Bienvenido al país de los infartos

Infarto.

Carlos Guerra

San Bartolomé de Tirajana es el municipio español con mayor riesgo de muerte en hombres, y también en fallecer por obstrucciones coronarias, según un estudio de la Fundación BBVA. El gran número de empleos en hostelería y turismo con abuso de alcohol y drogas, y dietas poco equilibradas, a lo que se une una peligrosa enfermedad hereditaria, parecen estar detrás. Un colectivo ciudadano de familiares afectados lucha por instalar desfibriladores en los centros públicos de la zona.

La mujer del fondo no dijo nada en todo el tiempo. Permaneció en silencio hasta el momento de la despedida, cuando observó que el director del instituto había vuelto a su despacho y vio el desfibrilador.

- Mi hija también padece de eso -dijo-.

Habían sido muchos años de ignorancia, de no saber, de por qué a ella y no a otro. Años que se tornaron en miedo y por último, solo al final, la tranquilidad de estar a salvo. No fue una declaración con nombre y apellidos para un periodista, del tipo “esta es mi historia y te la cuento”. Fue más como un desahogo. Mi hija también padece de eso, lo hemos pasado mal, pero ya está bien.

Esa hija y su padre fueron diagnosticados hace años de taquicardia ventricular polimórfica catecolaminérgica (TVPC), un problema de corazón que ha provocado numerosas muertes súbitas en jóvenes del sur de Gran Canaria desde hace décadas. En este caso por una mutación genética heredada de un ancestro común del siglo XVIII en la isla. Pero eso se supo más tarde, cuando el profesor Carmelo Pérez y el cardiólogo Fernando Wangüemert entraron en escena en el siglo XXI, y esos chicos pudieron ser diagnosticados.

San Bartolomé de Tirajana es el municipio español con más riesgo de mortalidad en hombres, según el Atlas de Mortalidad de la Fundación BBVA. También en enfermedades isquémicas de corazón -angina, infarto-. Parece que hay motivos de peso, como malos hábitos de vida y amplias capas de población trabajando en hostelería y el turismo, con una fuerte carga de estrés.

El estudio abarca entre 1984 y 2004, y fue elaborado por un equipo de 25 investigadores. Que los datos lleguen solo hasta 2004, señalan sus autores, no resta valor, pues la consistencia de estos indicadores de mortalidad hace poco probable cambios sustanciales en años recientes.

Inevitablemente, surge la pregunta.

Luis Bello Luján fue jefe de sección en la Dirección General Salud Publica, y ha venido estudiando este tema en Canarias desde los años 70. Si alguien puede dar respuestas, parece es él.

De momento esparce algunas páginas con datos sobre la mesa de la cafetería, en una terraza frente a Vegueta. Al parecer, nunca le habían interrogado sobre la cuestión. “Me sorprende el interés periodístico sobre este tema”, dice con agrado.

Y no por un contenido insustancial de sus trabajos. Estos muestran que ya en 1979 la mortalidad por enfermedad isquémica del corazón en San Bartolomé de Tirajana era el más alto de todos los municipios canarios. Años después, en 1994 recabó los mismos datos para comparar resultados, pensando que el desarrollo socioeconómico habría paliado el asunto. “La cifra se duplicó, -recuerda-. Fue un shock”.

Entonces se le ocurrió que las cuentas se podían estar haciendo mal: errores de certificación, al incluir turistas del norte de Europa, con más problemas cardíacos que la media española, como si fueran locales empadronados aquí. Así que en 2001 vuelve a la carga, y San Bartolomé de nuevo el primer de la lista, seguido por Arona y Adeje, en Tenerife, con tasas de tres y cuatro veces superior respecto a la media española.

Conclusión: se confirma lo de los fallecidos extranjeros mal apuntados, pero eso solo explica un 18% del total. Afectan mucho el sedentarismo, unido a los “ritmos de vida devastadores” de la hostelería y el turismo, unido a servicios asistenciales deficientes.

En 2003, lleva a cabo otro estudio, ahora a lo grande con 1.757 pacientes, acotados por municipios turísticos, según lugar de empadronamiento y “morbilidad” (enfermedad), en lugar de mortalidad. Gana Telde, que se incluyó como municipio de control, seguido por Mogán y San Bartolomé. Ritmos devastadores. Solo había que seguirle la pista.

Drogas tras los fogones

Juan Santiago es cocinero y trabajó en el hotel IFA Faro de Maspalomas durante algún tiempo. Lo que cuenta no se circunscribe a ese empleo, sino al sector en general. Un testimonio sorprendente sobre un tema que hasta ahora ha permanecido, parece, escondido, soterrado o cuando menos, consentido por la profesión: alcohol y drogas tras los fogones.

“El trabajo en un restaurante es duro. En cocina no es raro beber alcohol, y en sala, los camareros consumen cocaína. Lo hacen para aguantar y evitar el mal aliento del alcohol. No es nada que no se sepa en el mundo de la hostelería. Al final todo el mundo hace turnos partidos, y eso se convierten en 10 horas diarias de trabajo. La gente está muy quemada. Tengo compañeros de 40 y 50 años a los que les tiembla la mano al servir un plato por el ritmo de vida tan fuerte que llevan”, explica.

Santiago da ahora clases en el Hotel Escuela de Santa Brígida, que compagina con la jefatura de cocina en otro hotel de la isla. “No tener tiempo para sentarte a comer, no llevar una dieta equilibrada, al final se nota y buscas trabajar con turno corrido. Aunque ganes menos, pero con mayor calidad de vida”.

Antonio Cabrera es médico investigador del Hospital de La Candelaria en Santa Cruz de Tenerife. Cita a Bello Luján, respalda sus estudios y pone énfasis en los riesgos de los municipios turísticos. “El sur de Gran Canaria es conocido por su tasa de mortalidad en cardiopatía isquémica”, señala.

Además de los turistas que pueden haber sido contabilizados, explica Cabrera, existen dietas pobres e insalubres, que se acentúan con la falta de ingresos por la crisis. “En cambio en los municipios del norte como Guía y Moya, hay unos hábitos de vida más tradicionales y saludables”, comenta.

No parece que sean multitud los que se han preocupado en estos años de los riesgos para la salud y la vida de estos trabajadores. Hay que recordar que el citado estudio de la Fundación BBVA incluye parte de los años 80. La situación no es nueva.

Víctor León estuvo siete años en el Grupo Lopesan, con diez hoteles en Gran Canaria y dos más en Fuerteventura, y llegó a ser Chef Ejecutivo. Su labor consistía en supervisar las cocinas de todos los establecimientos hoteleros de la empresa. Este y otros puestos le han facilitado estar en contacto con muchos cocineros, pero también una perspectiva de conjunto.

“Desde que se empezó con el 'todo incluido' en Canarias, los restaurantes de los hoteles tuvieron que comprar los alimentos más baratos, y hoy la calidad es bajísima en cualquiera de ellos. Si la gastronomía para el turista está en el último lugar, imagínate en la cocina para el personal que come allí. Nada de aceite de oliva y muchas grasas saturadas”, comenta.

León reconoce que en hoteles de cinco estrellas y de lujo, la situación es diferente, con mejor gastronomía y plantillas mejor dimensionadas. Porque otro problema deriva de los turnos partidos, como se ha comentado. “He tenido varios compañeros y empleados con problemas de corazón, en todos los casos derivados del alcoholismo. Creo que eso ya se está erradicando en hoteles, aunque no tanto en restaurantes”, relata. “Está claro que si la plantilla puede tener menos estrés y comer más saludable, eso repercutirá en una mayor motivación y menos bajas por enfermedad”.

No parece que esto haya calado por ahora. Tampoco desde la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo de Las Palmas, que lo ven más como un problema de salud pública que laboral o de empresa. Pero como señalá León, más salud es igual a menos bajas. Y en última instancia, menos muertos.

Pero nada concreto, más allá de los planes de prevención de la Consejería de Sanidad, quien sí reconoce en algunos documentos que las enfermedades cardiovasculares y respiratorias han sido la principal causa de defunción en Canarias desde principios de la década de los años 60. Y que de estas manifestaciones, la cardiopatía isquémica es la que mayor mortalidad produce y nos sitúa en los primeros puestos de mortalidad en el país“, concretamente.

Además de apuntar que el sistema sanitario no es el único responsable de mejorar la situación de estas enfermedades “donde intervienen múltiples condicionantes educacionales, sociales, económicos, medioambientales”, se han desarrollados planes de prevención genéricos como Círculos de la Vida y un protocolo para la atención primaria, que según el dato oficial incluye a la mitad de la población adulta en Canarias.

Pero nada para el municipio con mayor índice de mortalidad de España en cardiopatías isquémicas.

Un caso sin precentes

Los que sí se han movido y mucho son Carmelo Pérez, Fernando Wangüemert, y los familiares afectados por TVPC, la enfermedad que provoca muerte súbita. Su empeño es instalar desfibriladores en los centros públicos del municipio, para el caso de las paradas cardíacas por muerte súbita. De momento solo han conseguido instalarlos en dos colegios -todavía sin autorización de uso- gracias al Proyecto Salvavidas.

Todo comenzó un 14 de septiembre de 1997, en un entierro de una joven de 21 años en el sur de Gran Canaria, que murió de manera repentina por un fallo cardíaco. Allí Pérez se enteró de que no era el primer caso dentro de esa misma familia.

Tras dar los primeros pasos, llegó a investigar un gran número de muertes súbitas en jóvenes de San Bartolomé de Tirajana. Eso le llevó por archivos municipales y también parroquiales, en pueblos como Tunte. Acabó por descubrir el parentesco entre todos los fallecidos.

Eso claramente le hizo sospechar del origen genético, sin ni siquiera estar descrita la variante de la mutación que causaba las muertes. No fue hasta 2001 cuando la ciencia lo pudo identificar.

Aún así hubo que esperar hasta 2007, cuando ocurrió el fallecimiento en Disneyland París de una niña grancanaria por esa misma causa. Eso dio argumentos a Pérez y Wangüemert a ojos del sistema sanitario, que hasta entonces no los había tomado en consideración a pesar de haber realizado importantes avances por su cuenta, como un árbol genealógico con más de 200 posibles afectados, y la creación de la Fundación Umiaya.

El estudio genético con los hermanos Brugada en Barcelona, cardiólogos de prestigio, fue definitivo. Actualmente hay 37 personas en tratamiento. Otras tres decenas no han querido diagnosticarse, alguno de los cuales ya fallecieron por muerte súbita.

Otros se han salvado gracias a las pruebas, como Claudina Gutiérrez de 41 años y que perdió a su padre teniendo ella dos años, por el mismo motivo. Un familiar contactó con su tía para hablarle de este examen genético. Le salió positivo y tiene implantado desde 2008 un desfibrilador en su cuerpo.

“Nos citaron a muchísima gente en un salón de actos y allí nos hicieron las pruebas. Todos decíamos que íbamos por ir. El día de los resultados entramos varios a la consulta, en lugar de uno por uno, para irnos antes”, recuerda.

Hoy el doctor Wangüemert imparte conferencias científicas sobre este caso inédito en el mundo, hasta donde sabe. Junto a Pérez, y muchos otros, luchan hoy por instalar desfibriladores en todos los centros públicos del sur de la isla, aunque su primer objetivo son los centros educativos, donde hay dos comprometidos. Ellos mismos se han encargado de buscar los aparatos.

Tampoco hay acciones por el otro lado, el de las cardiopatías isquémicas. “Ningún organismo público ha actuado sobre las causas. Ni los Ayuntamientos, ni la Federación de Municipios, ni el Gobierno de Canarias. Nadie ha hecho nada”, apunta Bello Luján al ser preguntado sobre el tema. Todo igual, salvo los extranjeros fallecidos por estas causas, que ahora ya los cuentan por separado. Así la cifra ya bajó un poco, a esos cocineros y camareros que un día le sirvieron el plato. Llámelos afectados si quiere, llámelos como quiera, porque solo sus familias se acordarán de ellos cuando ya no sirvan más platos y estén muertos. Nuestros muertos.

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