Cabrera Pérez-Camacho es un hombre de partido que no siempre ha coincidido con Soria. Que sepamos, su mayor discrepancia afloró cuando el presidente del PP apoyó a Ángel Llanos para sustituir a Cristina Tavío en la presidencia del PP tinerfeño. Pérez-Camacho se enfrentó al pibe de Ofra y se alineó sin fisuras con la reelegida. Tras esas escaramuzas movió todos sus resortes para declarar su inquebrantable fidelidad al líder, y sus versos del último pleno parlamentario fueron su consagración. Ha ganado porque es ambicioso, porque le viene bien ahora a Soria y porque acertó con la pieza política a abatir, Paquita Luengo, a la que el jefe tiene atravesada por mil flechas de vudú después de que la diputada socialista encarrilara hacia la familia del presidente del PP la máxima responsabilidad del escándalo de la montaña de Tebeto. Dos periodistas a sueldo del partido se sumergen estos días en las hemerotecas y en el Diario de Sesiones de la Cámara a ver si encuentran algo con lo que mortificar a Luengo.