Quede claro que es de aplaudir contar con Eto'o si eso sirve para que los del Santiago y cierra España se enteren de qué va la cuestión de la inmigración más allá de cañonear a los que se acerquen. Pero cuando se cuenta con alguien de tanto renombre y tirón es exigible un mínimo de organización que garantice la inexistencia de barullos como los que se vivieron a las puertas de Toyota en Miller Bajo. 2.000 personas a la caza del autógrafo, chiquillos rascados que se quedaban sin ver de cerca al ídolo y padres pidiendo que al menos dejaran pasar a los pequeños. De ahí, a La Ballena y el barullo de la chiquillería repetido, incluso con algún policía asustadizo perdiendo los papeles -verbalmente- con un reportero gráfico . A tanto llegó el jolgorio, que el propio Eto'o echó mano del micrófono para anunciar que a “pesar de esta falta de disciplina” iba a dar comienzo su lección magistral. Santa paciencia la del ariete.