José Manuel Soria se dedicó a las genialidades y a prometer lo que, estando en las administraciones desde 1995, jamás ha hecho. Este martes cambió su órdago sobre que gobierne el que más diputados obtenga por “un pacto” por el que obligaría al que sea elegido presidente a adelgazar la estructura del Gobierno hasta un máximo de siete consejerías (no aclaró nunca si prefiere esa cifra o seis), a la mitad los cargos de confianza, a la mitad el número de asesores y a la mitad los coches oficiales. No le hicieron ni puñetero caso, por supuesto. Las encuestas empiezan a serle menos propicias que hace una semana al líder del PP, de ahí que cambiara su ocurrencia sobre el presidente más votado (él y Rivero mandaron a la oposición al PSOE con 26 diputados en 2007) por un régimen de austeridad que él jamás se ha aplicado. Porque fue Soria quien gastó seis millones de euros al año en autobombo en presidencia del Cabildo, quien dilapidó 360.000 euros en una bandera imposible, quien pagó en escoltas 140.000 euros al año, quien incrementó el parque móvil del Gobierno con flamantes BMW, quien gastó 14 millones de euros en un programa informático que sigue sin servir para sus funciones... Demasiadas promesas imposibles de cumplir para alguien que sólo es austero cuando le toca pagar de su bolsillo.