El dilema de CC, explicado por un futbolero

La portavoz de Coalición Canaria (CC) en el Congreso, Ana Oramas, acompañada del secretario general de Coalición Canaria, José Miguel Barragán. EFE/Ballesteros

Juan Manuel Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

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Los futboleros tendemos a explicarlo todo con la perspectiva del balón en el horizonte. Es porque creemos, acertadamente (o no), que casi todas las situaciones propias de la naturaleza humana encuentran una explicación en lo que ocurre sobre un césped con porterías enfrentadas. Quizá sea este el motivo por el que el fútbol conquista corazones en todo el planeta, porque se parece tanto a la vida como la vida misma. La política no es una excepción. Y el voto de la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, en el debate de investidura que puede hacer presidente al socialista Pedro Sánchez, que parecía ser una abstención pero que desde hoy apunta al no, responde a los mismos códigos. Vaya, pues, la explicación de una decisión bajo los criterios del balompié.

Hay problemas en el vestuario. No está en la cultura de CC airear sus problemas internos. Cosa distinta es que no los tenga. Las votaciones por aclamación para validar decisiones previamente tomadas por un círculo muy pequeño de personas -a veces, por círculos unipersonales- esconden no pocos recelos y muecas de insatisfacción expresadas principalmente, qué tiempos estos para la discreción, a través de los chats colectivos de WhatsApp. La pérdida del poder autonómico y local ha disparado la insatisfacción de los cuadros medios nacionalistas. Es normal. Un cataclismo semejante tiene que producir secuelas relevantes, porque hay demasiada gente cabreada y con tiempo libre para disparar veladamente contra los jefes del vestuario, que han perdido el ascendiente más importante que tenían, la designación digital para responsabilidades ejecutivas de relieve. El vestuario de Coalición Canaria está tocado, y esta certeza acompaña todo el debate interno sobre la investidura de Sánchez, la relación con Nueva Canarias y el camino a seguir. La abstención aparecía, en ese sentido, como la decisión que permitía mantener la casa tranquila por un tiempo. Como toda posición intermedia, no terminaba de convencer a nadie, pero evitaba males mayores a corto plazo. Todo eso ha saltado por los aires con el anuncio de Oramas, que ha buscado congraciarse con la afición más fiel, la militancia de Tenerife, con un coste para la organización a escala autonómica aún por descifrar. Desde ahora será más complicado cumplir con otra máxima deportiva: lo que pasa en el vestuario se queda en el vestuario. La gran pregunta: ¿qué ha pasado de puertas adentro?

Táctica y estrategia. Más que los resultados electorales de mayo pasado, que fueron buenos, el saldo nefasto de los pactos ha dejado tocada la estrategia de Fernando Clavijo durante su legislatura presidencial. En términos futbolísticos, el ex presidente autonómico y ahora senador es un hábil intérprete de la táctica: lo suyo son las jugadas rápidas y los goles a balón parado. Pero se autoengañó, y lo engañaron sus asesores más cercanos, al pensar que se trataba de un planeamiento válido para todas las situaciones. Hace tiempo que Coalición Canaria perdió el estilo de juego que le dio éxito, un concepto que, precisamente por intentar ocupar el centro del campo, exigía mover la bola a derecha e izquierda del terreno. Un planteamiento asimétrico, el adoptado por Clavijo tras su ruptura con el PSOE en diciembre de 2016, supuso asumir riesgos de complicada defensa cuando la pelota pasó a ser controlada por los adversarios. Porque ese es el otro autoengaño cometido por Fernando Clavijo: pensar que los rivales no tenían capacidad de movimiento. CC ha descubierto una dolorosa verdad: los rivales no son los habituales conos de entrenamiento, sino adversarios de verdad, que meten la pierna, hacen daño, te roban el cuero, se acercan al área y meten goles. También por eso es tan complicado votar ahora a favor de quienes te dieron un meneo hace meses. Votar en contra tampoco sale gratis, porque, más allá de las heridas internas que están por dilucidar, supone la ruptura definitiva con un estilo que fue tan exitoso.

Cuando los goles los mete otro no es divertido. La proverbial habilidad de Coalición para moverse entre líneas políticas le facilitó durante años la posición preferida del futbolista: solo delante del portero, e incluso en ocasiones a puerta vacía, para rematar a gol y llevarse toda la gloria. La habilidad de los nacionalistas para afianzar mayorías estatales y pactar a uno y otro lado del espectro político español, en seguimiento de la más pura lógica criollista -yo te doy mi apoyo allí, tú me dejas manejarlo todo aquí-, les proporcionó legislaturas de grandes éxitos, traducidos en títulos de Liga y Copa en los estadios de toda Canarias e incluso en Madrid. Nada de eso es posible ahora, porque CC ya no gobierna en el Archipiélago, de modo que todo su esfuerzo a favor de la llamada agenda canaria -los compromisos derivados del nuevo Estatuto de Autonomía y la renovada ley del REF, más los convenios de infraestructuras ya conocidos- sería rentabilizado por quienes ahora ocupan la posición de delantero en la política canaria, esto es, el ariete Ángel Víctor Torres y su acompañante en la media punta y para más inri aliado electoral reciente, Román Rodríguez. Nadie en CC puede mostrar entusiasmo por sudar la camiseta y recorrer kilómetros para servir balones de gol a quienes se aliaron para desalojar a los nacionalistas de todo el poder autonómico y local. La tentación por abandonar el verde resultaba inevitable y parece que Ana Oramas, sola o (probablemente) en compañía de otros, ha cedido a la misma.

El fuera de juego no es tan malo... o sí. En su etapa pretérita, Coalición Canaria exhibía una sutil habilidad para tirar diagonales y proyectarse ante el área en óptima posición de remate. Los aciertos propios y el desacierto ajeno convirtieron al fuera de juego en una suerte prácticamente desconocida para los nacionalistas. En los últimos días esta regla era asumida como un mal menor en los cuarteles de Galcerán y Buenos Aires. Conclusión del Consejo Político Nacional: quizá el fuera de juego no es una cosa tan mala a fin de cuentas, sobre todo cuando las opciones restantes son peores. Pero cuidado porque la política tiene sus propias reglas y, aunque coincidentes con frecuencia, tampoco son exactamente iguales a las del fútbol. Otro equipo, que no es Holanda pero viste de naranja, ya ha comprobado con dolor el elevado precio de la inutilidad en política. Si los ciudadanos perciben que tu voto no sirve para nada, ni para formar gobiernos ni para tumbarlos, toman nota y se cambian de equipo. Pero hay que entenderlo. Coalición vive hoy en el offside político y su margen de maniobra es muy reducido. No puede facilitar los éxitos de quienes la despojaron de sus trofeos, y la tentación natural pasa por intentar derribar la alianza que suscribió un nuevo orden en la Liga de la política canaria. Pero ese camino, que se traduciría en un voto negativo a la investidura de Pedro Sánchez, también encierra peligros y contraindicaciones. Desde la quiebra interna al epitafio de la apenas reiniciada unidad nacionalista

Pánico al gol en propia puerta. Si hay una acción del fútbol que retrata a su protagonista no es el fuera de juego, ni el pase desacertado, ni siquiera el penalti fallado. Es el gol en propia meta la pesadilla más temida por todo futbolista. Es esta la figura que se dibuja entre los cuadros y militantes de CC, sobre todo en la isla de Tenerife, donde las heridas están muy lejos de suturar tras la pérdida de feudos que se consideraban poco menos que intocables: el Ayuntamiento de Santa Cruz y el Cabildo. Que ahora sean los socialistas quienes pidan el voto favorable de la diputada Ana Oramas en la investidura de Pedro Sánchez también tiene bemoles. Que además lo haga Podemos, tras satanizar a CC por tierra, mar, aire y tribunales de Justicia, ya es puro recochineo. Porque si el fuera de juego es una jugada deslucida, el gol en propia meta es el camino directo a la irrelevancia, pues supondría entregar a otro equipo al acecho, el Partido Popular, a un porcentaje muy relevante del propio electorado, que puede vestir los colores de la tricolor nacionalista, pero que nunca se pondría la camiseta roja y mucho menos morada. Esta certeza, que es clamorosa, explica todas las tribulaciones de CC en los últimos días y hasta el martes, cuando se supone que el árbitro pita el fina. Este partido se ha puesto muy cuesta arriba para los nacionalistas, pero la política es como el fútbol: lo importante es mantenerse con vida. Porque un error del rival, un golpe de suerte, el VAR o el simple azar pueden cambiarlo todo. Y la gran final de la investidura nos mantendrá en vilo hasta el descuento… o los penaltis.

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