El complejo esfuerzo por salvar las neuronas

El alzheimer y casi todas las enfermedades neurodegenerativas han registrado “discretos” avances en los últimos años, pero todo parece indicar que no contarán con una terapia curativa eficaz al menos a corto plazo.

Esta es la opinión que comparten con matices neurólogos e investigadores, que ven “desmedidas” las expectativas creadas por los medios de comunicación con la terapia génica, las células madre y los fármacos que prometen curaciones de rango casi milagroso.

“Ni el nihilismo de algunos investigadores, ni las altas espectativas” que otros transmiten, resume sobre la situación actual de los logros el neurólogo José Angel Obeso.

Algo más de 700.000 personas están diagnosticas en España con alguna enfermedad neurodegenerativa (EN), pero son millones, sobre todo familiares y cuidadores, los afectados indirectamente por estos procesos que destruyen neuronas e incapacitan gravemente al enfermo.

La mayor parte de las dolencias no tienen cura y ni siquiera se conoce bien su origen o su formación en el cerebro. Ataxias, procesos musculares degenerativos, parkinsonismo, alzheimer, o la Esclerosis Lateral Amiotrófica, ELA, entre otras, integran las EN.

Para 2030, se calcula que un 2% de la población de los países de la OCDE padecerá la enfermedad de Parkinson (EP) y entre un 10 y un 15% la enfermedad de Alzheimer (EA), la más común de las demencias.

“Las expectativas que salen a la prensa sobre terapia génica y células madre son desmedidas a la luz de las investigaciones que se han hecho”, opina en declaraciones Jose Angel Obeso, que ha dirigido recientemente un curso sobre enfermedades neurodegenerativas de la UIMP en Santander.

El milagro 'Rember'

Algunos de los participantes en ese encuentro han expresado serias dudas sobre los resultados de una investigación, dada a conocer en la reunión de julio ICAD 2008 de Chicago, que se situó por sus espectaculares resultados en las portadas de los principales diarios.

La investigación, realizada por la firma TauRx Therapeutics con el fármaco Rember contra el alzheimer, aseguraba que este medicamento “frena el progreso de la enfermedad en un 81%”. La investigación fue dirigida por Claude Wischik, de la Universidad escocesa de Aberdeen.

El Rember, cuyo nombre se forma a partir de la palabra “remenber” (recordar en inglés), que es precisamente lo que la enfermedad impide a quienes la sufren, podría frenar el declive cognitivo actuando sobre los “ovillos” fibrilares que aparecen en las células nerviosas del hipocampo cuando resulta alterado el funcionamiento de una proteína, la proteína “tau”. La consecuencia última de este proceso es la muerte de la célula.

Rafael Blesa, director del servicio de Neurología del Hospital de la Santa Creu y San Pau de Barcelona es crítico acerca de los resultados publicitados sobre este fármaco en Chicago y sostiene, en declaraciones, que el anuncio ha tenido una componente más mediática que científica y que se deben poner en cuarentena sus resultados.

Según Blesa, el autor principal del estudio con el medicamento Rember, que preside además la empresa creada para explotar el nuevo fármaco, “dejó de publicar investigaciones hace 8 años”.

Las dudas sobre el carácter serio de la investigación se extienden al propio producto que subyace bajo el fármaco, una sustancia química muy relacionada con el “azul de metilo”, común en los laboratorios y usada para las tinciones.

Blesa extiende sus críticas a los medios de comunicación cuando señala que “no se puede confundir los periódicos con New England Journal of Medicine”, la revista de referencia para los estudios más rigurosos en la disciplina médica.

Las grandes afirmaciones, suelen decir los científicos, requieren grandes pruebas.

Fármacos, investigaciones y nuevas herramientas de diagnóstico

Tras las críticas, compartidas por muchos de sus colegas, Blesa sintetiza también en la reunión de Santander algunas de las esperanzas sobre estas enfermedades cuando afirma que, en un futuro cercano, “la neuroimagen” se convertirá en una eficaz herramienta de diagnostico.

Si las actuales herramientas de diagnostico son escasas, también son pocas las alegrías en cuanto a los experimentos con nuevos medicamentos.

En un repaso por cerca de 20 estudios publicados en revistas especializadas (JAMA, Lancet Neurology, y otras), Onofre Combarros, del Servicio de Neurología del Hospital Valdecilla se ve obligado a añadir frecuentemente el comentario de “no ha funcionado”.

Adolfo Mínguez Castellanos, del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, y uno de los científicos españoles que ha trabajado en el campo de los trasplantes explica que en muchos de los realizados a pacientes con parkinson “se veía una mejora progresiva, máximo de 6 meses y luego iba declinando”.

“Con las células madre, las espectativas han sido más a nivel social y mediático”, apunta. “Pensábamos que iba a ser una solución a corto plazo, pero quizás sea un error”.

Parkinson: ''La joya de la corona terapéutica

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En el reverso de la moneda, “el parkinson es la joya de la corona”, afirma José Angel Obeso sobre los resultados paliativos que consiguen medicamentos como la levodopa, diseñados para compensar la pérdida con la edad de la dopamina, un importante neurotransmisor del sistema nervioso central.

Genética en un 5% de los casos y con cerca de 200.000 personas afectadas en la actualidad en España, la enfermedad de Parkinson no tiene cura y sus causas siguen siendo también un enigma, pero muchas de las manifestaciones que le acompañan, como el temblor o las dificultades motoras, pueden ser controladas.

“La ciencia asiste en general a una verdadera explosión de nuevas líneas de investigación en todas las disciplinas”, constata en declaraciones a Efe Ignacio Torres Alemán, un investigador del CSIC que intenta probar que la enfermedad de Alzheimer tiene una base metabólica y que el agente IGR-1, como la insulina en la diabetes, puede proteger a las neuronas.

También se percibe optimismo en Jesús Avila, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, quien se ha volcado en una línea de investigación distinta, sin ser lejana, la del papel que juega en la enfermedad, a escala molecular, la GSK-3, una enzima con la que investigan los científicos del CSIC.

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