Hay pronunciamientos que los carga el diablo, como el que ha hecho estos días el polémico presidente de la Asociación de Hoteleros de Las Palmas, José María Mañaricúa. Acudía a una reunión sectorial en el Cabildo de Gran Canaria en representación de otra asociación que preside, la Gran Canaria Spa, Wellness & Health, que en la lengua de Cervantes se aproximaría más o menos a asociación de la isla de Gran Canaria de establecimientos con chorritos y gimnasios estupendos que cuidan la salud del turista. Llegaba Mañaricúa con las orejas calientes tras una semana en la que su actitud, junto a la de Fernando Fraile, presidente de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo, había motivado la marcha del Grupo Lopesan, el mayor imperio turístico de Canarias y parte del extranjero. Quizás por ese sentimiento de volador sin rabo, Mañaricúa anunció a los presentes que se estaba planteando muy seriamente abandonar la dirección de la asociación de Spa para no ser impedimento al consenso entre las empresas del sector. El representante de Lopesan en la reunión, Zolio Alemán, asentía tras anunciar que abandonaría también esa asociación si en ella continuaba como presidente Mañaricúa, autor de polémicos posicionamientos a favor de RIU y en contra del Cabildo que en aquel momento ejercía de anfitrión en la polémica del Oasis de Maspalomas. Con su anuncio, Mañaricúa mordía su propio anzuelo: si estorba en la presidencia de una asociación de la que se marcha Lopesan mientras él sea el presidente, es de lógica pensar que estovaría en las demás asociaciones que presida, verbigracia la de hoteleros. Pero de esa todavía no ha anunciado su dimisión a la espera de que se la termine pidiendo la homóloga de Fuerteventura, eufórica tras sus pronunciamientos sobre el petróleo.