Las interrupciones

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A la una de la tarde del lunes 24 de enero un comunicado distribuido por la agencia EFE anunciaba que la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin habían decidido de común acuerdo “interrumpir su relación matrimonial”. “Urdangarin y Cristina interrumpen su matrimonio”. Textualmente. En medio del estupor que tal noticia producía en mi ánimo siempre dispuesto al melodrama televisivo y a las novelas turcas, surgía la pregunta clave ¿Cuál era el significado de esa palabra en un comunicado de carácter oficial? ¿Interrumpir? ¿Significa eso que mi santo cuando me pone los cuernos un domingo por la tarde me interrumpe en algo concreto, la siesta o el crujir de los huesos intentando fregar pasillos y escaleras, por ejemplo? ¿Irrumpir en la habitación de otra dama y acostarse con ella para no dejar la tarde pendiente de un hilo es lo mismo que interrumpir lo que acontece en esa habitación y dar a la dama por vencida? ¿Interrumpir un matrimonio es algo parecido a un diminuto haz de luz que se apaga y vámonos cada uno por su lado sin más comentarios por ambas partes que queda tan fino y educado?

Dios mío, no puedo respirar. Me ahogan las interrogaciones y “corro como una loca de la cocina a la alcoba” (comentario lorquiano total) intentando no perderme ni una de las sílabas que los comentaristas que se alimentan de estas vergüenzas ajenas sueltan por esa boca. Luego entro en estado de reposo absoluto y cruzan por mi mente mensajes y reproches. Dialéctica pura. ¿Si ella lo amaba y le consintió hasta el deshonor cuando las cuentas no salían, por qué ahora se refugia y calla y sigue como un corderito manso y tibio a los pies de los caballos? ¿Por qué no se levanta como Lucrecia o Catalina II o Flora Tristán y emprende a gritos la persecución del malvado, hipócrita y desleal esposo si fuera tal? ¿Será de verdad tan tonta como cantan las coplas populares?

Luego vuelvo en mí y comienzan las interpretaciones molestas y pedantes. Interrumpir es un verbo transitivo, que quiere decir, en una primera acepción, que una cosa que has empezado, pero no has acabado, no continúa definitivamente o por un tiempo limitado. La segunda acepción dice “Impedir a alguien que continúe lo que estaba haciendo”. La verdad prefiero la segunda. Es como más cruel, pero la entiendo a la primera y si él va a venir a interrumpirme, la verdad, prefiero que sea en directo y no me deje años aislada en un país tan frío como Ginebra dando brillo a los candelabros de plata que probablemente no volveré a usar en la vida. Total, será lo mismo al final, pero me quedo más tranquilamente interrumpida. ¡Qué cosas! ¡Y yo que pensaba que era mala y mal educada por interrumpir constantemente las conversaciones de los mayores! Yo, ingenua de mí, que pensaba que eso era un mal de críos que no dejaban en paz a los padres en los paseos, a los maestros en la escuela y a los poetas en las tertulias, ahora resulta que se pueden interrumpir cosas varias tales como un noviazgo, un embarazo, una tesis doctoral o un coito.

De darle tantas vueltas al tema he salido fortalecida en mis quehaceres cotidianos como pareja de hecho y me paso el día amenazando al hombre de mi vida con interrumpirle con cualquier motivo. Le leo artículos de mujeres vengativas y veo series completas donde ellas enarbolan catanas y cortan como nada los cuellos y otros miembros de aquellos que acostumbran interrumpir por cualquier motivo. Lleva callado y sin rechistar desde que empezó el culebrón vasco francés y creo que lo voy a mantener en esa posición durante cierto tiempo soltando de vez en cuando la famosa frase: “no me interrumpas o te las verás conmigo”.

No me importa lo que opinen al respecto cotillas y monarcas, me preocupa la actitud del personal tan predispuesto siempre al llanto y el crujir de dientes cuando el tema versa sobre reinas y doncellas de palacio y no cuando se interrumpe la vida de todas esas mujeres y niñas muertas o desaparecidas que no descansan en paz por culpa de un mal deseo, una mala cara, una frustración cualquiera. Y pienso, con cierta amargura y ya sin ironía, que la interrupción de sus vidas sí que es una noticia a tratar seriamente, no la otra.

 

Elsa López

29 de enero 2022

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