No solo es el monumento a Franco, la historia tras el monolito a Los Caídos que también resiste en la capital tinerfeña

Jennifer Jiménez

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“En Alemania sería impensable tener una escultura a Hitler”, resume Alejandro Armas (geógrafo canario afincado en Leipzig) sobre los vestigios franquistas que aún perviven en las calles de Santa Cruz de Tenerife y que han sido señalados recientemente en el catálogo oficial de Canarias, ya publicado en su boletín oficial. Además del monumento a Franco, que sigue en pie pese a incumplir tres leyes de memoria histórica (la de 2007, la canaria y la recesión aprobada Ley de Memoria Democrática), el documento enumera la existencia de otras 79 huellas franquistas, entre ellas el monumento a Los Caídos, situado en la céntrica plaza de España y que según dicho catálogo debe ser contextualizado además de realizar otras intervenciones. Sin embargo, la historia de este monolito y el primer planteamiento sobre su retirada se remonta a muchos años antes de que se aprobara la primera de las leyes. Ya en 1998, según recuerda Armas en su tesis doctoral Reestructuración urbana y producción de imagen: los espacios públicos en Santa Cruz de Tenerife, los arquitectos encargados de remodelar la plaza plantearon la posibilidad de retirar esas piezas, pero se toparon con reticencias del entonces gobierno de Santa Cruz. 

Para entender por qué algunos expertos y voces políticas tachan aún a Santa Cruz de Tenerife como “parque temático franquista” es necesario remontarse a la historia de la isla, como escenario de los preparativos de la sublevación militar liderada por Franco desde su designación como comandante general de Canarias en marzo de 1936. Tenerife era la residencia de Franco en aquel momento y se convirtió en “una referencia en la cartografía de los emblemas de la Victoria en el momento en el que avanzó la supremacía del bando rebelde”, tal y como recoge el Catálogo de Vestigios Franquistas elaborado por la catedrática de Historia Maisa Navarro, junto a los doctores expertos Ricardo A. Guerra Palmero y Yolanda Peralta Sierra. Actualmente, la capital tinerfeña presenta “la mayor concentración de monumentos del país desde el punto de vista de la extensión física del territorio”. 

Durante esta investigación se apunta al “circuito de emblemas memoriales” que se asentaron en la ciudad y que incluía entonces además de este monumento el Puente del General Serrador y Mercado de Nuestra Señora de África; la Barriada de García-Escámez; el Monumento a Franco en la Rambla de Santa Cruz (1964- 67), así como el Barrio de la Victoria o el Barrio del Marqués de Somosierra. Desde la República Española (1931-36) sectores de Falange realizaron aproximaciones al Régimen Fascista en Italia y establecieron contactos con Mussolini. Tras el golpe de Estado, la arquitectura adquirió un valor simbólico de primer orden, “tanto por la exaltación del dictador y de algunas de las principales personalidades del Régimen, como de la Victoria, los caídos y los organismos de la dictadura y el partido único, FET-JONS, que actuaban en materia de vivienda”. 

El Monumento a los Caídos fue uno de los episodios centrales de “todo un programa de imposiciones” que transformó la ciudad entera en un escenario de referentes militares ocupando las principales vías. La plaza de España pasó a ocuparse por el complejo a los Caídos “revirtiendo así su noción recién conquistada de civilidad para convertirse en el principal referente de la acción militar que condujo a la guerra”, explica el estudio. 

Sus símbolos iniciales y la inauguración

El complejo escultórico nace con “la esencia de erigir un monumento que eternice la gesta heroica de esta generación”. En él, predomina la Cruz, rematándolo, “en recuerdo de la Cruzada de Liberación y de aquélla de madera que clavaron en nuestra Playa de Añaza las huestes del Conquistador, Alonso Fernández De Lugo, a la que debe el nombre esta capital y su provincia”. Le sigue en importancia “la alegoría al Caído, en el que se ve a la Patria, representada por una figura clásica de Matrona, que recoge en el brazo izquierdo una figura en desnudo representando a aquél y con el brazo derecho extendido, señalando el rumbo que tomaron los que, ofreciéndolo todo, partieron de estas Islas y se inmolaron en aras de los más altos ideales patrios”. En la parte baja y frente al Puerto una figura de mujer alada representando la Victoria sobre la proa de una nave y dando guardia, “dos figuras de hombres, con casco, en posición de descanso, y una espada entre sus manos, representando el valor cívico y el valor militar respectivamente”. Por último, los “bajorrelieves en los laterales del pedestal, representarán la aportación civil y militar de nuestra Provincia al Movimiento”, resume. 

La inauguración del monumento fue el 19 de enero de 1947 y contó con la participación del subsecretario de Presidencia Carrero Blanco, el capitán general de Canarias García-Escámez, el alcalde García Sanjuán y el obispo Pérez Cáceres. La ceremonia inaugural incluyó un amplio desfile militar, la participación del público y García Sanjuán impuso la medalla de oro de la ciudad a García-Escámez en presencia de Carrero Blanco. En la conmemoración de abril del mismo año se realizó una misa de campaña en la que se puso de relieve la finalidad de la fachada principal. 

El tratamiento informativo del No-Do hizo que el acontecimiento quedara reflejado como “entrega del Monumento a los Caídos”, lo que significó que el Ministerio de la Presidencia había patrocinado la obra con destino a la Isla. Además, se instaló una placa conmemorativa sobre el dintel de ingreso dejando constancia de la participación del Mando Económico en la iniciativa de la construcción del monumento y de la suscripción popular que permitió llevar a cabo el proyecto. 

Las transformaciones del monumento y la plaza

El catálogo apunta que desde la finalización de las obras y después de las dos inauguraciones en 1947 y 1950, respectivamente, dos intervenciones se han sucedido en los años 1986 y 2006-2008. En 1986, por la Semana de las Fuerzas Armadas en Santa Cruz de Tenerife se organizaron un conjunto de actuaciones en la ciudad, incluyendo la repavimentación de una parte del callejero y el entorno de la Plaza de España y un proyecto de rehabilitación del monumento. 

Entonces, una nueva leyenda fue instalada en la fachada principal: “Tenerife en honor a todos los que dieron su vida por España”. El informe dirigido por Maisa Navarro recoge que esta modificación del sentido originario del monumento “se realizó por iniciativa del Ministerio de Defensa probablemente, con la intención de regularizar al menos en la leyenda el sentido democrático del conjunto”. A pesar de ello, “es discutible la utilización de este texto con un recurso monumental mediante letras en bronce que contradice la verdad de los hechos en cuanto a la finalidad original y también en cuanto a la fórmula empleada en la construcción de este complejo memorial”, destaca. 

Historia de su remodelación y reticencias a quitar el monolito

A finales de los 90 se promueve un proyecto en la plaza de España con la idea de  “conseguir la apertura de la ciudad hacia el mar”, para lo que se convocó un concurso de ideas y se encargó el proyecto a los arquitectos Herzog y De Meuron.  En la investigación para la tesis doctoral de Armas, el geógrafo recuerda que “la idea original consistía en generar un amplio vacío y con ello reconfigurar la relación de los espacios, al tiempo que se habilitaba en ellos superficie para acontecimientos multitudinarios como el carnaval. Para ello la propuesta eliminaba cualquier huella de la alameda existente y suprimía el monumento a Los Caídos, algo que tuvo que replantearse por las presiones de los intereses de los grupos representados en las comisiones de seguimiento (los comerciantes, empresarios, políticos y asociaciones culturales)”. 

El Catálogo de vestigios también señala que “el equipo suizo preparó la maqueta con una pieza desmontable que consistía exclusivamente en la torre, de tal modo que permitía retirarla para contemplar el resultado previsto sin contar con el monumento”. Armas subraya que incluso se llegó a plantear la posibilidad de declararlo BIC (como ocurrió hace unos años con el monumento a Franco) pero que entonces el Cabildo de Tenerife  se manifestó en contra por no contar el monumento con las condiciones arquitectónicas para catalogarlo así. “La idea era hacer en la plaza un espacio muy diáfano para celebraciones como el carnaval”, rememora Armas, que apunta que pese a ello el monolito se mantuvo. “El ayuntamiento tuvo la oportunidad de eliminarlo en aquel momento”, detalla. 

El monumento generó entonces otras problemáticas como por ejemplo la intención de usar ese espacio más diáfano para una de las celebraciones más importantes de la ciudad como es el carnaval, que en un principio se vio desplazado del proyecto, aunque luego se modificó. “El conjunto de informaciones relativas a la plaza de España como lugar del carnaval permite una aproximación a su significado simbólico, mediante las prácticas corpóreas de la fiesta, que reivindican la espontaneidad y transgresión de la cotidianeidad, alejándose de la disciplina social impuesta. En cambio la transformación realizada, especialmente tras las modificaciones introducidas, sugiere una orientación más normativa y, por tanto, menos espontánea, sin que excluya prácticas esporádicas liberadoras. La propuesta de remodelación exigía que la celebración del carnaval se mantuviese en la plaza”, apunta. 

“Sin embargo la naturaleza conservadora del gobierno municipal mantuvo el monumento a los Caídos, erigido durante el franquismo, condicionando y alterando la conceptualización inicial de los expertos, que se avienen a los cambios. La modificación devino en una contradicción entre el ‘vacío’ planteado para acoger el carnaval y el cambio impuesto que plasmaba un ‘lleno’ de agua, una presencia innegociable para los arquitectos por la posibilidad de permitir usos espontáneos”, subraya Armas en su tesis, donde también plantea cuestiones como la nula participación ciudadana que se produjo en la construcción de este proyecto, que añade que “la intervención efectuada en la plaza de España y La Alameda sin que los vecinos se sintiesen consultados según declaran reconfiguró no sólo sus características materiales sino, de manera muy significativa en el caso de la segunda, su dimensión para la sociabilidad. Así, La Alameda ha experimentado una domesticación, asociada a su nuevo papel de ‘puerta de entrada’ de los visitantes, que contrasta con la intensidad y animación que tenía antes de su reforma”. 

¿Qué plantea el catálogo de vestigios?

El informe recuerda que el proceso de resignificación comenzó antes del año 2000 con acciones como la exhumación y traslado de los restos del capitán Gómez Landero, del que permanece la lápida conmemorativa en el interior de la cripta. Además, recoge la modificación y traslado del rótulo original en bronce ubicado en la fachada sur y en la actualidad en la fachada norte con la leyenda: “Tenerife a todos los Caídos que dieron su vida por España”, entre otras. No obstante, destaca cuestiones que pueden actualizarse “sin conflictos” con respecto a la problemática de la conservación material como pueden ser la reparación del remate de la torre para recuperar el uso original de mirador, la recuperación del ascensor que originalmente permitía el acceso al mirador o la restauración de la cripta para su eventual utilización como un centro de interpretación. Así mismo, el informe concluye que los símbolos y alegorías desarrollados en la obra deben “ser retirados del espacio público al asociarse a los ideales propagandísticos de la interpretación de la guerra como victoria”. 

Entre las acciones, se insiste en que la más importante es la contextualización, por lo que debe construirse un centro de interpretación que contenga la información de todos los afectados por la Guerra Civil en todas sus vertientes: ejecución, muerte en combate, represión, penas de prisión, entrega a campos de exterminio, huidos, topos, exilio, expedientes de depuración...  De Armas, casi diez años después de su tesis doctoral apunta que la remodelación de la plaza fue una “oportunidad perdida” para el ayuntamiento de retirar ese monumento ideado por el fascismo y defiende la labor de educación como una oportunidad a las personas que han sufrido el fascismo y de decir a las personas que visitan la ciudad por qué se levantó dicho monumento, contextualizarlo y repensarlo. 

Mientras tanto, este y otros más de 70 vestigios franquistas permanecen en la capital tinerfeña. El alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, ya anunció su intención de recurrir el catálogo de vestigios de Canarias, por incluir de momento tan solo el de esta ciudad. En una reciente entrevista con este periódico, el viceconsejero de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Canarias, Juan Márquez, afirmó que los servicios jurídicos han avalado que el catálogo de vestigios que marcaba la ley canaria se pueda ir aprobando por partes. “Santa Cruz de Tenerife no necesita el catálogo de Caleta de Sebo para retirar sus vestigios porque su catálogo ya ha terminado”, remarcó el dirigente, que espera que el Ayuntamiento recapacite y cumpla la ley.