adoptar una responsabilidad individual y sumarse a pequeños colectivos que hacen cosas muy importantes por mejorar la vida y por luchar contra los atropellos y las injusticias.

Gracias Ana Vidal por sentarte en mi ‘Chester’

Nota: A lo largo del verano de una forma puntual, posiblemente les visite y estaré por aquí para hablarles a finales de julio del Festival de Cine Animetraje. Mientras tanto, no dejen de observar y sentir la vida, por cada lugar que habiten, mientras el sol, el frío o el viento, depende del lugar donde estén estos meses, haga presencia, gracias a todos los que se sentaron en este ‘chester’, en esta tercera temporada, que cierra hoy, para volver. Gracias a quien esté leyendo estas letras hoy y siempre, la gratitud, como segundo mandamiento, el primero continuar siendo humanos, humanidad y empatía de la mano.

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