Trastornos del sueño, dolores, problemas de memoria y de coherencia, secuelas de la trata con fines de explotación
MADRID, 30 (EUROPA PRESS)
Trastornos del sueño con insomnio y pesadillas, fobias, ataques de pánico o dolores en distintas partes del cuerpo son algunas de las secuelas más extendidas entre las mujeres que han sido víctimas de trata con fines de explotación, aunque cada caso es diferente, según ha explicado la psicóloga del Proyecto Esperanza Iskra Orrillo durante una jornada monográfica organizada este miércoles por la organización.
Orrillo ha apuntado que el impacto de la experiencia de ser vendida y explotada es diferente en cada mujer, porque no todas padecen el trauma de la misma manera ni cuentan con idénticos recursos personales para salir adelante. Además, también influyen factores como la duración del hecho traumático o si lo ha provocado alguien cercano a la víctima, como un miembro de su familia.
No obstante, ha enumerado algunas de las secuelas que la trata puede dejar en la salud física y sexual de la mujer, que llega a desarrollar dolores de cabeza, trastornos alimenticios, fatiga, mareos, dolores de espalda, abdominales o estomacales, mayores riesgos de contraer enfermedades de transmisión sexual y VIH, así como mayores riesgos de embarazos no deseados y abortos forzosos.
En cuanto a los efectos en su salud psicológica, la experta ha apuntado que las mujeres “muestran con frecuencia desconfianza, vergüenza y culpa, además de ver mermada su autoestima”. Asimismo, sufren trastornos del sueño, insomnio y pesadillas repetitivas, soledad, fobias, ataques de pánico y un estado de alerta constante, conforme ha señalado.
“Su discurso puede ser desorganizado o incoherente y no ser capaces de recordar en detalle los sucesos traumáticos como consecuencia del trauma sufrido y de alteraciones en los procesos cognitivos. También pueden omitir o falsear información por miedo a las consecuencias, como mecanismo de supervivencia”, ha añadido Orrillo.
En la jornada, titulada “Trata de mujeres: victimación y revictimización versus empoderamiento y resiliencia”, han intervenido además de Orrillo, la profesora titular de Derecho Penal de la Universidad de Sevilla Myriam Herrera, junto a la coordinadora del Proyecto Esperanza, Marta González; la educadora Ana Almarza Cuadrado, y la coordinadora de intervención, Iris Rodríguez, todas de la organización.
OBSTÁCULOS PARA IDENTIFICAR A LAS VÍCTIMAS
Según ha explicado González, es imprescindible “reconocer a la víctima para que pueda dejar de serlo” y se deben desarrollar y entrenar competencias para detectar, informar e identificar a estas personas que han sufrido un delito contra los derechos humanos.
Para ello, habrá que vencer “varios obstáculos permanentes” como el desconocimiento del idioma, el miedo, la desconfianza o el sentimiento de culpa que pueda tener la afectada; y los problemas de la propia estructura de identificación y atención para la víctima, como el desconocimiento y la falta de formación o sensibilización, tal y como ha indicado.
En este sentido, Herrera ha apuntado que es de “extrema relevancia” que los profesionales que intervienen con las personas que han sufrido trata sepan manejar los conceptos de víctima y “desvictimización” ya que su labor es orientar hacia una “reinserción social de la víctima”, un proceso que, a su juicio, debe generar “resiliencia”, es decir, capacidad y fuerza restauradora.
Con todo, Ana Almarza ha alertado de que no se puede ofrecer un “perfil de víctima” ya que es un delito que “no sólo lo sufren mujeres inmigrantes, analfabetas, empobrecidas y con pocos recursos personales”, sino que “la realidad ofrece una imagen mucho más compleja”. A su parecer, la idea de crear un “perfil robot” puede provocar la invisibilización de otros casos de trata que no encajen en el caso tipo.