Incendio de Tenerife
Más de una veintena de desalojados por el incendio de Tenerife esperan rodeados de solidaridad e incertidumbre
Más de una veintena de personas que han sido desalojadas de sus viviendas por el incendio forestal declarado este martes en Tenerife aguardan en uno de los albergues dispuestos para su atención con incertidumbre pero también rodeados de solidaridad.
Uno de estos puntos es el pabellón deportivo San Isidro- El Chorrillo, en el municipio de El Rosario, que lleva toda la mañana recibiendo desalojados de la zona sur de la isla. El ambiente que se respira en su exterior es tranquilo, a pesar del ingente trasiego de coches, que llegan a esta pabellón transformado temporalmente en albergue bien para dejar animales, comida o material que se necesite, como juguetes y camillas.
Desde la pasada madrugada, este alojamiento facilitado por el Ayuntamiento de El Rosario lleva alojando a distintos grupos de familias, hasta alcanzar un total de 26 personas y 8 animales albergados.
Algunos desalojados permanecen fuera, con la inquietud de saber si podrán regresar a sus casas lo más pronto posible, pero cuentan con la seguridad de saberse protegidos en todo momento.
En su interior, muchos protegen su identidad e intimidad, de forma que no desean compartir su preocupación cuando apenas hay información sobre el estado de sus casas.
Otros no pueden siquiera hablar o contestar preguntas, por la inherente emoción y tristeza que va acompañada a todo tipo de catástrofe medioambiental.
En las afueras de este pabellón del municipio del Rosario, hay personal del ayuntamiento, personal de Cruz ruja, así como técnicos de asistencia médica que preguntan constantemente el estado de todo aquel que está en el entorno y en el interior del establecimiento.
Muchos otros desalojados del área sur de la isla han llegado a la zona no para quedarse, simplemente para tener alguien con quien compartir tiempo e incertidumbre hasta ser acogidos por otros familiares.
Algunos animales de compañía llegan a este pabellón con nerviosismo y una mirada que se traduce en inquietud, por no saber dónde están y no reconocer su entorno. De entre ellos, unos pocos han permanecido en el exterior del establecimiento junto a sus dueños.
Las llamadas y la solidaridad no han cesado durante toda la mañana, mientras se observan con muy poca altura los hidroaviones, que trabajan para la extinción del incendio.
A lo lejos se escucha los sonidos de la radio, así como la televisión, pero, a pesar de las coberturas, la información sigue sin ser la necesaria para estos albergados.
Entre lo que se observa desde el lugar y la inhabitual lluvia de cenizas, a los desalojados les sorprende la magnitud, el devenir y cercanía de un incendio que ya ha afectado a más de 2600 hectáreas, al tiempo que piensan en qué podrá haber ocasionado el fuego.
A pesar de todo, las conversaciones de los distintos grupos de familias siempre deriva a la alegría, se evade ahondar en la tristeza, con el motivo de avanzar y dejar pasar el tiempo.
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