Isla Mundi
Qué complicado es hacer un mapa de la realidad, no me refiero a opinar sobre ella, sino a describir eso que no tiene forma definida porque aún no ha finalizado, algo que está siendo, que se escapa de nuestras manos, algo que no controlamos, pero que modificará para siempre nuestro porvenir; que existe para eso, precisamente, para ir más rápido que nuestro lento paso y que así, nunca alcanzaremos. Ir en pos de, pocas veces, se le permite a los humanos. Qué difícil es escribir sobre el volcán y decir algo que no sea la relación de lo devastado o la colada de noticias que acarrea una situación tan dramática. Qué difícil es pensar en medio de la desgracia. La definición de “desgracia” en el diccionario de María Moliner ocupa media página. Cosa seria. Prueba de lo complicado que es escribir sobre ella, es que muy pocos lo han hecho de un modo reflexivo, un tema que ocupa la mitad de los telediarios desde hace mes y medio. Ni siquiera la gran Elvira Lindo, ni Javier Marías, Mario Vargas Llosa está muy ocupado y el volcán es un asunto de los pobres que no saben votar. Sólo Elsa López y algunas más, como el excelente artículo de Daniela Hernández, sobre un cepillo de pelo de la farmacia de Todoque que arrasó la lava. Unos han manifestado su defensa del silencio por una cuestión moral, y otros, simplemente callan o continúan hablando del pelo de Sergio Ramos, que, indudablemente, es de interés general y no local, como es la erupción del volcán de La Palma. Un amigo, anoche en casa, me dijo: “Tú no tienes que preocuparte por lo que dicen o dejan de decir los demás, tú lo que tienes que hacer, es seguir escribiendo”. Buenos amigos. En mi caso, desde el 19 de septiembre, no he podido escribir de otra cosa. Cuando fui a ver el volcán dejé la Nikon en casa, y no hice ninguna foto con el móvil; yo, que soy pintor de óleo. Todo el mundo hace fotos y vídeos del volcán, pero pocos describen su presencia. El volcán de Cabeza de Vaca, se ha convertido en una obsesión.
Después que regresé a La Palma en 2011, tras el fallecimiento de Sara, mi compañera, no he tenido más remedio que escribir sobre cuestiones muy complicadas; he tenido que superar más de un trance. En la estancia en la isla, las situaciones que afrontar han sido numerosas, encadenadas, un “sin descanso”; uno tras otro se han sucedido los acontecimientos, y he tenido que enfrentarlos con la pluma, al principio incipiente y ahora, algo más desatada. La crisis económica, el despoblamiento galopante, la ignorancia cultural extrema, la soledad y la falta absoluta de amparo que ella conlleva, la muerte y la presencia rotunda de los ausentes al regresar al hogar vacío, los amigos que se van y no regresarán, lo que se van y sin embargo, están cerca, el paso inexorable del tiempo, el abandono del mundo de las medianías, la ruina y las zarzas, la decadencia disolvente de los pueblos, la incertidumbre general y el estado mental deteriorado de muchos amigos y amigas, la ausencia de futuro claro a nivel insular, el caramelo envenenado del turismo, las mentiras e ineficacia de una política rancia que defiende los intereses del poder, la banalización del mal, la “infantilización” de la vida cotidiana, la pandemia, el confinamiento y las consecuencias brutales que trajo consigo, los incendios y los temporales, la vuelta del fascismo, la nueva emigración a la infamia de las ciudades, y ahora, el volcán de Cumbre Vieja y su devastación para ponernos a prueba una vez más. Reconozco que momentáneamente, me encuentro abrumado, pero al día siguiente continuaré con el aliento de siempre, (eso dice mi hermano). No hay más. También reconozco, que, sin amor, es muy difícil soportar una sucesión de catástrofes, hay demasiado tedio en medio, digno para rellenar con alcohol y así multiplicar el drama. El puente a la vista. Tantas cosas de las que huir. Hay que ser duro, hay que mantenerse firme; tenemos que ser como un palo de acebiño clavado a la tierra. Pero también sé, que no hay lugar posible a dónde ir, sólo la pintura y la escritura, esa tierra salvaje y solitaria para comer tunos indios, con picos y todo, que también alimentan. Austeridad y lectura, o más bien, la relectura de los libros de siempre, mis más fieles amantes, bellas horas de dicha oyendo las hojas pasar. Esa música salvadora. La vida para alguien como yo, que viene de vuelta, es ya una excusa para la escritura, para el Arte, y por ello mismo para la reflexión, al decir del poeta alemán Hölderlin. La búsqueda de la claridad, la búsqueda de la profundidad que esconde las cosas. Un colchón poético para un mundo que parece que se desvanece. Esto, como tarea cotidiana; el espíritu alimentado y el cuerpo seco, seco como un palo de acebiño clavado a la tierra.
¿Cómo aportar esperanza?
Estoy por decirle a Carlos Javier González Serrano que escriba algo en El vuelo de la lechuza; él sabe de referencias. Incluso se lo podría decir al filósofo Javier Gomá. Además de “soldados”, también hacen falta filósofos y poetas en esta batalla, es necesario disponer de herramientas mentales y simbólicas para afrontar tanta desgracia, tanta incertidumbre. Vuelvo a John Berger, a Dante, a Marguerite Yourcenar, al Quijote, a María Zambrano, a Schopenhauer, a Voltaire, a Saint-John Perse, a Plinio, el Joven y el Viejo, a Ovidio, a los filósofos griegos; busco en los poetas canarios o isleños el pulso latente del volcán, en las entrevistas a J. C. Carracedo y a los demás científicos, a los psicólogos y psiquiatras, a los equipos de emergencia, a los afectados; escucho lo que dice la gente, los amigos; rebusco en mi biblioteca, se amontonan los libros en un cono de información que se derrumba sobre sí mismo. El terremoto de Lisboa en 1755, Goethe, Lord Byron y Voltaire escribieron de él; el Vesubio en el 79 d. C. y sus tremendas consecuencias, los volcanes americanos y asiáticos y sus secuelas. Busco en Google, busco en la historia llena de baches del ser humano.
En Pensar por islas, Frank Lestringant, profesor de literatura del siglo XVI en París IV-Sorbona, postula que “el espacio y más concretamente la topografía, es una forma de pensamiento. De donde surge la siguiente paradoja: el problema no está en pensar el espacio, es el espacio el que piensa”. La morfología del espacio, su forma, características y condiciones propias, hacen de soporte donde se inscribe una temporalidad. El paisaje respira aunque se encuentren contradicciones. En el caso insular, el pensamiento surge de una oposición al continente. A nivel interno existe una lucha de contrarios: costa- océano, cumbre -barranco, montaña-llanura, playa -acantilado, “lo compacto y lo hueco, lo recto y lo curvo”, lo árido y lo húmedo. Vivir entre dos contrarios, entre la roca y el fluido, entre esos dos dioses, se halla el ser humano con sus manos levantadas, siguiendo las palabras que dispone el paisaje, una a una, creando un discurso sobre la costra dura del malpaís. Apunta el profesor francés en su ensayo:
“El suelo que hollamos día tras día, y sobre el cual dormimos y soñamos, el horizonte amplio o limitado que abarcamos desde la ventana o en nuestros paseos, los accidentes del terreno con que tropezamos no dejan de tener consecuencias en la fisonomía de nuestras producciones imaginarias”. Continúa diciendo más adelante: “Lo cierto es que el material terrestre está, desde un principio, trabajado por el deseo humano. La tierra que descubrimos al nacer es ya soporte de historias. Cuando lo hacemos nuestro, el mapamundi nunca está desnudo. Se viste de leyendas como el recién nacido de sus pañales”.
Decía Boris Pasternak que todo ruso lleva dentro un agricultor; pienso que se podría decir lo mismo de los palmeros. Casi la mitad de los ingresos de la isla son de origen agrícola. Si un palmero ve un llano improductivo, piensa, inmediatamente, en hacer unas huertas, y si vislumbra una ladera soleada, también; nada lo detiene en su capacidad para convertir el malpaís del sur en un vergel, nada lo detiene para transformar los abismos de los barrancos del norte en suaves huertas escalonadas. Una tarea de titanes. Los hombres y las mujeres de La Palma en tiempos muy duros, en una dictadura miserable, después de dos guerras y del anterior abandono de los alfonsos borbónicos y de la corta, ay, ay, República, con los pocos que quedaron tras una emigración desesperada, y por mérito de lo que pudieron ahorrar, sólo Dios sabe cómo, y gracias a las onzas cubanas, a los bolívares venezolanos cuando valían 28 pesetas, a los francos belgas y a las libras esterlinas o australianas, fueron allanando el malpaís y las laderas; levantaron paredes rectas marcadas a raya por el horizonte; rompieron tierra negra o colorada en el monte y con ella, transportada en camiones, rellenaron las huertas preparadas; añadieron estiércol, monte picado y hojerío para enriquecer el sustrato; perforaron galerías en el duro basalto, dividieron el agua en acciones, la condujeron por atarjeas y por tuberías de hierro de uso comunal, no como en el sur de Tenerife, e innovaron en los sistemas de riego. Con todo ello, los palmeros y las palmeras convirtieron lo inerte en frondoso, crearon a partir de un territorio dado, un lugar habitable. Tal vez, el lugar que la propia isla de La Palma, si pensara como dice Lestringant, habría imaginado. De alguna manera, los habitantes de la isla a partir de un territorio imaginaron un paisaje, lo diseñaron y lo crearon; lograron que la utopía se transformara en realidad.
El proceso eruptivo sigue adelante, imparable. No existe para los habitantes de la isla lugar donde el volcán no exista, no existe un momento sin su presencia. El capital humano que disponen los tres municipios afectados, unos 30.000 habitantes, El Paso, Los Llanos y Tazacorte, más la ayuda de todos como nunca, y de alguno de los dioses que ahora mismo nos tienen olvidados, será suficiente para encontrar las alternativas necesarias para que todos los afectados puedan empezar de nuevo. Pero es preciso e indispensable crear un equipo de sociólogos con experiencia y de gestores especializados en crisis. Y trabajar sin descanso. Sin creer en Dios, rezo todos los días para que sea así. La administración tiene en sus manos un reto, una verdadera hazaña; la política, ahora, es cuando tiene que demostrar a qué intereses obedece. De la burocracia depende que esto sea un drama temporal o que se convierta en una desgracia en el tiempo. Los palmeros y las palmeras, no lo duden, pondrán lo suyo y más, como siempre han hecho.
Poema sin nombre
He aprendido a tomar conciencia de las cosas que han podido conmigo,
Enumerada la cicatriz y puesta, para evitar la descarga, la cinta aislante de colores.
He aprendido de esas sorpresas que nos regala la vida, sin anestesia ni nada.
De su rastro en el silencio de las horas desnudas, he aprendido.
De la esperanza que está detrás de los pasillos vacíos, he aprendido.
En las largas noches de invierno, he apagado el dolor
con la precisión de las mañanas que no se adivinaban,
las mañanas imposibles, los domingos vacíos.
He vuelto a ponerles el plato, a ellos y ellas,
tan evanescentes, y sin embargo, tan necesario su tacto;
he vuelto a abrazar a los que son,
ni más ni menos, lo que hay
y aun no se ha evaporado.
La ausencia que configura las cosas.
Transparentes son los sueños.
Arena, recuerdos de un calor, humo.
Pero este volcán, por acumulación de coladas,
Parece que puede conmigo.
Cada noche un cuadro diferente,
La cara asombrada de un niño,
El semblante serio de un anciano.
La noche que viene y estalla.
El miedo a los triángulos.
Mañana, un tremor apagado.
Óscar Lorenzo
San Andrés y Sauces, Isla de La Palma
29 de octubre de 2021
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