Juan Manuel Palerm, arquitecto: “La mayor torpeza cometida en Canarias es el divorcio entre lo edificado y lo cultivado en suelo rústico”

Juan Manuel Palerm, arquitecto, profesor de la ULPGC e integrante del comité organizador ejecutivo del IV Congreso Mundial ITLA

Román Delgado

Santa Cruz de Tenerife —

Juan Manuel Palerm es arquitecto, especialista en urbanismo y catedrático de universidad. Enseña en la pública de Las Palmas de Gran Canaria, entre otras, y estos días se halla a tope de trabajo por lo que se va a iniciar este mismo miércoles (13 de marzo) en el Paraninfo de la citada institución docente. No es otra cosa que la sesión inaugural del IV Congreso Mundial ITLA sobre territorios de terrazas y bancales, que arranca en Gran Canaria pero que tiene mucho trabajo de campo previsto en el resto de las islas.

Palerm dirige el Observatorio del Paisaje de Canarias, un organismo con papel estelar en el mencionado congreso, y además es integrante del comité organizador ejecutivo de esa cita mundial. Por ello, se encarga de tareas esenciales dentro del IV Congreso Mundial ITLA.

En esta entrevista, el arquitecto y profesor canario se adentra en las bondades de esos fascinantes espacios rurales y reflexiona sobre la función y el futuro de las terrazas y los bancales en Canarias, donde hay multitud y amplia variedad. De entrada, el arquitecto Palerm lanza un reflexión que no deja indiferente: “La mayor torpeza cometida en Canarias es el divorcio entre lo edificado y lo cultivado en suelo rústico”

A muy pocos días para el inicio del IV Congreso Mundial ITLA sobre territorios de terrazas y bancales en Canarias, ¿qué sensaciones tiene respecto a la participación de este año y en qué se diferenciará esta edición de las anteriores? ¿Cuáles han sido las principales innovaciones?

A una semana del inicio del congreso, las expectativas de la organización se han cumplido. La participación en los diferentes bloques programados se ajusta a las previsiones que teníamos. La diferencia fundamental de la edición de 2019 es que este año, respecto a los tres anteriores, vamos a trabajar, y así está especificado en las líneas temáticas, cuatro argumentos, que son: labores, aprendizaje, oficios y técnicas. Todos ellos están vinculados a comprender cómo en los bancales se establece la relación entre cultivar y habitar, y esta relación es la que hemos planteado como elemento vinculante en todos los aspectos del congreso.

¿Qué espera o qué añadido puede dar el trabajo previsto en el campo, las visitas y los recorridos ya definidos?

Espero que Canarias, Madeira..., toda la Macaronesia, pueda ofrecer un input importante en el reconocimiento de los bancales, no solo en esos territorios, sino a escala mundial. Esto lo haremos al especificar cuáles son las características que pueden contribuir a la mejora de territorios similares en el mundo.

¿Cómo nace este congreso y qué interés tiene en los planos académico, científico, de protección medioambiental y de desarrollo endógeno en el medio rural de las islas?

Esta edición, la que se celebra ahora en Canarias, nace al ganarse la candidatura en el último congreso, el celebrado en Italia. Por lo tanto, allí el Gobierno de Canarias y el Cabildo de La Gomera presentaron una serie de ponencias y una candidatura para desarrollar este congreso, y luego se nos eligió para 2019, que es la cuarta edición, que inauguramos este miércoles, 13 de marzo, en Las Palmas de Gran Canaria.

El interés que tiene este congreso desde el punto de vista académico y científico para Canarias es que esos espacios no solo son importantes sino numerosos. Los elementos de investigación que se han llevado a cabo, que existen y son interesantes, todavía no han llegado a un nivel que se pueda trasladar, pero servirán para entender qué tipo de argumentos e instrumentos vamos a utilizar con esos territorios en el futuro. Creo que el interés es precisamente buscar esos instrumentos, los que sean capaces de poner en su lugar..., de aportar el valor que se merecen estos territorios, no solo para definir el aparato legislativo, sino el científico, tecnológico, de producción...

El potencial de Canarias en terrazas y bancales es enorme, descomunal… ¿Qué lecciones se han podido obtener hasta ahora de la lectura histórica, social, cultural, constructiva y paisajística de esos modelos agrícolas de la adversidad?

Efectivamente, la cantidad de territorios abancalados que existen en Canarias es muy elevada y cada isla presenta distintas formas y criterios, y determinados aspectos y nombres, toponimias específicas para los bancales. En este momento, hay un abandono bastante amplio de esos bancales, pero evidentemente son elementos fundamentales para varios soportes: para intentar buscar una mayor complicidad en el territorio y para lograr que se puedan establecer como espacios de futuro.

La historia así nos lo ha enseñado, e incluso hay ponencias que hablan de que ya en el mundo indigenista o aborigen existía la construcción de bancales. Estos han brillado mucho a lo largo de los siglos. Por lo tanto, me parece que es fundamental entender que los nuevos modelos para resolver las formas de los bancales consisten en buscar un sistema de relaciones donde el control de riesgos y de la biodiversidad, los sistemas agrícolas y las posibilidades de sostenibilidad del territorio sean prioritarios a la hora de tomar iniciativas.

¿Estos congresos pueden aportar ideas o proyectos útiles para la recuperación de algunos de esos espacios rurales y que entonces sea posible darles valor para que se conviertan en actividades complementarias en la obtención de renta para la gente del campo canario? ¿De qué modo?

Pues precisando la diversidad de estos, tanto de construcción de bancales como de formas y tipos, aparte de la diversidad en los sistemas de cultivos, que hacen únicos estos territorios en el marco mundial.

¿Pueden ser objeto de proyectos de turismo activo, por ejemplo, senderismo? ¿O quizá visitas a modo de parques temáticos, turismo rural? ¿Cómo lo ve y qué se puede hacer en esta línea?

Creo que estos territorios de bancales pueden albergar muchos usos y pueden entenderse como una forma de habitar. Muchos de ellos están abandonados por eso, porque no hay vida. Por lo tanto, lo que tenemos que incorporar es eso: vida. Vida significa habitarlos, cultivarlos y estar en ellos. En este sentido, el turismo tiene que hacer el esfuerzo de contribuir a revitalizar esos territorios de bancales; debe tener la suficiente energía para participar en la recuperación de todos esos territorios.

¿Considera necesario que algunas zonas estrella de bancales en Canarias puedan ser protegidas para que perduren y se conviertan en elementos clave dentro del análisis de la historia más reciente de Canarias?

Hay muchas zonas estrella en Canarias, pero, antes de protegerlas, soy partidario de que tengan vida. Es decir, no creo que esté reñido el hecho de protegerlas y conservarlas con el de mantener en ellas una forma de vida determinada. Tenemos que ser capaces de ver cómo utilizar esos territorios y de qué forma vamos a estar en ellos. Esta es una labor compleja, transversal...

¿Qué enseñan las terrazas y bancales a un arquitecto, a un urbanista, como es su caso? ¿Qué le trasladan esos espacios, tan iguales y tan diferentes en Canarias: a barlovento, a sotavento, en zonas húmedas, en zonas secas, en tramos altos de los barrancos, en sus desembocaduras? ¿Le resulta fascinante?

Para mí las terrazas y los bancales, como arquitecto, implican que no podría hacer una raya sin pensar en lo que significa el desnivel. Todo mi repertorio de referencias formales está basado en el desnivel del lugar en que he vivido toda mi vida, que es Canarias.

Por lo tanto, para mí es un proyecto de arquitectura y tengo que pensarlo como suelo, y cómo la arquitectura es capaz de renegociar constantemente con el cielo, con el suelo, con la tierra, y en este caso, con el desnivel. Uno de los ejemplos que me ha dado esta tierra es que mucho de esos bancales permiten entender la relación de cómo se sitúan las cosas en el territorio.

Para un arquitecto eso es imprescindible, y hay que entender que esto no es solo así para edificar, sino también para cultivar y poner plantas. Me encantaría entender que los arquitectos no queremos hacer muros para edificar, sino queremos hacer muros para vivir y para dar espacios de convivencia, donde hay casas y hay huertos. Donde hay una relación biónica entre lo habitado y lo cultivado.

La mayor torpeza que hemos cometido en Canarias es que en todo el suelo rústico hay un divorcio entre lo edificado y lo que se cultiva. Creo que esta es una responsabilidad de los arquitectos, que ya tenemos que resolver de forma clara. Yo espero que las conclusiones que se saquen en La Gomera definan un programa de trabajo, y así lo hemos planteado para entregárselas a las autoridades locales, al Gobierno de Canarias, al Ministerio, a la Comisión Europea, a la FAO y a la Unesco.

Ese es nuestro propósito: intentar que la reflexión que ahora se hace en Canarias pueda situarse en un marco relevante respecto al mundo. La voluntad es aportar esos elementos nuevos. Creo que tenemos muchos, y lo importante es que el congreso se desarrolle en esos términos para poder profundizar y llegar a ese nivel de conclusiones.

Después de este cuarto congreso, ¿qué tocará y qué papel seguirá jugando Canarias?

Obviamente, un congreso como este no va a resolver todos los problemas de los bancales, pero sí puede situar en los marcos local, nacional e internacional cuáles son las premisas para que se valoren esos territorios. Es decir, no hay una consideración específica desde el punto de vista agrícola ni desde el punto de vista de los proyectos europeos sobre cómo tratar y cómo invertir en estos territorios. Este congreso puede servir para poner una huella y reivindicar que son necesarias políticas de actuación directas a través de sistemas de financiación también directos para estos territorios.

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