Los que peor lo llevan dentro del PP son los históricos y, después de éstos, la camada de jóvenes promesas que se sumaron al partido antes de que la ola de Aznar lo inundara todo, a mediados de los noventa. Creyeron en el liderazgo de Soria, necesitaban de Soria, lo consideran un valor electoral, pero empiezan a estar hartos de sus martingalas y de su excesivo culto a sí mismo. En este contexto, a finales de esta semana ha vuelto a circular el rumor de una quiebra interna en el grupo popular en el Cabildo. Sabemos al menos de dos personas que no están por tragar ni una más. No vamos a incluir aquí ni un solo nombre porque puede ser peor, para ellos, sobre todo, pero les podemos asegurar que los movimientos sísmicos suben de escala dentro del PP, llegan a Madrid con muchísima intensidad y regresan estupefactos a las Islas. Mauricio se frota las manos porque, como la historia se ha encargado de demostrar, en situaciones de tribulación es como mejor se mueve. O se movía hasta ahora.