El binomio hombre maduro-chica joven se repite en un 0,6% de los casos
“El amor no tiene edad” es una frase hecha que tiene reflejo en las estadísticas. Según el INE, 2.644 españoles, un 0,6% de los que se casaron en 2006, lo hicieron con parejas al menos 20 años más jóvenes. En una abrumadora mayoría de los casos (91,5%) se repite el binomio hombre maduro-chica joven.
Los datos elaborados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), referidos al último año con cifras definitivas, reflejan que en los últimos diez años el número de hombres y de mujeres que optaron por cónyuges de al menos 20 años más jóvenes se ha duplicado.
Pese al aumento cuantitativo, el porcentaje de hombres respecto al de mujeres que buscan esta opción permanece invariable con el paso del tiempo: 91-92% ellos, frente al 8-9% ellas.
Así, en 1996, en los 194.084 matrimonios celebrados entre personas de distinto sexo, 1.341 hombres se casaron con mujeres al menos 20 años más jóvenes, mientras que sólo 122 mujeres lo hicieron con hombres a los que superaban en dos décadas.
En 2006, en las 203.453 bodas heterosexuales celebradas, 2.420 varones contrajeron matrimonio con mujeres 20 años menores y 224 féminas llevaron a altar o al juzgado a hombres veinte años más jóvenes que ellas.
El número de hombres y mujeres que se casan aumenta cuanto menor es la diferencia de edad entre los cónyuges. Así, 13.141 hombres y 2.159 mujeres, superan a sus parejas en 10-19 años; 34.172 hombres y 8.331 mujeres, son entre 5-9 años mayores que sus cónyuges.
Según el INE, un 70% de las parejas (143.006 de las 203.453 que contrajeron matrimonio en 2006) se llevan entre 0 y 4 años de diferencia.
Frescura y vitalidad, estabilidad y madurez
¿Qué vieron esos casi tres mil españoles en sus parejas, 20 años más jóvenes, y viceversa?.
A juicio de la psicóloga clínica y forense, Paz de Roda, el hombre busca en la mujer joven “vitalidad y entusiasmo”, así como el “acceso a una sexualidad más exacerbada”. Pueden existir razones más “oscuras”, como tener a su lado una persona “más moldeable” que se adapte a su estilo de vida y a sus normas y lograr “un prestigio social por estar con una persona más joven”, opina.
“Seguridad, experiencia, estabilidad y madurez” y en ocasiones “la necesidad de suplir carencias afectivas provenientes de una figura paterna ausente”, están en los sentimientos de la mujer joven que tiene una relación con un hombre mayor, según la especialista.
Cuando la mujer es mayor que el varón: “ella busca la frescura y el dinamismo del joven, su mayor facilidad para el afecto, la presencia de ilusiones intactas en el amor y en la vida y el apogeo sexual. Y a veces una necesidad velada por parte de la mujer madura de dominar, de no quedarse soltera y de ejercer de cuidadora abnegada”.
Y ellos pueden buscar “la estabilidad emocional, la seguridad personal, independencia, la tolerancia y la comprensión de la mujer adulta. Y en ocasiones, la necesidad de delegar su vida en otra persona, en que una figura maternal y tierna, les dirija su vida”, opina Paz de Roda.
Esta especialista cree que estas relaciones no están exentas de problemas relacionados con los celos, con los hijos del cónyuge mayor, con el reloj biológico, con las familias, las actividades, los proyectos o metas vitales. Pero también tienen ventajas como el rejuvenecimiento del mayor, canalización de energía, aumento de la autoestima, de la actividad y el círculo social y confrontación positiva de puntos de vista diferentes.
Mujer madura-Hombre joven
Pero estos datos estadísticos no reflejan totalmente la realidad de la sociedad, ya que, según explica Paz de Roda, mientras que las parejas hombre maduro-mujer joven, “tienden a desembocar en boda” las mujeres mayores suelen mantener oculta una relación con un hombre más joven “por las posibles sanciones familiares y sociales”.
En las últimas décadas, no obstante, este último tipo de parejas “ha aumentado su proporción pero siguen siendo casos aislados”, dice.
La igualdad del hombre y la mujer como ciudadanos de pleno derecho, y la incorporación de la mujer al mundo académico y laboral ha desembocado en “mujeres preparadas, solventes económicamente, con aficiones y múltiples actividades que revierten en una mayor seguridad personal, apertura de mentalidad y oportunidad de conocer gente”, subraya la especialista.
Esa independencia junto al cuidado de su cuerpo, la reducción del número de hijos hace que “una mujer de 50 años actualmente sea como una de 40 en la anterior generación”, coincide la psicóloga Pilar Varela, autora del libro “Amor puro y duro”.“Y no sólo en cuanto a la juventud física, sino también a la psicológica, al enfoque de la vida, a la cantidad de futuro que le queda por delante. Y eso es también índice de juventud”, explica.
Una teoría que también refrenda Iván Rotella, sexólogo y portavoz de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS), para quien muchas de las cuestiones que hasta hace poco no veía con buenos ojos “el machismo social imperante”, están siendo “cada vez más superadas”.
“Ser una persona atractiva y deseable no es una cuestión de juventud, sino de actitud”, explica Rotella. “Tal vez necesitamos más referentes de mujeres sexualmente atractivas y deseables después de los sesenta, puesto que de hombres ya abundan.”
El sexo no es problema
Cuando la diferencia de edad entre los cónyuges es considerable ¿que pasa con el sexo“.
“Cuando hablamos de placer y de deseo tenemos que olvidarnos del concepto clásico y equivocado de rendimiento, competitividad y resultados que muchas veces creemos que marca la diferencia entre disfrutar y no disfrutar”, explica Iván Rotella.
“Las relaciones sexuales -agrega- tienen como objetivo único disfrutar, sentir, compartir, estar a gusto y para ello la duración del coito o el número de orgasmos no es imprescindible”, agrega este especialista. “El órgano sexual más grande del cuerpo es la piel, y en la piel las diferencias de edad quedan en segundo plano”, opina.
Si la pareja comparte comunicación, confianza, respeto y sentimientos, el otro pilar básico, el sexo “funcionará estupendamente independientemente de las diferencias de edad y del sexo de la persona que sea mayor y la que sea menor”, concluye el sexólogo.