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Superhéroes del océano: así ayudan los peces y las ballenas al clima

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En los últimos años, ha aumentado el interés por las llamadas “soluciones climáticas naturales” que permiten reducir el dióxido de carbono (CO₂) en la atmósfera y mitigar el cambio climático. Aunque generalmente se piensa en los bosques o en tecnologías innovadoras, el océano también ofrece oportunidades clave para capturar carbono de forma natural. Un grupo internacional de científicos ha analizado cómo los peces, los mamíferos marinos y las actividades pesqueras influyen en el ciclo del carbono marino y qué papel pueden desempeñar en la lucha contra la crisis climática.

El carbono que se almacena en ecosistemas marinos recibe el nombre de “carbono azul”. Tradicionalmente, se ha enfocado en los ecosistemas costeros como manglares, marismas y praderas marinas, que capturan carbono y lo almacenan en el suelo durante años o siglos. Sin embargo, estudios recientes han ampliado esta visión para incluir a organismos marinos como los peces y las ballenas. Aunque no almacenan tanto carbono como los océanos profundos o los sedimentos marinos, su función en el transporte de carbono es activa y relevante. Por ejemplo, muchas especies de peces migran verticalmente en el agua todos los días, alimentándose en la superficie y expulsando desechos en las profundidades. Esta actividad ayuda a trasladar carbono desde la parte superior del océano, donde puede volver rápidamente a la atmósfera, hasta zonas más profundas, donde queda retenido durante más tiempo.

Las ballenas también juegan un papel clave. Al morir, sus cuerpos se hunden y transportan grandes cantidades de carbono al fondo del océano, donde quedan almacenadas durante décadas o siglos. Además, al fertilizar las aguas con sus desechos, promueven el crecimiento del fitoplancton, pequeños organismos que capturan carbono mediante la fotosíntesis. Estos procesos naturales son una parte fundamental de la llamada “bomba biológica de carbono”, que mueve carbono a través de la cadena alimentaria y hacia las profundidades del mar.

Por otro lado, la actividad humana, especialmente la pesca industrial, también influye en estos procesos. La pesca de arrastre, por ejemplo, remueve sedimentos del fondo marino y libera carbono que estaba atrapado, contribuyendo así a las emisiones. La sobrepesca de especies clave reduce la capacidad natural del océano para procesar y almacenar carbono. Limitar estas actividades dañinas podría evitar emisiones innecesarias y proteger el funcionamiento ecológico del océano. Esto no solo tendría beneficios climáticos, sino también ecológicos y sociales, ya que contribuye a conservar la biodiversidad y asegurar recursos para las comunidades costeras.

Aunque aún existen incertidumbres científicas —por ejemplo, sobre cuánto carbono se puede capturar con precisión mediante estos mecanismos—, los expertos coinciden en que las contribuciones de los peces y mamíferos marinos son lo suficientemente importantes como para justificar acciones de conservación. Apostar por estas soluciones implica proteger la vida marina, gestionar mejor las pesquerías y evitar actividades que alteran el equilibrio natural del fondo marino. Estas estrategias se consideran soluciones climáticas con “co-beneficios”, ya que no solo ayudan a combatir el cambio climático, sino que también promueven ecosistemas marinos más sanos y resilientes.

En conclusión, el océano no solo es un regulador climático natural, sino también un aliado poderoso en los esfuerzos por reducir el carbono atmosférico. Comprender y valorar el papel de los animales marinos en este proceso permite identificar nuevas oportunidades para actuar frente al cambio climático con un enfoque más amplio, que incluya no solo los ambientes terrestres, sino también la vida que habita bajo las olas.

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