La portada de mañana
Acceder
Gobierno y PP reducen a un acuerdo mínimo en vivienda la Conferencia de Presidentes
Incertidumbre en los Altos del Golán mientras las tropas israelíes se adentran en Siria
Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

Los miradores que vigilaron el puerto

Son elementos arquitectónicos marineros que tuvieron entre sus principales funciones la de vigilar la actividad portuaria del muelle de Santa Cruz de La Palma para fijar los primeros precios del comercio interior. El mirador y la azotea, que funcionaron por tanto como instrumentos de utilidad económica y mercantil, conforman hoy un peculiar patrimonio histórico desconocido por la población. Aunque aún no se ha hecho un inventario exhaustivo, se calcula que en la capital existen cerca de 150 de estos aposentos. Ofrecen vistas panorámicas de la ciudad y tienen en la actualidad un potencial uso como recurso turístico y espacios de ocio.

El mirador y la azotea, explica Víctor Hernández Correa, técnico del Servicio de Patrimonio del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, “son soluciones de cubierta típicas de las casas ubicadas cerca del mar y, especialmente, de enclaves portuarios”. El mirador, asegura, es “una de las más genuinas adaptaciones de la arquitectura al medio sociomarítimo”. “Al igual que el balcón, presente en la trasera de muchas casas que tenían su entrada principal por la calle Real, desde los que se obtenía una buena perspectiva del naciente, el mirador y la azotea son elementos eminentemente marineros, concebidos como terrazas coronadas en las partes más altas de las viviendas, de manera que sus habitantes disponían así de un espacio reservado a la inspección y vigilancia particular de la actividad portuaria del muelle de Santa Cruz de La Palma”, señala. De este modo, dice, “se controlaba la entrada y salida de los buques, lo que permitía, por ejemplo, a las empresas comerciales, fijar los primeros precios del mercado interior de la ciudad y de la isla”. El mirador y la azotea “han funcionado, por tanto, en primerísimo lugar, como instrumentos de utilidad económica y mercantil”, sostiene.

Paralelamente, recuerda este experto en patrimonio histórico, “hay que tener presente la presencia inmediata, casi invasora, del mar en una ciudad como Santa Cruz de La Palma. El mar ha funcionado simbólicamente para la ciudad como una barrera, en tanto nos mantiene alejados de otros puertos, de otras ciudades y de otras realidades culturales y sociales, pero, a la vez ?y contradictoriamente?, ha sido también el canal de comunicación, el sitio por el que durante cinco siglos discurrió el tráfico de las ideas, de los libros y de los productos llegados de otras latitudes”.

El mirador concebido como azotea, es decir, como un espacio de superficie variable, pero caracterizado por hallarse abierto, sin cubiertas de protección contra los agentes ambientales (lluvia, sol, etc.), fue un lugar común para favorecer otras funciones como el turismo de contemplación y la fotografía urbana, la habilitación de secaderos de plátanos y calabazas o la instalación de palomares.

Cuantificar el número de miradores existentes actualmente en Santa Cruz de La Palma “resulta difícil”, admite Hernández Correa. “El catálogo del Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico Artístico (que fue declarado como tal hace 38 años, por decreto de 1975) incluye sólo los que se encuentran dentro de la delimitación estricta que afecta al citado conjunto, y que podríamos contabilizar en unos 100 o 150 aproximadamente”, explica. “Este plan es fundamental para garantizar la preservación presente y futura de estos elementos arquitectónicos, claves en la caracterización marítima de Santa Cruz de La Palma, pero lo cierto es que aún está pendiente un inventario exhaustivo de los miradores y azoteas del municipio, que incluya, por ejemplo, La Dehesa, Las Nieves, Velhoco y Mirca”, añade.

Por otro lado, indica, “al inventario del estado actual de los miradores y azoteas, habría que añadir un catálogo arqueológico, esto es, que relacione los que han desaparecido irremediablemente ya, como el espléndido mirador constituido por dos torreones laterales en la Casa Massieu de la calle San José, que daban hacia la calle Pérez de Brito y desde los que podía obtenerse una de las panorámicas más completas de toda la ciudad: además de la zona sur ?donde se encuentra el puerto?, se divisaban el centro y el sector norte”.

Casi todas las casas del frente marítimo de Santa Cruz de La Palma (calles O'Daly, Pérez de Brito, Álvarez de Abreu y Garachico) cuentan con miradores o azoteas. En esta zona, resalta el citado experto, “se encuentran los ejemplares quizás más sobresalientes, entre los que podemos citar los tres siguientes: El de la Casa Salazar, en parte desaparecido, situado a espaldas del inmueble, debajo del Colegio de Arquitectos, que todavía conserva los escalones de piedra de acceso; el de la casa Monteverde, en la plaza de España número 1, hoy sede la Universidad Nacional de Educación a Distancia, construido por el arquitecto Pelayo López Martín-Romero y uno de los más hermosos de la ciudad, y el de la Casa Massieu Tello de Eslava, antigua sede de la Caja General de Ahorros de Canarias, situada en la plaza de España, un mirador en forma de torreón, de gusto neoclásico, cercado por una balaustrada de madera y, al centro, un pináculo forrado con cerámica sevillana, que sirve además como lucernario”.

En cuanto al estado de conservación de estos singulares elementos arquitectónicos, Hernández Correa manifiesta que “lo primero que debemos tener en cuenta es que es directamente proporcional al nivel de conservación de los inmuebles donde se encuentran”. Esto quiere decir, resalta, “que su preservación futura depende en un alto porcentaje del interés que ellos despierten en sus propietarios”. En este mismo sentido, apunta, “la vida del mirador está ligada a la historia de la última planta del inmueble original, de manera que el aumento de nuevos pisos en esta parte de la vivienda ha sido a lo largo del tiempo una de las causas más frecuentes de la desaparición definitiva de muchos miradores”.

Por otro lado, expone, “el desuso ha contribuido asimismo a condenar estos aposentos, que en lo antiguo tuvieron una gran trascendencia en la vida económica y social cotidiana de sus moradores; el uso, pues, de los miradores y azoteas, es el mejor mecanismo que existe para garantizar su conservación. La ornamentación de estos espacios abiertos a base de macetas, tal y como recoge el testimonio decimonónico de la fotógrafa Olivia Stone, constituye una herramienta eficaz para potenciar cierta inercia que obligue a los propietarios al cuidado de las plantas y al aseo del lugar y, en definitiva, a frecuentarlo; paralelamente, convendría también que los moradores lograsen desarrollar en ellos ciertas actividades de ocio, como la celebración de tertulias acompañadas de rituales gastronómicos que fomenten el encuentro y, por tanto, el rescate de estos espacios, antes, primordiales”. Sin duda, defiende, “las condiciones climáticas reinantes en la ciudad durante casi todo el año, con temperaturas medianas en los 20 grados centígrados, invitan a gozar de estas áreas privilegiadas, que fueron siempre un aporte sustancial al disfrute de las vistas panorámicas”.

Hernández Correa recuerda que “lamentablemente, el desarrollismo urbano y arquitectónico que experimentó Santa Cruz de La Palma durante las décadas de 1960 y 1970 hizo desaparecer, sin justificación alguna, muchas viviendas de honda raigambre histórica que jalonaban y daban personalidad a su arteria principal ?desde la sede del antiguo Instituto de Enseñanza Media, pasando por la casa Abreu, al principio de la calle O'Daly, por citar sólo dos ejemplos sobradamente conocidos? y que contaban, por supuesto, con miradores privilegiados dada su situación espacial en relación con el puerto”. “Estas nuevas masas de ladrillo y cemento sólo pueden calificarse como 'moles esperpénticas', carentes por completo de interés artístico, pues su estilo, a menudo inclasificable, su desproporción volumétrica con respecto al entorno en que se hallan y su absoluta falta de diálogo o comunicación estética con los inmuebles limítrofes, han desdibujado la historia de cinco siglos de arquitectura tradicional endémica, marcada por las influencias de Andalucía y Portugal y luego adaptada a los grandes lenguajes arquitectónicos: el Renacimiento italiano y español, el Barroco español, el Neoclasicismo francés y el Racionalismo alemán”, argumenta. “Por si esto fuera poco, muchos de estos edificios han hecho perder su función primordial a nuestros antiguos miradores, pues la extraordinaria altitud de aquéllos impide en éstos la visión del horizonte marítimo, encarcelándolos para siempre entre bloques de cemento”, remacha.

La población, en general, desconoce la existencia de este patrimonio. “El deleite de estos miradores por la ciudadanía y los turistas queda relegado a la mínima expresión; paradójicamente, sólo accediendo a algunos de estos modernos edificios de plantas puede disfrutarse de la visión panorámica de estos miradores históricos”, comenta. “Por fortuna, la disposición en anfiteatro que tiene Santa Cruz de La Palma permite excepcionalmente ver varios miradores y cubiertas desde áreas más altas”, señala. Desde las calles Huertas y San Sebastián, por ejemplo, pueden contemplarse los miradores del primer tramo de San Sebastián o el aspecto aéreo que presenta un lugar tan especial como es la plaza de España y su entorno, minada de miradores de diferente tipología.

A la pregunta de si Santa Cruz de La Palma podría crear una red de miradores para ser explotada como recurso turístico, Hernández Correa responde: “Por supuesto, pero tendríamos que contar con el auxilio de los propietarios, no sólo para contemplarlos in situ sino para disfrutar en panorámica de otros de difícil acceso”. Insiste en que “el rescate de los miradores y azoteas como espacios de ocio e interés para nuestro conocimiento de la historia depende sustancialmente de la actitud y aptitud de los particulares, pero existen otros inmuebles de titularidad pública (Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma y Cabildo Insular) que podrían ser el principio de una ruta”, concluye.

Etiquetas
stats