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La ‘recuperación’ con estoque. Vamos bien pero a peor

Nicolás Melini

Nos dicen por un lado que ya salimos de la crisis, que hemos visto la luz al final del túnel, y por otro que hay que hacer una nueva tanda de reformas o una nueva reforma laboral o una nueva subida del IVA o más recortes. Escuchamos y no entendemos, vamos bien pero a peor. La troika dice que ya salimos y al mismo tiempo que debemos hacer más en la línea que sentimos que nos hace daño. “Salir de la crisis” (la “recuperación económica”) y un mayor sufrimiento para trabajadores y parados y la ciudadanía en general –enfermos, dependientes, jubilados con demasiada carga familiar, infancia con problemas de nutrición–, parece ir perfectamente aparejado. ¿Salimos o entramos? ¿Vamos o venimos?

Busquemos algo de luz, leamos a Noam Chomsky.

Chomsky es un lingüista y activista político estadounidense de enorme prestigio en todo el mundo. Para empezar encontramos que Noam Chomsky se declara anarcosindicalista (a la manera que el anarcosindicalismo se da en EE.UU.), y también, y creo que es lo relevante en este caso, un “liberal clásico”. En 'El beneficio es lo que cuenta (Neoliberalismo y orden global)', libro publicado antes de la actual crisis financiera, en 1999, comienza definiendo “neoliberalismo”: “el sistema doctrinal también se conoce como Consenso de Washington” y añade que sus “supuestos básicos están lejos de ser los que animaban la tradición liberal desde la ilustración”.

Por otro lado, Chomsky está con Gerald Haines cuando éste dice: “A continuación de la Segunda Guerra Mundial, por propio interés, Estados Unidos asumió la responsabilidad de velar por el sistema del mundo capitalista”. Tal vez, a estas alturas, esto sea ya una obviedad para todos nosotros: hemos vivido la guerra fría y su final, sabemos cómo Washington intervino para derrocar a Allende en Chile o al gobierno democrático de Guatemala, y hemos observado también cómo viene interviniendo militarmente donde hay petróleo y gas. Para los estadounidenses se trata, básicamente, de defender sus intereses económicos. En “documentos secretos” desvelados por Chomsky en este libro, puede leerse que los regímenes nacionalistas que amenazan la “estabilidad” son calificados de “manzanas podridas”, “virus” que podría “infectar” a otros, etc. Pero, para explicar el origen de las ideas que animan hoy al consenso de Washington –el neoliberalismo—, Chomsky se remonta a un primer experimento económico llevado a cabo “hace 200 años, cuando las autoridades británicas de la India instituyeron el Permanent Settlement (Asentamiento Permanente) que iba a reportar maravillas”.

Dice Chomsky que aquella fue la primera “mala idea” económica. Las malas ideas son buenas para unos pocos, que obtienen extraordinarios beneficios, y pésimas para la gran mayoría, que se ven súbitamente empobrecidos. Llegado este punto, podemos comenzar a relacionar lo explicitado por Chomsky y nuestra situación actual en España tras 7 años del estallido de la crisis financiera y 3 de reformas y austeridad para salir de esta. En el caso del Permanent Settlement, el resultado “extraordinario” fue analizado unas décadas después por una comisión independiente, para comprobar que “los huesos de los tejedores de algodón blanqueaban las llanuras de la India”. El empobrecimiento fue brutal. Aun así, el Gobernador General Británico observó que el Permanent Settlement –y dijo estas palabras que cita Chomsky en su libro— “aun siendo un fracaso en otros muchos aspectos y en los más fundamentales, tiene la gran ventaja de, por lo menos, haber creado un grupo de ricos propietarios de tierras profundamente interesados en la permanencia del dominio británico y que disponen de absoluta autoridad sobre las masas de la población”.

Chomsky añade otras “ventajas” de esta mala idea económica: que “los inversores británicos ganaron inmensas fortunas” y que “India financiaba el 40% del déficit comercial británico”.

Este es un patrón que podemos observar también en la España actual: enriquecidos los contados ricos del lugar, enriquecidas otro tanto algunas fuerzas financieras foráneas, empobrecida el conjunto de la población.

Siguiendo con algunos ejemplos de “malas ideas” que son muy buenas para quienes las implantan, Chomsky recuerda cómo el Consenso de Washington se ocupó de uno de los países más ricos del mundo, Brasil: “En 1989, Haines califica la política de norteamericanización de Brasil” de “sumamente exitosa”, “una auténtica historia de éxito a la americana”. Mientras a ojos del mundo financiero los beneficios se multiplicaron por 3 en solo un año, “los salarios industriales, ya entre los más bajos del mundo, disminuían otro 20%”. Y “en el informe sobre desarrollo humano de la ONU, Brasil se sitúa a la par que Albania”.

En las últimas décadas ha habido alguna novedad interesante en el terreno de la evolución del neoliberalismo en el mundo y de la implantación de malas ideas económicas, como, por ejemplo, que se han empezado a implantar también en casa, esto es, en Estados Unidos. De la actual crisis han “salido” con una clase trabajadora empobrecida y con salarios mucho más bajos que antes, y sin embargo las élites financieras se han enriquecido notablemente.

Aunque les he mencionado, muy por encima, una serie de ideas e informaciones recogidas en apenas las 10 primeras páginas del libro de Chomsky, creo que ya podemos alumbrar algún tipo de sospecha sobre nuestro presente, así que recapitulemos: tras la caída de Lehman Brothers en EE.UU., el tsunami económico alcanzó a España, país en el que derriba una importante burbuja inmobiliaria (a un buen número de entidades bancarias mal gestionadas –en algunos casos, criminalmente gestionadas—, a unas arcas públicas dependientes en gran medida de los estupendos ingresos derivados de la burbuja inmobiliaria, y un larguísimo etcétera). En esa situación de extrema debilidad, con todas las instituciones económicas mundiales (lo que la prensa ha dado en llamar el “gobierno mundial en la sombra”, instituciones económicas dominadas por EE.UU en buena medida, entre ellas al menos, de forma directa, una parte de la troika) señalando que España debía realizar fuertes “reformas estructurales” en su economía, es finalmente Obama quien llama personalmente al presidente español, Rodríguez Zapatero, para doblegar su brazo.

Zapatero acudió al Congreso, escenificó su frustración y fracaso y anunció que iniciaba los recortes solicitados, así como que se aplicaría a ello con la misma convicción que cuando aplicaba medidas acordes con sus ideas. Juntos Zapatero y Rajoy reformaron la Constitución para satisfacer a los acreedores del país. Rajoy ganó las siguientes elecciones generales, por mayoría absoluta, mintiendo a su electorado sobre la verdadera naturaleza de la política económica que llevaría a cabo, negando que 'tocaría' la sanidad y la educación, afirmando que recuperaría el empleo inmediatamente, y sin embargo se aplicó desde el primer día a convertirse en el mejor servidor de esas instituciones económicas mundiales, para pasar por el mejor presidente tecnócrata que pudieran encontrar. Los mercados, al observar la debilidad de España, apostaron en contra del país hasta subir su prima de riesgo a cotas insoportables, algo que les resultó extremadamente rentable y que supuso una sangría para el país. Supuestamente, no existía otra alternativa, y si hubiese existido, supuestamente también, Rajoy la hubiese tomado, sin embargo es muy elocuente el resultado de sus políticas; quiénes se han enriquecido y quiénes han padecido lo peor de la crisis. Pese a que uno de los mayores dramas es el desempleo, no ha adoptado medidas de estímulo. El daño está hecho a conciencia.

A día de hoy (mediados de 2014) es evidente que la crisis financiera está siendo muy rentable para especuladores financieros internacionales (a los que el Gobierno vende entidades bancarias nacionalizadas); y también está siendo rentable para las élites económicas del país. Las familias son desahuciadas. Y, sin embargo, el Gobierno ha creado una mala idea, un “banco malo”, para quitar de los balances de las entidades financieras los inmuebles que resultaban tóxicos y que la nueva entidad pueda venderlos, por ejemplo, a “fondos buitre”. Mientras la gente es desahuciada, uno de los hijos del ex presidente Aznar se encuentra en el negocio. Como sucediera en la India, el reparto de beneficiados y damnificados está claro, bien para élites nacionales e internacionales, mal para el conjunto de los ciudadanos.

Parece claro, pues, que si nos encontramos en medio de una de esas malas ideas que son tan buenas, lo que el Gobierno anuncia como recuperación no lo será para todo el mundo. Al conjunto de la ciudadanía, desde el principio de la crisis, solo le ha quedado una alternativa, el pataleo, la protesta, la lucha, la denuncia en los tribunales, la violencia en las calles, la denuncia en los medios de comunicación que han estado dispuestos a hacerlo, y si no en las redes sociales y foros de internet. La dicotomía de la ciudadanía ha sido y sigue siendo:

Nos pisan.

Bueno, si nos pisan y duele podemos hacer dos cosas: quejarnos, o no quejarnos.

Si no nos quejamos, aprietan más.

Si, a pesar de que nos aprietan más, no nos quejamos o nos quejamos poco, apretarán más.

Venga, entonces nos quejaremos en condiciones...

Pero, vaya, descubrimos que aun así, aprietan más, y nos reprimen por la fuerza.

Tal vez si nos quejáramos mucho, pero mucho muchísimo, hasta un extremo que les resulte insoportable, apretarían un poco menos.

Protestar es indispensable, que muchos lo hagan es lo más sano, si los que lo hacen no lo hicieran, estaríamos peor. Por desgracia, no parece que “nuestras” élites económicas estén dispuestas a dejar de incurrir en injusticias... mientras sigan ganando... Pueden seguir así hasta que la situación no les sea rentable, o les sea más rentable cambiar el ciclo. “El beneficio es lo que cuenta”.

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