Una Agenda 2030 en clave ecofeminista para que la pandemia no frene el camino a la igualdad

Vista de cultivos de tomate en La Aldea, en Gran Canaria, un sector donde siempre han destacado las mujeres del mundo rural. (ALEJANDRO RAMOS)

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria —

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La pandemia ha derivado en una crisis socioeconómica que acrecienta las desigualdades y ha supuesto un golpe en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente en los relacionados con erradicar la pobreza y asegurar un crecimiento económico con trabajo decente. Expertas de distintos campos abogan por aplicar una perspectiva ecofeminista que permita cumplir con esa Agenda 2030 (que se acordó hace seis años en la Cumbre de las Naciones Unidas) sin frenar el camino hacia la igualdad e incorporando la cultura como vehículo transmisor de valores, pero también como ejemplo de buenas prácticas sostenibles. “Las desigualdades de partida afectan más a las mujeres, pero en la pandemia se ha exacerbado con los cuidados”, sostiene Marta García Haro, directora de proyectos de la Red Española para el Desarrollo Sostenible, que explica que cuanto más avanzado esté uno de los objetivos, mejor se pueden abordar los retos. Por ejemplo, el número tres hace referencia a la salud y el bienestar, y apunta que hay países donde ese objetivo está muy avanzado con buena estructura de salud pública, por lo que han podido afrontar mejor la pandemia. 

Abordar la agenda con una mirada ecofeminista es una de las claves que resaltan varias expertas. La filósofa Alicia Puleo, que destaca por sus investigaciones en este campo, define el ecofeminismo como la relación de “la dominación patriarcal con la crisis ecológica y con el trato que se da a la naturaleza”. “Es una filosofía, un pensamiento y también un movimiento”, resume. Desde el punto de vista económico, subraya que las desigualdades están vinculadas con el deterioro ambiental y con un modelo de desarrollo basado en la expansión de beneficios sin límites. En este modelo, recalca que son las mujeres las más afectadas ya que “aquellas tareas y actitudes más importantes para nuestra vida, a veces son las menos reconocidas y las menos retribuidas”, aclara. Y son precisamente las mujeres las que realizan esas actividades. 

Puleo afirma que al “feminismo no se le puede pedir todo”, pero sí que añade que “el ecologismo le aporta al feminismo una conciencia medioambiental, mientras que el feminismo le aporta al ecologismo una lectura de los fenómenos en clave de género”. Sostiene que debe existir solidaridad con las mujeres indígenas que se enfrentan al extractivismo y con los problemas que suponen para todas las mujeres la contaminación ambiental, que se ha demostrado que son ellas las más afectadas. Como ejemplo de neoliberalismo y de cómo en nombre de la libertad se explota el cuerpo de las mujeres expone también el ejemplo de los vientres de alquiler o la explotación sexual. 

La directora del aula sostenible del Centro Atlántico de Arte Moderno de Gran Canaria (CAAM), Blanca de La Torre, también investiga sobre sostenibilidad y ecofeminismo y expone a Canarias Ahora que hay que diferenciar entre los ecofeminismos del norte y del sur; estos últimos relacionados con la subsistencia, los modelos de vida y la destrucción del entorno. “Quienes menos han contribuido a la crisis climática es en quienes más están recayendo esas consecuencias”, apunta para añadir que los Objetivos de Desarrollo Sostenible ya venían recogidos en la agenda del ecofeminismo desde hace más de 30 años ya que “transformar nuestro mundo ha estado presente en todos los ecofeminismos porque es un movimiento plural”. La experta pone el ejemplo de zonas de la India, donde la tarea de llevar el agua a los hogares recae en las mujeres y en especial en las niñas, que debido a la escasez de este recurso cada vez tienen que andar caminos más largos y peligrosos y sin poder asistir a la escuela. 

Desplazados climáticos

También destacan como ejemplos de ecofeminismo los movimientos de las mujeres indígenas en defensa de la tierra. En este sentido, Alicia Puleo insiste en que deben darse a conocer las relaciones y actividades de las mujeres con el medio ambiente y añade que “el fenómeno del extractivismo o explotación intensiva de los recursos naturales está desalojando a los habitantes y les está privando de los recursos necesarios para vivir. Por otro lado, envenena el agua, la tierra y la convierte en algo tóxico”, apunta. Es por ello que al igual que otras expertas como Marta García Haro o Blanca de La Torre hablan de los desplazados climáticos, que en los próximos años se multiplicarán. 

“Igual que hay territorios que están sufriendo una desertización física, otros están sufriendo una desertización cultural, cuando la población abandona sus culturas de origen porque no tiene método de subsistir, como la población subsahariana que tiene que irse a buscar el sustento y tiene que abandonar su comunidad cultural”, explica también a esta redacción Alfons Martinell, director de la Cátedra Unesco de Políticas Culturales y Cooperación, de la Universidad de Girona. Insiste en que hay que entender que vamos a convivir cada vez en mayor medida con otras culturas y cita el ejemplo su ciudad natal, Barcelona, donde recuerda que conviven hasta 180 nacionalidades diferentes y se hablan 300 lenguas o dialectos. “Estamos viendo que las ciudades ya no son homogéneas; esta multiculturalidad es una realidad y hay que asumirla y aceptarla”. 

Perspectiva feminista y cultura

Profesionales del ámbito de la cultura promueven que esta no quede fuera de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. “Si la Agenda 2030 quería transformar el mundo, creíamos que no podían alcanzarse sin la cultura y el sector se ha organizado”, recalca Alfons Martinell. Recuerda que la cultura aporta al PIB y al desarrollo social y que tiene que ser ejemplo de prácticas sostenibles, con perspectiva ambiental. El sector ha estado muy afectado por la pandemia, pero al mismo tiempo ha demostrado que la sociedad durante el confinamiento demandaba cultura. “Lo digital ha adquirido una cierta dimensión y estamos viendo cómo están cambiando prácticas que antes no eran muy habituales como ver teatro en streaming”. 

Si dentro de la cultura hay un sector muy afectado es el de los artistas visuales, explica Yolanda Peralta, artista feminista y profesora de la Universidad de La Laguna (ULL), que sostiene que en trabajos más castigados por la crisis, las mujeres sufren una doble precarización. “Si uno de los objetivos de la Agenda 2030 es la igualdad (el número cinco) quiero plantear la importancia de la cultura para su consecución” ya que en las políticas culturales de las administraciones públicas “no está presente la perspectiva de género” y en asociaciones, instituciones y organismos que están luchando por conseguir la igualdad y acabar con la discriminación “no se plantean muchas veces incorporar la cultura”. Así mismo, añade que es necesario visibilizar a las mujeres, que puedan acceder a los puestos de poder y que haya paridad en los jurados y en las comisiones de selección ya que “hay una ley que lo recoge y que no se cumple”. 

Peralta subraya que no hay ninguna ley que impida a las mujeres acceder a los puestos de poder, entonces “¿por qué no están llegando?”, se cuestiona. Entre las causas expone la educación, cómo la sociedad exige que ellas se encarguen de los cuidados y esto las aparta temporalmente de sus carreras profesionales. Además, recuerda que no se educa para que sean ambiciosas, por lo que se ha encontrado a lo largo de su carrera a mujeres que se autoexigen más y lo que denomina “guardianes de la puerta; hombres que siempre seleccionan a hombres”, por lo que insiste en la importancia de que ellas formen parte de los jurados para que esté presente la perspectiva feminista porque “somos la mitad de la población”. También reivindica la diversidad de las mujeres y que no sean tratadas como un todo. 

¿Hacia una revolución verde?

Pese a que los ODS puedan verse ralentizados por la pandemia, las expertas son optimistas al considerar que, al menos, está recogido como una de las prioridades. “Estamos viviendo una época de concienciación a muchos niveles, se están poniendo sobre la mesa muchas problemáticas para abordar esos problemas con soluciones concretas”, asegura Peralta. Por su parte, Alicia Puleo, señala que es un paso que estos objetivos se encuentren definidos y recogidos, aunque apunta que la pandemia misma es resultado “del expansionismo del modelo de desarrollo que en todos los rincones del planeta va quitando a otras especies su hábitat y colonizando territorios en los que existen animales con virus para los que no tenemos inmunidad” y añade que “siempre los más vulnerables sufren más las consecuencias, pero nadie va a salir de rositas y la pandemia es un ejemplo”. 

Una de las herramientas para ir corrigiendo estas situaciones de desigualdad y hacer justicia social es precisamente aprovechar los fondos europeos para la reconstrucción tras la crisis, que disponen de una vertiente dirigida hacia la digitalización y otra hacia revolución verde o descarbonización de la economía. Pero otra vía fundamental para alcanzarlos es la concienciación y en ello trabaja el ámbito educativo y el cultural. El aula sostenible del Centro Atlántico de Arte Moderno de Gran Canaria es ejemplo de ello y funciona de forma permanente. Esta última semana ha celebrado precisamente unas jornadas sobre cultura, sostenibilidad y ecofeminismo concentrando en la isla y también de forma digital a personalidades expertas en estos campos y dar a conocer así la Agenda 2030 con esa mirada ecofeminista. Sin embargo, el trabajo va mucho más allá: “Tenemos que ser conscientes de cómo contribuimos a esa injusticia ambiental desde todos los niveles y en que tiene que ir acompañada de un cambio de modos hacer y de praxis. Hay que dar pautas teóricas para ese cambio desde dentro y desde fuera”, concluye Blanca de La Torre. 

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