“Las casas rurales ofrecen un triple distanciamiento en tiempos de Covid”

Carlos Fernández es profesor de Economía de la ULL y presidente de la Asociación de Turismo Rural Isla Bonita.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

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El turismo rural será uno de los grandes beneficiados en tiempos de COVID-19, y La Palma, en ese sentido, cuenta con una oferta alojativa que puede convertirla en destino privilegiado. “El turismo rural practicado en un espacio abierto, no masificado, en contacto con la naturaleza, en establecimientos alojativos de pequeña dimensión, respondiendo a nuevos deseos de distanciamiento, genera la posibilidad de unas vacaciones consecuentes con el deseo de control por parte del turista de las condiciones del entorno y poder desenvolverse con una mayor confianza y seguridad personal”, ha asegurado a este digital Carlos Fernández, presidente de la Asociación de Turismo Rural Isla Bonita y profesor del Departamento de Economía de la Universidad de La Laguna (ULL).

“La suma de componentes que integra el turismo rural y que conforman las experiencias que recibe el turista: estancia en el alojamiento, restauración, actividades interpretativas, recursos culturales y sociales, han de cuidar los procesos de higienización, limpieza y desinfección, que requieren las instalaciones turísticas, conjuntamente con el desarrollo de normas básicas en los elementos y accesorios que hayan de estar a disposición de los usuarios”, subraya. “La pandemia pone en valor una posibilidad que ofrecen los alojamientos rurales de alcanzar un triple distanciamiento: la posible práctica de distanciamiento social, el distanciamiento espacial de los establecimientos por el modo diseminado en que se encuentran en el territorio, más un distanciamiento temporal planteado entre la salida de un turista y la entrada de los siguientes al mismo establecimiento, como tiempo de prevención mínimo en los que plantear los procesos de limpieza y desinfección adecuadamente”, destaca.

“El gran potencial de actividades al aire libre y en contacto con el medio natural se convierte en una gran oportunidad de relax y terapia para el bienestar personal. Realizar senderismo, excursiones en bici, observación de las estrellas, tomar sol o nadar en la playa, son posibilidades en alza, en contraposición con las actividades que necesariamente corresponden hacer en lugares cerrados como el caso de acudir a museos, centros de arte o conciertos”, dice, y añade que “la posibilidad de actividades diseñadas en función de necesidades personales, hechas a medida y practicadas en familia o en grupos reducidos tiende a ser una preferencia, decayendo la confianza en actividades con gran afluencia de público como los conciertos, ferias, fiestas populares que podrán verse resentidas”.

“El turismo es una actividad basada en la movilidad, en el deseo de conocer y explorar lugares, el cómo se pueda realizar esa movilidad es sustancial en turismo rural. En las actuales circunstancias de coronavirus el desplazamiento en vehículo propio, en un trayecto de punto a punto, es una garantía adicional de seguridad en aquellos casos que no se requiera de transporte colectivo para llegar a un destino”, afirma.

“El valor de los elementos de los establecimientos también cambia para los nuevos deseos de los turistas rurales, la integración paisajística, el relativo aislamiento con proximidad a servicios como restaurantes, supermercado, centros de salud o farmacia, rutas de senderos y atractivos turísticos, a lo que se viene a sumar todo el área de servicio privativo en los exteriores de los alojamientos como zonas de jardín y huertas, piscinas, barbacoas, zonas con vistas y equipamientos de jardín confortables”, detalla.

Fernández hace hincapié en que “preocupa el alojamiento como tipología de elección de establecimiento ante la situación de pandemia. Pero el turismo rural que viene va más allá de las características de las casas, las cuales se verán simplificadas en su decoración y enseres interiores para cuidar mejor los aspectos de higiene y desinfección, eliminando en gran medida elementos accesorios que conformaban su tradicional decoración”.

El turismo rural, explica, “es la vivencia del turista en contacto con la naturaleza y la cultura local, donde se fusionan valores agrarios, culturales y ambientales, con la interpretación persona a persona en el destino, con nuevas demandas emergentes fruto del creciente valor de los aspectos saludables, de alimentos naturales, locales y sanos. La gastronomía local aumenta su interés, producciones locales obtenidas con insumos locales, ecológicamente, con un consumo local de máxima proximidad, Kilómetro Cero, con formas de vivir más pausadas, con mayor capacidad de apreciar el tiempo y lo vivido y una emergencia de ese turismo disfrutado lentamente como el turismo Slow. En este camino, el turismo rural se hace turismo de salud, de relax, silencioso y lento, se pone en el camino de sanar a personas sanando el planeta, con un compromiso con la sostenibilidad ambiental y de un territorio rural habitado más equilibrada y equitativamente”.

“De vuelta, vienen esas viejas utopías de núcleos rurales vivos con autosuficiencia energética, con viviendas bioclimáticas, con huertas de cultivo local, con banda ancha para el teletrabajo, o sin acceso absoluto para desintoxicar, con movilidad en vehículos eléctricos, con producciones locales de gran calidad y valor, con servicios sanitarios con estándares europeos como fuente de atracción para un turista cada vez más de vuelta a lo más inicial, sentir cómo es la vida, simplemente respirar”. “Como, por ejemplo, El Tablado, en Garafía, alejado, pero ahí mismo, a seis horas de cualquier ciudad centroeuropea”, concluye.

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