Un saharaui solicitante de asilo logra entrar en España 'in extremis' tras dos semanas bloqueado en el aeropuerto de Gran Canaria

Imagen de archivo de un grupo de migrantes en el aeropuerto de Gran Canaria

Natalia G. Vargas

Santa Cruz de Tenerife —

0

Ahmed (nombre ficticio) vivía en los campamentos de refugiados de Tinduf cuando decidió probar suerte en España. El saharaui de 24 años viajó diez días en coche hasta llegar a Mauritania. En la capital, Nuakchot, pudo coger un avión hacia Gran Canaria. Cuando llegó al aeropuerto, al no tener la documentación requerida, fue bloqueado en la sala de rechazados por la Policía Nacional.

En ese pequeño cuarto pasó dos semanas, en las que pidió protección internacional y solicitó que se le reconociera como apátrida al ser el Sáhara Occidental un territorio no autónomo pendiente de autodeterminación. La complejidad de los trámites ralentizó el proceso y estuvo a punto de ser reenviado a Mauritania. Cuarenta minutos antes de que despegara su avión, su abogada logró paralizar su retorno.  

La Oficina de Asilo y Refugio denegó las peticiones de Ahmed un sábado. Su abogada, Loueila Sid Ahmed Ndiye, presentó ese mismo día un recurso ante el juzgado de guardia de Telde. El domingo 12, cuando el saharaui estaba ya en la fila de embarque para volver a Mauritania, el juez de guardia ordenó en un auto la suspensión del retorno y autorizó su entrada a España. 

En otros casos, los saharauis que han intentado entrar al país por un aeropuerto son rechazados en la frontera y retornados porque “no es necesaria su presencia en el territorio nacional” mientras se resuelve su petición de reconocimiento de la apatridia. Sin embargo, el regreso a su lugar de origen puede provocar un daño irreparable a los migrantes. “En Argelia un saharaui no puede trabajar si no tiene la nacionalidad del país. Allí en los campamentos no hay futuro”, asegura Ahmed a esta redacción. 

Tal y como explica la abogada especialista en extranjería, cuando los solicitantes retornados obtienen el estatuto de apátrida, tienen que solicitar un visado en el Consulado de España en Argel para poder volver al país.  “En la práctica esto es imposible, inviable y muy costoso a efectos legales. Hay personas que llevan meses esperando por ese documento”, cuenta.

Con el caso de Ahmed, ya son tres las personas saharauis a las que Loueila ha conseguido salvar del retorno. El primero de ellos ya está en la Península después de obtener la estimación parcial de su solicitud de protección internacional y al segundo se le reconoció la condición de apátrida. ''El objetivo es que estos casos dejen de depender de la arbitrariedad y de la suerte y se fundamenten en la justicia'', defiende la letrada, que también creció en los campamentos de Tinduf.

Mientras tanto, la realidad de los campamentos es cada vez más dura. La crisis socioeconómica provocada por la pandemia de COVID-19 ha golpeado con fuerza la vida de los refugiados saharauis, que sufren también las inclemencias del cambio climático. Estos dos factores unidos han asestado un golpe letal a la ganadería y a la agricultura, tal y como ha documentado la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

En otras regiones, muchos activistas sufren la persecución de las autoridades marroquíes. “En los territorios ocupados, por decirlo de algún modo, es mejor la muerte que la vida. Allí los saharauis sufrimos maltrato y no tenemos derechos”, cuenta Ahmed a este periódico.

La sala de rechazados

Ahmed pasó desde el 31 de mayo al 14 de junio en la sala de inadmitidos del aeropuerto de Gran Canaria. Los migrantes que están en este cuarto “no están privados de libertad”, insiste Loueila Sid, por lo que gozan de más derechos que las personas detenidas. “Allí me trataron bien. Me dejaban hablar con mi abogada y con mi familia a través de la Wi-fi del aeropuerto”, recuerda Ahmed. Durante esas dos semanas durmió en unas literas. “Eso es mejor que el retorno”, cuenta su abogada.

Entrar en España no garantiza que Ahmed obtenga el estatuto de apátrida o la protección internacional. Sin embargo, tiene la oportunidad de reunirse con su hermano, que está en Madrid en el marco del proyecto Madrasa, mediante el cual los jóvenes saharauis pueden pasar un tiempo estudiando en el país.

A pesar de que sus solicitudes deberían ser documentos suficientes para moverse dentro del territorio nacional, este jueves Vueling no le permitió viajar, pero lo volverá a intentar. “En cuanto a mis planes, me conformo con sacar mi vida adelante y ayudar a mi familia y a mis seis hermanos para que tengan un futuro mejor”, confiesa Ahmed. 

Etiquetas
stats