Espacio de opinión de La Palma Ahora
Confinados en medio de la nada
Si se tratara de un guion cinematográfico, la intriga sería la estructura donde se sostendría todo el argumento, columnas tan fornidas y poderosas, con tanto poder de seducción, que acabaríamos por creernos que se trata de una realidad desoladora y miserable, de otro desahucio y genocidio humano. Pero no lo es. No se trata de ningún guion cinematográfico, se trata de otra realidad más, otra obra terrorífica más que agranda lo cruel y devastador que es el ser humano con el propio ser humano, con sus semejantes.
En Australia, en diversas islas Estado, residen confinados, en una situación deplorable e inhumana, cientos de seres humanos. Todos han intentado, en una u otra manera, arribar o alcanzar las costas australianas, bien porque huyen de conflictos armados en sus respectivos países, o porque el hambre, la miseria y la falta de posibilidades, los han empujado a subirse sobre penosos trozos de madera denominados barcos, o mediante organizaciones ilegales que trafican y comercializan con las necesidades humanas.
Las autoridades australianas decidieron en su momento que todo emigrante que llegara por barco a sus costas, incluso para pedir asilo, sería llevado a Papúa Nueva Guinea o a otra isla Estado para que gestionara allí dicho asilo, o aclarara su situación. En ningún caso, la idea de dicho gobierno ha sido facilitar o proponer una línea o servicio que estableciera toda posibilidad humana y regulara de forma loable el estado o la condición en que se hallaban, la intención, sin duda alguna, trata más de alejar a todo emigrante de Australia, independientemente de las condiciones del confinamiento en el que iban a ser ingresados los emigrantes.
Desde que intentaron alcanzar las costas australianas, sus vidas han sido confinadas de manera indefinida, y ningún ápice de atisbo parece prodigar solución alguna. Muchos, incluso, han dado fin a sus vidas, suicidándose, pues no eran capaces de sostener las condiciones crueles y monstruosas en que sobrevivían. Debido a todo esto, a ese terror mediático que ejercita y promociona el gobierno australiano, en los dos últimos años no ha llegado ningún barco de emigrante a sus costas. Este ejercicio macabro de disuadir a todo emigrante ha proporcionado el rédito que anhelaban, a pesar de que en algunos casos han tenido que pagar multas para indemnizar a diferentes afectados o por saltarse diversos acuerdos internacionales.
El fin, en este caso, valida las formas. Lo terrorífico, lejos de la situación que ya por sí es miserable y horrenda, es que países de todo el mundo tomen este ejercicio cruel y macabro como ejemplo a seguir.