La cabeza de Antonio Morales hacía tiempo que tenía precio, por emplear de modo preciso el lenguaje de sus verdugos y de sus ejecutores, que no tienen por qué ser los mismos. Se ha opuesto a todo lo que él ha considerado que ha venido acompañado de indecencia, de corrupción, de martingala... Ha sido la voz crítica en la gasificación, en la gestión de terrenos del Cabildo en Arinaga, en La Gran Marina... y en todas las irregularidades detectadas en la gestión de Arnáiz, siempre blindada por poderes fácticos políticos y empresariales. Hace quince días estuvo en Madrid y se entrevistó con Mariano Navas, el presidente de Puertos del Estado, y ya desde entonces sabía que le quedaban menos afeitadas que a Arnáiz, aunque entonces nadie le creyera.